Bilbao - ¿Cómo surgió el encargo del retrato?
-Durante muchos años he trabajado con Iñaki Azkuna, a veces venía al estudio y hablando en una cena surgió el tema. De eso hace ocho años. Una vez que empecé, tuve la ayuda de una fotógrafa, Begoña Zubero, para hacerle una sesión de fotos.
¿No posó todo el rato?
-No, era muy difícil en una persona como él.
¿Cuánto tiempo le ha llevado?
-Terminé a los tres años, pero siempre que lo veía por el estudio lo modificaba. Le he cambiado la camisa, la chaqueta, tres veces el color de la corbata, le añadí la insignia de la Legión de Honor Francesa...
¿Y por qué sentado?
-Hice varias pruebas, de cuerpo entero, con fondo de escaleras imperiales, con medio busto... ha habido un proceso y, al final, esta opción fue la mejor.
¿Y el fondo inexistente?
-Le he dado muchas vueltas. No encontré ninguno que diera sentido al retrato. Al final, lo importante del retrato era él. Todo el que lo ha visto confirma que ha sido un acierto.
¿Y el propio Azkuna?
-También estuvo de acuerdo.
¿Vio el cuadro antes de morir?
-Vio todo el proceso, menos la última versión.
Azkuna no era mucho de ser protagonista... ¿Quería retrato?
-Hombre no era mucho de eso, todos los sabemos y sobre todo un retrato en cuadro, muy histórico... pero en el proceso vio los bocetos, las primeras manchas, lo vio casi acabado y le gustó.
Areso dice que lo ha clavado.
Creo que sí, el gesto de las manos y de la cabeza era muy suyo. - Alberto G. Alonso