Las transformaciones urbanas dignas de admiración no salen gratis; no para los ciudadanos que deben pagar a escote con grandes dosis de paciencia. Las obras de la estación intermodal de Garellano, que ayer emprendieron un nueva fase que conlleva la puesta en marcha de un operativo especial de tráfico, no serán una excepción en este sentido. De hecho, el trabajo de las máquinas excavadoras así como los 30 camiones que circularán cada hora no solo generarán molestias a los vecinos de Basurto, sino a todos los ciudadanos que transitan habitualmente por una zona en la que habrá que claudicar ante numerosas afecciones en el tránsito peatonal y de vehículos durante año y medio.
Pese a que la resignación es generalizada, algunos se lo toman con más filosofía. “Ahora nos quejamos por todo. Es como cuando un vecino hace una obra en su casa, claro que es un estorbo, pero... ¿qué le vas a hacer?”, argumentaba ayer Julián Martín, propietario del bar Wendell, ubicado en la calle Luis Briñas. “Las obras se tienen que hacer, es por el bien común de la sociedad”, afirmaba, poniendo como ejemplo el beneficio que supuso para la ciudad el Museo Guggenheim, si bien las obras de Abandoibarra no fueron plato de buen gusto.
Una clienta del bar y vecina de Santutxu, Margari, medió para considerar que la intervención para construir el metro, la “mejor” infraestructura de la cuidad, fue aún más tediosa. En cualquier caso, mostró sus reservas ante el proyecto para que la nueva intermodal bilbaina sea subterránea. “Tengo la experiencia de la estación madrileña de Avenida América, donde siempre hay gente durmiendo en los bancos... se transmite sensación de inseguridad. Espero que en la de Bilbao pongan más vigilancia”, opinó.
En la misma calle Luis Briñas, donde ayer ya se habían anulado dos carriles, Talleres Santamaría es uno de los negocios más afectados por las obras. “Esta mañana -por ayer- hemos tenido problemas con unos proveedores que tenían que entregarnos unas piezas”, explicaba Asier Santamaría, dueño de la empresa que se ha quedado sin el vado que ya tenía pagado. Según expuso, “a las horas puntas, a las 8.00 y las 15.00 horas, esto es como la A-8”. Por ese motivo, expuso que está intentando ponerse en contacto con el Ayuntamiento, para ver si es posible que les dejen “un hueco” para retirar los vehículos.
Las afecciones al tráfico también perjudican al colectivo de taxistas, aunque tampoco quisieron apresurarse a realizar ninguna conclusión: “Hasta que no llevemos unos días...”. Eso sí, mostraron su preocupación por el edificio número 47 de la calle General Eguía, que próximamente será derribado. Ello conllevará que numerosos camiones descarguen los escombros por una calle que ya está bastante colapsada. Los conductores de Bizkaibus también se mostraron cautos: “De momento estamos tranquilos porque hay muchos agentes controlando que haya orden”.
“Razonablemente bien” De hecho, la presencia de la Policía Municipal ayer en la zona era notable. “¡Señora, vaya por la acera!”, ordenó uno de los agentes a una mujer que caminaba por la vía al lado del vallado. Evitar que el caos se adueñe de una zona que ha aumentado su área de actuación eliminando carriles, plazas de aparcamiento y aceras será el objetivo del Consistorio bilbaino. El subdirector de Proyectos y Obras, Javier Orduna, sentenció que las primeras horas de la aplicación de estas modificaciones transcurrieron “razonablemente bien” e indicó que se prevé que el punto “más conflicto” sea Pérez Galdós, en la confluencia con las calles Gurtubay y Luis Briñas. En ese sentido, indicó que esperan que las obras generen “el menor número de molestias posibles”, aunque “hacer una obra de este tipo, ocupando 15.000 metros cuadrados en el centro de Bilbao, sin que nadie se entere, es imposible”.
Según señaló Orduna, “es ahora cuando viene la obra de verdad, la principal”, después de unos meses en los que se ha acondicionado la zona. “Tenemos tres meses para hacer pantallas y, a partir de ahí, viene la excavación, que es la parte importante”, añadió. Durante esa fase de excavación se prevé el paso de 30.000 camiones para extraer 300.000 metros de tierra, equivalente a “un poco menos” del volumen previsto para el canal de Deusto. Según concretó, el pronóstico es que haya camiones “con tierras saliendo” durante unos diez meses.