Por sus calles, muros y edificios todavía resuenan los ecos del Bilbao más lujurioso, añejo y canalla. El corazón de la capital vizcaina vive ahora un renacimiento cultural y social después de unos años oscuros que, sin embargo, no permiten olvidar su curtido y glorioso pasado.

Resquebrajado en dos por la Ría del Nervión, en Ezkerraldea, en los barrios de Bilbao La Vieja, San Francisco y Zabala todavía retumban los golpes de pico y pala sobre los que sobresalió a base de sudor minero y una inquebrantable fe obrera. Por un lado, todavía se recuerdan las noches de lujuria en lo que fue la zona más caliente de la ciudad, mientras a escasos metros, monumentos medievales como la Iglesia de La Merced, -hoy en día templo del rock más juvenil-, y su puente, conectan el arrabal con las Siete Calles, embrión de la villa.

Mañana llega la tercera entrega de la serie dedicada a la Historia de Bilbao en imágenes, centrada en los barrios de Bilbao La Vieja, San Francisco y Zabala, parte del actual distrito de Ibaiondo. La recopilación de instantáneas ofrece una mirada al pasado para la nostalgia de los más veteranos y un archivo gráfico imprescindible para que los más jóvenes conozcan los orígenes de la ciudad. Aquellos barrios a los que la prensa de la época denominaba los barrios altos, donde se concentraba la mayor parte de la población obrera.

El libro está basado en la exposición fotográfica del mismo nombre impulsada por la iniciativa municipal Bilbao Izan, responsable de organizar desde 2009 conferencias y exposiciones para dar a conocer los diferentes barrios de la villa. Un recorrido compuesto por imágenes de las minas, de pequeños talleres industriales y artesanales de la época que componían las bases de su actividad económica y determinaban el estilo de vida. Tal y como señalan los autores de la compilación fotográfica en el prólogo del libro -Arturo Izarzelaia y David Mateos- en el transfondo de la obra “suena la minería, se ilumina la noche de fiesta bilbaina y cada fachada de las calles de San Francisco, Bilbao La Vieja y Zabala”.

En las páginas de la obra -que se podrán obtener con el ejemplar de DEIA de mañana, domingo, por 9,95 €- se realiza un recorrido histórico documentado que va desde las antiguas minas de Miribilla, la trinchera ferroviaria bajo el puente Cantalojas, además de ofrecer información sobre el impacto y los efectos del crecimiento demográfico de la zona como consecuencia del contingente de mano de obra que se incorporó a Ibaiondo.

“Cuando hicimos la exposición en el mercado de La Ribera, la gente se sorprendió mucho de la cantidad de documentación fotográfica e incluso hubo mucho debate y comentarios entre los asistentes y sus recuerdos”, destaca Arturo Izarzelaia, presidente de la fundación Aldauri, comisario de la exposición que incluyó más de 150 fotografías antiguas y vecino del barrio que ha recopilado numerosa información a lo largo de los años.

lucha obrera Asimismo, se hace especial hincapié en las luchas obreras de finales del siglo XIX, como, por ejemplo, los legendarios mítines y concentraciones organizadas por la Agrupación Socialista. O aquellas tensas manifestaciones y huelgas con un recorrido inquebrantable que discurrían por la calle San Francisco y Cortes, sin posibilidad de variación, bajo la estrecha vigilancia y represión del ejército atrincherado sobre el puente Cantalojas. La lucha de clases fue más que patente en esta zona de la capital vizcaina. Mientras los obreros de estos barrios levantaban con gran esfuerzo y tesón el ensanche burgués, las desigualdades sociales, la segregación espacial y las insalubres condiciones de sus viviendas, donde se rozaba el hacinamiento, favorecieron la germinación de “una respuesta política basada en el igualitarismo y la solidaridad”, según apuntan los autores de la obra. De esta forma surgió en 1886 la primera Agrupación Socialista de Euskal Herria, impulsada por Facundo Perezagua.

BOOM nocturno Posteriormente, la historia de estos tres barrios “singulares, populosos y populares”, según describen los autores de Bilbon, ezkerraldean siguieron transformándose, pasando por pequeños talleres industriales y artesanos, hasta la llegada del desarrollo económico hostelero y comercial, con multitud de negocios, además la clásica estampa de locales nocturnos de variedades, música, alterne y espectáculos que iluminaban toda la zona. Esa etapa fue un gran reclamo para el resto de bilbainos que impulsaron el crecimiento del barrio y lo convirtieron en el verdadero motor de la noche bilbaina.

“Son unos barrios que tienen una historia tremenda. Pasaron de ser un arrabal, con actividades molestas de todo tipo, con almacenes de hierro, cuadras... a ser unos barrios repletos de vida”, recuerda Izarzelaia. En este sentido, el autor destaca el ambiente existente en la zona condicionado por las actividades existentes alrededor de los barrios. “Entre las cercanías del puerto, la minería, el cuartel militar..., el ambiente estaba muy masculinizado. Además, con la industrialización llegó la inmigración y todo ello generó un caldo de cultivo oportuno para la aparición de la prostitución y todo el ambiente de alterne que se generó en la zona”, relata.

El fervor nocturno se fue oscureciendo ya en la década de los 80 con la entrada de la droga. “En estos tres barrios la drogadicción generó unos años muy duros de los que, ahora, poco a poco, está intentando resurgir”, indica Izarzelaia.

La renovación ha llegado de la mano de jóvenes emprendedores que tratan de recuperar los negocios hosteleros de antaño para reflotar el ocio nocturno, además de convertirse en un importante enclave cultural y artístico donde la moda juega un papel fundamental. No en vano, los habituales mercadillos celebrados a comienzos de mes en la calle Dos de Mayo reciben en cada cita una numerosa afluencia.

Se trata, sin duda, de historias de éxitos y fracasos a partir de un arrabal, allende la puente, que sigue muy vivo en la memoria y que trata de resurgir de sus cenizas para no caer en el olvido de la villa.