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Un cementerio surgido entre viñedos

El pequeño camposanto de Deusto, vestigio de aquella anteiglesia independiente, sigue vivo para sus vecinos

Un cementerio surgido entre viñedosFoto: Oskar Martínez

Las obras de construcción de unos bloques de viviendas rompen con su soniquete la calma del cementerio. Bajo un sol de justicia y con la estampa de Bilbao a sus pies, Gaizkane Aurrekoetxea recoge agua en una fuente para un coqueto ramo que coloca en el nicho en el que descansa su marido, fallecido hace apenas dos años. También sus padres, y sus abuelos... “Desde hace más de 100 años, toda mi familia está enterrada aquí”, explica. Vecina de Deusto, “tomatera de toda la vida”, acude asiduamente al pequeño camposanto para cuidar sus lugares de reposo. Aunque el cementerio de referencia de Bilbao es ahora el de Derio, los vecinos de Deusto siempre han sentido como suyo este pequeño espacio ubicado en la ladera de Arangoiti, vestigio de aquella anteiglesia independiente. “Para nosotros siempre ha sido nuestro cementerio. Le tenemos cariño y todo”, explica Gaizkane. Aunque no se admiten nuevas concesiones, las familias siguen enterrando aquí a sus allegados fallecidos.

Los primeros enterramientos datan de 1894, en una época en la que el ahora barrio bilbaino de Deusto constituía una anteiglesia independiente, al igual que Begoña; de ahí la existencia de ambos cementerios. Cuentan que se construyó sobre los numerosos viñedos que se ubicaban en la zona, pegando al solar donde se erigía la facultad de Magisterio de la UPV/EHU. Con su entrada principal desde la antigua carretera de Enekuri, su apariencia apenas varió con los años, hasta que, en 1999, la Diputación expropió la zona más baja para construir los accesos por Ibarrekolanda. Ello obligó a exhumar las pequeñas tumbas que se ubicaban en ese espacio, en el que se enterraba en tierra.

Actualmente, en el cementerio de Deusto únicamente existen nichos y panteones: desde 1988 se dejaron de realizar inhumaciones en tierra. El principal cambio para el pequeño camposanto llegó dos décadas después: el Ayuntamiento decidió retirar todas las tumbas, que estaban muy deterioradas por el paso del tiempo, al igual que se hizo en el de Derio. Se exhumaron 628 restos que descansaban directamente en la tierra. Después de aquel proceso, el cementerio ha ganado una gran cantidad de zonas verdes: todos los laterales, junto a los muros que todavía lo rodean, además de anchos pasos entre los majestuosos panteones. Los hay que representan pequeña basílicas, con bellas esculturas en mármol blanco; otros, más sencillos, apenas disponen una gran losa en la que están inscritos los nombres de las familias propietarias. Junto a las tres grandes capillas y los 70 panteones, los más numerosos son los nichos. Existen 600. Juan de Ajuriaguerra es, quizás, el más ilustre de los que descansan en este camposanto. También aquí recibían sepultura los jesuitas de Deusto, hasta que hace unos años los restos se trasladaron al Santuario de Loiola.

Aunque no se otorgan nuevas concesiones, las familias que ya disponen de un nicho o panteón pueden seguir dando aquí sepultura a sus allegados. Tampoco son muchos, apenas una veintena al año. Pese a que su ubicación en un entorno ya urbano no lo asegura su futuro a largo plazo, para los vecinos de Deusto seguirá siendo siempre su cementerio. El de toda la vida.