Llevar el nombre del naturalista alemán que impulsó mil y una expediciones científicas a los más remotos lugares del globo acarrea una responsabilidad que los tripulantes del Alexander Von Humboldt II cumplen diligentemente. La obligación no existe para estos devotos del peregrinaje marítimo que se embarcan como voluntarios, instigados a partes iguales por su sed de aprendizaje y por el espíritu romántico que inunda la navegación a vela. Su atraque en el Museo Marítimo Ría de Bilbao el pasado miércoles permitirá a los bilbainos conocer el día a día de los navegantes que actualmente pasean por su cubierta como si de su casa se tratase.

“Para mí esto es como estar de vacaciones, en realidad trabajo en una oficina”, narraba ayer Jirka Menke, uno de los marineros a bordo. No en vano, el Alex-2 (su nombre abreviado) cuenta con un equipo alemán de 39 personas -12 de tripulación y 27 pasajeros-, entre los que todos son voluntarios, incluidos el médico y el cocinero. Al contar con “muchos viajes” a su espalda, Jirka mostró el velero de tres mástiles dedicado a la navegación tradicional con desparpajo, mientras se hacía hueco entre la enmarañada amalgama cabos que guarda una lógica solo inteligible por aquellos diestros en asuntos náuticos.

En palabras de Jirka, “estar en alta mar las 24 horas del día no es como volver a puerto al atardecer”. Por ese motivo, es importante una buena organización: divididos en tres grupos, los tripulantes se reparten las tareas del día entre las que incluyen las vigilias nocturnas, a pesar de tener un radar, o el gobierno del timón, aunque puedan dirigirlo de forma automática. La seguridad y la limpieza componen otro de los factores destacables: la cubierta dispone de varios botes salvavidas mientras que los camarotes albergan salas destinadas a comprimir basura, a lavar todos los ropajes o incluso a depurar aguas residuales. “Tenemos todo lo necesario para poder cruzar el Atlántico”, describía Jinkar, miembro de una tripulación que cumple el horario de las comidas con puntualidad alemana.

Avistar a lo lejos este atractivo velero de velaje verde -el patrocinio de la cerveza alemana Beck’s, que les facilitó las 24 velas que lucen, explica esa peculiaridad-, con capacidad para 79 personas, es todo una experiencia que no ha sido posible disfrutar desde Bilbao. El Alex-2 amarró en el muelle Ramón de la Sota el miércoles con las velas plegadas, tras un periplo no exento de inclemencias metereológicas típicas en la costa cantábrica así como las dificultades derivadas de la escasa profundidad de las aguas para navegar ría arriba. “Zarpamos de Bremenhaven -su puerto base- hace tres semanas y pondremos rumbo a Cadiz mañana”, relató, por su parte, Rainer Schlacke, capitán del Alexander Von Humboldt II -construido en 2011 y propiedad de la German Sail Training Foundation- que estará abierto al público hoy desde las 14.00 hasta las 18.00 horas. Posteriormente, la travesía continuará por el mar Mediterráneo, antes de que en noviembre llegue a las islas Canarias.

Programa El Alexander Von Humboldt II atraca en Bilbao en el marco del programa Grandes Veleros que el Museo Marítimo puso en marcha con su inauguración. “Es una aportación más de cara a reivindicar el carácter marítimo de la ciudad, no hay que olvidar que hasta hace no mucho el astillero Euskalduna podía acoger una treintena de barcos”, indicó Jon Ruigómez, director del Museo Marítimo Ría de Bilbao, quien también concretó que la visita de barcos extranjeros favorece la internacionalización de la ciudad. “Hasta la fecha han sido 37 los navíos que han llegado a la villa dentro del programa”, recordó Ruigómez sobre otros buques invitados, como el portugués Sagrés, el danés Danmark o el mexicano Cuautémoc.

El hermano mayor del velero que hoy descansa en el muelle Ramón de la Sota, el Alexander Von Humboldt, es precisamente uno de los barcos amarrados con anterioridad -en 2006 y en 2009- en aguas bilbainas. Este velero alemán, que comenzó su carrera en el mar del Norte como buque-faro en 1906, fue reconvertido en los ochenta, cuando los sistemas de ayudas a la navegación se modernizaron. Desde entonces, el buque escuela realiza sus travesías por el mar del Norte y por el Báltico, en el marco de programas alemanes y europeos de intercambio juvenil.