a cielo abierto. Quizás porque los talleres le exigen una concentración mayúscula y una mirada ceñida a la silueta de un cuerpo humano, lo cierto es que a Mercedes de Miguel le apasionan los acantilados, los paisajes salvajes de la vida. La foto en la que posa se reproduce en una de las ventanas de La Galea, un territorio donde la tierra se funde con la mar con fiereza. El día en que se sacó la instantánea la naturaleza parecía confabulada con ese pensamiento a cielo abierto: llovía y las olas se estrellaban contra las escolleras. Nada de eso detiene al espíritu libre de Mercedes, que en el camino de ida hacia la costa agradecía el aire puro y el día entre brumas.
Se diría que a Mercedes de Miguel le gustan las costuras de la naturaleza, esa sensación de alta costura con el que la mar borda las costas hasta crear el maravilloso traje de los acantilados. Uno sospecha que ni siquiera un día soleado le hubiese dibujado una sonrisa más grande que la que luce en la fotografía. Se le ve feliz, en su ambiente. Parece que no haya quien la detenga cuando se ve así. Foto: José Mari Martínez