Bilbao - "Estamos recogiendo ya. Son las 12.30 y he vendido todos los quesos que hemos traído", explicaba un satisfecho Paco mientras ayudaba a su mujer, María Victoria, a meter en cajas los paños y otros enseres que habían utilizado en el puesto. Es una muestra de las excelentes ventas que tuvieron ayer los 248 puestos de baserritarras desparramados por El Arenal, la Plaza Nueva y la trasera del Teatro Arriaga. El queso Aio que produce Paco en su explotación de Karrantza es el único que cuenta con denominación de origen Idizabal que se elabora exclusivamente con leche de oveja carranzana "y eso se nota", dice orgulloso.
Al lado del puesto en retirada, a Maite Agirreburualde le sobran dedos en sus manos para contar los tarros de un kilo de miel que esperan sobre el mostrador para ser adquiridos. "Las ventas han ido muy bien", reconoce ofertando la excelencia de su miel de brezo, también producida en las colmenas ubicadas en el valle occidental vizcaino. "He traído siete cajas con doce tarros cada una y mira lo que queda", expone sonriente.
Las decenas de miles de personas que saturaron el espacio ferial no solo formaron parte del gran ambiente, también compraron. Buen ejemplo de ello era el estand de venta de pan del caserío Leaniz, en Elorrio. Iñaki Garitagoitia desveló sobre las 12.20 horas que "nos queda el pan que ves, unas hogazas y poco más y eso que habíamos sido previsores y hemos traído más cantidad que el año pasado. Está siendo un pasada".
Unos puestos más allá, José Ramón Martínez de Elejalde, ante una amplia oferta de los premiados quesos Aguiñiga, coincide al destacar "la cantidad de gente que ha llegado porque se nota que es sábado y al final no ha llovido por la mañana".
Es el horario matutino el que más fieles atrae a Santo Tomás. Algunos madrugan más de lo previsto para adquirir los mejores productos y llegan incluso antes de que la feria abra a las 9.00 de la mañana si su cashero es de confianza. "Hay clientes de siempre con los que tenemos esas deferencias", reconocen en un puesto de la Plaza Nueva que prefiere permanecer en el anonimato. Esa clientela fija es la que más cuidan, por lo general, los vendedores veteranos de Santo Tomás a los que, en esta edición multitudinaria, se unieron nuevos compradores. Gorka Irazabal lo corrobora desde su puesto de hortalizas, una hora antes de obtener el premio BBK en esta categoría por la excelencia de sus productos. "Traemos el género de Gamiz-Fika, del baserri Gereko, y se nota que este año estamos teniendo bastante más venta", aseguró mientras que Bego, una de sus ayudantes tras el mostrador, reconocía que "a primera hora, antes de abrir, hemos tenido que decir a la gente que no tocara el expositor antes de que pasara el jurado".
La bella disposición del producto en el estand de Irazabal no era el fuerte del puesto de Elurtzeta Atutxa, una arratiarra veterana en la cita capitalina, parca en palabras porque no hacía más que vender manzanas, vainas, avellanas coliflor, harina de maíz... "Con tanta gente, no se ven tantas ventas", espetaba aportando el espíritu crítico de la excepción que confirma la regla. Su coetánea, Rosario, del caserío Abadene de Gatika, era más optimista: "La cosa va bien", afirmó mientras su marido, José Manuel, recogía varios billetes de 20 euros tras una buena venta. En definitiva, una percepción generalizada de que, la de ayer, quizás fue una de las mejores ediciones en la historia de Santo Tomás.