Bilbao - “Prefiero que mi hija invierta una clase ayudando a una compañera que acaba de llegar de Rumanía a que haga cuatro fichas de matemáticas”. Khaira García es una de las madres del Colegio Miribilla que ha protagonizado el célebre rap que se ha hecho viral en las redes sociales y con el que han conseguido llamar la atención. Reivindican las mejoras a realizar en las instalaciones del centro público, pero sobre todo ponen en valor la diversidad cultural que atesoran sus paredes. La comunidad educativa lleva años remando en la misma dirección para aumentar la cohesión en una escuela de lo más heterogénea. Ahora comienzan a recoger los frutos de esa labor, con las miras puestas en mejorar los resultados académicos y hacer un mural que represente la idiosincrasia del centro. ¿El principal caballo de batalla? Romper con el estigma en un barrio donde hay vecinos que reclaman otra escuela pública, cuando la suya está a la mitad de su capacidad.
El Colegio Miribilla, a caballo entre el barrio que le da nombre y Bilbao La Vieja, suma 273 alumnos de educación infantil y primaria procedentes de 21 nacionalidades diferentes. Según la directora, Izaskun Alonso, alrededor del 54% del alumnado es de etnia gitana, mientras que el 24% de la población escolar procede de África. A ello se le suma una fuerte presencia de niños originarios de Sudamérica o de otros países de Europa. “La mayoría han nacido aquí, pero es una escuela especial, al final te engancha”, asevera Alonso, que este año se ha estrenado como directora en el centro donde lleva tres años. “El profesorado está muy implicado. Nuestro trabajo es sacar adelante a estos niños; si no tienes ilusión o confianza para lograrlo, aquí no tienes nada que hacer”, afirma con rotundidad la responsable sobre la realidad del centro, donde realizan un esfuerzo importante para encaminar las emociones de los niños.
A ese ahínco del profesorado se une el trabajo, sobre todo, de las madres. “En la asociación también hay padres que se comprometen, pero somos ocho madres las que nos reunimos semanalmente”, desvela Rosana Bermejo, que tiene un niño de ocho años escolarizado en el centro y otro de camino (está embarazada de ocho meses). En los últimos años han visto cómo se materializaban sus demandas. “Ha habido un trabajo de fondo para exigir a las instituciones que las personas que trabajan en el colegio estén formadas desde la perspectiva de la diversidad cultural”, señala. “Es un aprendizaje continuo, la oportunidad que tienes aquí para relacionarte con personas de otras culturas y religiones no la tienes en otros centros”, opina esta madre con presencia en el rap en el que se hacen eco de un proverbio africano que dice que para educar a los niños hace falta la tribu entera. Una máxima que en el Colegio Miribilla se aplica.
Plan de Convivencia Las madres consideran que si sus hijos tienen que llegar a la universidad, llegarán; de la misma forma que lo harían estudiando en otros centros. “Pero aquí interiorizan valores que jamás asimilarían en otros colegios”, consideran. “Están creciendo sin prejuicios. No se cuestionan que sus amigos tengan otro color de piel, otra religión u otras costumbres”, señala Rosana Bermejo. “Estamos orgullosas de nuestros hijos porque vemos que son solidarios, cuando viene un alumno nuevo no se le rechaza, entienden que hay que ayudarle”, agrega Afaf El Haloui, quien llegó a Bilbao hace casi una década desde Marruecos, donde soñaba con viajar por el mundo y conocer otras culturas. “Ahora mi hija recorre un montón de países sin moverse de clase”, asevera esta madre. De hecho, en cada clase hay un mapamundi donde los niños ubican la procedencia de sus compañeros. “En educación infantil quizás no significa mucho que les digan que un alumno es de Camerún, pero van al mapa, lo sitúan y preparan una pequeña presentación”, comenta Izaskun Alonso.
Dentro del plan de convivencia desarrollado en el centro, cuentan con una iniciativa de acogida de suma importancia. Cuando un alumno nuevo llega se acude al tutor, al que se le indica de dónde viene para saber “la carga emocional que puede traer consigo”, revela la directora del centro donde “los datos socioeconómicos son muy bajos -el 97% del alumnado está becado-, ni siquiera entramos en las estadísticas”. Ya en clase, se elige a un embajador. “Es el encargado de ayudar al recién llegado para que conozca la escuela, las dinámicas, los horarios... No suele durar demasiado, para que el embajador no sienta mucha carga y el alumno nuevo pueda ser autónomo”, explica la directora, quien indica que paralelamente asesoran a las familias desde el centro, donde cuentan con educadores.
“Al estar representadas tantas cultura, suelen surgir problemas. Nuestro cometido es trabajar la cohesión desde el punto de vista de la convivencia”, relata Izaskun Alonso. En esa senda, revela que han notado un cambio “increíble”, ya que “los problemas han bajado”. Ello ha sido gracias a diferentes tertulias organizadas con los alumnos de primaria para tratar diversos temas, en los que se expresan de forma espontánea. “La autoconfianza se trabaja mucho, así es como llegamos a sus preocupaciones y vivencias”, expone la directora del centro en el que no creen “en el castigo como método”. “Nuestra apuesta para el curso que viene es mejorar los resultados académicos. Cuando las emociones se encaminan, los resultados mejoran”, afirma con convencimiento.
El Estigma El rap es solo una de las muchas iniciativas impulsadas por las madres del Colegio Miribilla, que este año ha sido galardonado con el premio Bilbao Norte-Sur por el proyecto Miribilla Rules -para el que contaron con ayuda de Euskal Herria 11 kolore- en el que ahondan en la convivencia a través de una canción con la implicación de toda la comunidad escolar. Con insistencia han conseguido diversos logros, como eliminar el modelo A de las aulas. “Estaba medio impuesto, como se supone que es un colegio de mitad etnia gitana y mucho inmigrante... modelo A para todos. Ahora solo hay matriculación en modelo D. Con los años se va notando un giro más euskaldun”, asevera Rosana Bermejo, quien revela que las demandas no han cesado. “Las instituciones tienen que poner más recursos porque necesitamos un refuerzo en el euskera”, afirma Khaira García, que tiene una hija de 10 años y un hijo de 7. Ambos son políglotas al hablar con fluidez en euskera, castellano y árabe, además del inglés que están aprendiendo.
A pesar de todo este trabajo, las madres son conscientes de que a menudo se refieren al colegio como ghetto. “Tengo amigas que siempre me dicen que saque a mis hijos de este centro, que cuando lleguen al instituto no sabrán matemáticas”, señala Khaira García sobre el estigma con el que carga el Colegio Miribilla. “Hay niños del barrio que por la zona les toca este colegio, pero solo hacen un curso en el aula de 2 años y se los llevan a otro centro, donde hay más presencia de autóctonos. Eso sí que nos duele”, añade Afaf El Haloui. “Tarde o temprano se encontrarán con los niños de este centro, porque existen. Existimos. Aunque ahora estén concentrados aquí, en la Universidad, en el trabajo... los encontrarán. ¿Por qué no aprovechar la oportunidad para que convivan desde pequeños?”, se lamenta.
Las reticencias por parte algunos vecinos del barrio llegan a tal punto que han reclamado la apertura de otro colegio público cuando en Miribilla hay plazas libres. “Hablamos de niños inmigrantes, pero la mayoría han nacido aquí aunque no les reconozca como autóctonos”, manifiesta Rosana Bermejo, a lo que Khaira García añade: “A los niños les preguntas de dónde son y te dicen que vascos, porque lo son”. Con todo, son conscientes de que el problema no es exclusivo ni del barrio ni del colegio: “La realidad es que, en un futuro, a estos niños no se les va a tratar igual que a uno que tenga ocho apellidos vascos y la piel blanquita”, opina Rosana Bermejo. Las madres están de acuerdo en concluir que hay mucho trabajo pendiente para que la sociedad cambie y el racismo cese. Por de pronto, se marcan como objetivo pintar un colorido mural en la fachada del colegio, para el que contarán con la colaboración del artista Erb Mon, que represente la diversidad cultural del centro.