BILBAO. Percibir resistencia frente a medidas que afectan al día a día del ciudadano es un clásico incluso si se prueba que a largo plazo el cambio legislado será favorable para todos. La entrada en funcionamiento de la norma que ordena la circulación a 30 kilómetros por hora en el 87% de las carreteras de Bilbao no ha sido una excepción. “Es excesivo”, consideran muchos conductores con una mezcla de escepticismo y resignación que necesitará su proceso de adaptación para que el hábito ayude a no pisar de más el acelerador. Desde el Ayuntamiento de la villa se muestran satisfechos con la entrada en vigor de la iniciativa, pionera en Europa, después de haber monitorizado el comportamiento de los conductores durante los primeros días. “Estamos dentro de los parámetros”, aseveró ayer Alfonso Gil, concejal de Movilidad y Sostenibilidad, quien reconoció que aunque en los primeros días están realizando una labor “pedagógica” para informar a los automovilistas, ayer, por de pronto, percibieron un aumento de ciclistas por las calles.
El que la puesta en marcha de la iniciativa haya sido en julio -uno de los meses en los que las vías de la ciudad están más descongestionadas- no es casualidad. “Ahora hay poco tráfico, veremos a partir de otoño...”, indicaba ayer Enrique Mateo, un comercial para quien el coche es una herramienta de trabajo indispensable. “Me están adelantando todos. Hay mucho listo por detrás que te pita si vas a 30”, afirmó ayer sobre la medida que algunos conductores desconocen o de la que no están muy informados.
“Me he fijado solo en las señales para ir a 50 por hora, pero no he visto ninguna de 30 por hora”, expuso por su parte June Garai, sin saber que la mayoría de las 30 señales verticales y las 400 horizontales solo avisan sobre la posibilidad de circular a 50 kilómetros por hora. A pesar de ello, consideró que es una medida “perjudicial” a la que “con el tiempo” nos acostumbraremos. “A la fuerza ahorcan”, expuso en esa línea Mariluz Lázaro antes de entrar en su garaje. “Es ir marcha atrás, a no ser que sea una medida para que no utilicemos el coche”, añadió.
También lo ve como una medida disuasoria Ana del Arenal, una arquitecta que se suele mover en transporte público. “En según qué calles tiene sentido, pero creo que en otras generará retenciones”, puntualizaba mientras pagaba la OTA. En ese mismo contexto, Silvia García, residente en Eskuinaldea, opinó a favor de la medida que “por ir más rápido no vas a avanzar más”. También se mostró a favor, siempre que sea una medida que favorezca la reducción de la contaminación, Ibai Uriarte, un vecino de Olabeaga, que casi siempre se desplaza en transporte público.
El responsable Movilidad y Sostenibilidad, Alfonso Gil, reveló que el hecho de que las simulaciones realizadas demostrasen la viabilidad de la medida fue decisivo para implantarla. “La idea del Ayuntamiento no es sancionar”, recordó tras admitir que la puesta en marcha de estas medidas suele conllevar controversia. “Es como cuando se peatonaliza una calle, al principio la gente se resiste, pero con el tiempo les encanta”, expuso.