BILBAO. La estación provisional de Termibus se enfrenta estos días a una prueba de fuego. Miles de viajeros recorrerán sus instalaciones durante la Semana Santa, fecha crucial en la que la intermodal duplica sus expediciones. El aumento de pasajeros comenzó a percibirse la semana pasada, pero ayer fue una de las jornadas con más actividad, especialmente a partir de las 17.00 horas.

“Ven aquí, que hay mucha gente y te vas a perder”, ordenaba una mujer mientras agarraba a una niña a media tarde. Los espacios de espera se quedaron pequeños para los cientos de personas que aguardaban la llegada de su autobús, rumbo a las ansiadas vacaciones. Algunos, sin atender demasiado a los paneles informativos, optaban por preguntar a los chóferes para que les indicaran cuál era su dársena. Termibus superó el desafío con grandes dosis de paciencia y resignación; todos los agentes involucrados son conscientes de que los inconvenientes que conlleva la nueva ubicación son, como la estación, provisionales.

Algunas cifras hablan por sí solas para entender el trasiego de usuarios. Solo ayer partieron veinte autocares a diferentes puntos del Mediterráneo, cuando habitualmente se programan tres diarios. El aumento a destinos andaluces también fue notable, con siete autobuses frente al único que circula a diario. Mientras tanto, el aumento de viajeros al resto de rutas regulares se soluciona con autobuses de refuerzo en las horas puntas. Desde el punto de información de la estación, cuya gestión corre a cargo de Construcciones Amenabar y Excavaciones Viuda de Sainz -como adjudicatarias de la edificación de la Termibus soterrada-, aseguraron que hoy también será día de mucho ajetreo mientras que, a partir de la semana que viene, el retorno de los viajeros será más escalonado.

“Ayuda que las dársenas estén asignadas por compañías, por lo menos a nosotros”, comentaba a media tarde Abel, uno de los chóferes de la compañía Alsa, una de las 21 operadoras que acoge Termibus, que cubre la ruta a Zaragoza. “Después de veinte años de actividad la gente ya conocía dónde se colocaban los autobuses, ahora tienen que volver a habituarse”, añadía. A unos metros de distancia Txema y Javi, conductores de la compañía Guti Bus, que estos días dan servicio a Alsa al aumentar su volumen de pasajeros a destinos muy demandados como Madrid o Barcelona, comentaban que había muchos usuarios desorientados, mientras que las entradas y las salidas de los autobuses se organizan “como se puede”.

No en vano, la Termibus que dará servicio a los bilbainos y visitantes durante el próximo año y medio acoge veinte dársenas, nueve menos que la anterior estación, si bien es cierto que tres líneas de Bizkaibus se trasladaron a la calle Capuchinos de Basurto para aliviar la estación provisional.

Las colas en las oficinas de venta de billetes también fueron notables. Mari Carmen, una usuaria, se quejaba en la taquilla de Alsa: “Debería haber una ventanilla para venta anticipada y otra de última hora”. Más desahogados estaban en la taquilla de los autocares de la compañía La Unión y La Burundesa: “A Gasteiz por ejemplo, la mayoría de pasajeros que trasladamos son estudiantes y trabajadores, por lo que en Semana Santa suele bajar la actividad”. Donde sí tuvieron que reforzar el servicio es hacia diferentes puntos de La Rioja e Iruñea, donde “muchos vizcainos van hoy -por ayer- y vuelven el lunes”.

El incremento de turistas que buscan visitar Donostia y Bilbao en un mismo peregrinaje también tiene su incidencia en el servicio de las compañías Pesa y Lurraldebus. “No solemos modificar los horarios, pero dependiendo de las necesidades se ponen más autobuses en las horas punta”, afirmaban desde la ventanilla, a la vez que indicaban que la mayoría de desplazamientos se realizaban a Gipuzkoa, mientras que apenas se registraba incremento a Iparralde.

En los aledaños

Colectivos que se abastecen de la actividad que genera Termibus miraban ayer con cierta indiferencia el trajín de pasajeros durante la operación Salida. “Nosotros no percibimos más trabajo. Eso sí, como en la antigua estación, aquí también la gente llega con mucho estrés y prisa. Es parte de la condición humana”, filosofaba Federico, uno de los camareros de la cafetería de la estación que actualmente está ubicada en los bajos del edificio que alberga las oficinas.

En la calle Luis Briñas, los taxistas son testigos de la concentración de usuarios y pasajeros. “Ya ha llegado la marabunta”, aseguraba Miguel, quien exteriorizó uno de los problemas más evidentes referentes a la circulación: “La gente que viene a buscar a sus familiares no tiene sitio para aparcar y se ponen en cualquier lado”. A la misma conclusión llegaron José y Javi, otros dos taxistas que conversaban a escasos metros. “Menos mal que la Policía Municipal está muy pendiente, metiendo caña, porque en el momento que se baja la guardia esto es un caos”, aseguraban.