BILBAO. Es una apuesta por recuperar el espíritu de comunidad, ese en el que la vecina te subía la bolsa de la compra a casa o tu cuñado pintaba la habitación en una tarde. El Banco del Tiempo que gestiona la Fundación Aldauri lleva ya seis años funcionando en Bilbao y su experiencia está siendo todo un éxito: más de 300 usuarios, ofertas y demandas tan variadas como clases de nepalí o una señora mayor que quería que alguien le leyera el periódico un rato. Y, sobre todo, la satisfacción absoluta de todo aquel que lo ha probado. Ahora, la iniciativa que nació en Bilbao La Vieja quiere abrirse a toda la capital vizcaina.
A lo largo de los últimos seis años, el Banco del Tiempo ha ido ganando adeptos y un gran reconocimiento entre sus usuarios. La filosofía del banco es sencilla: generar una comunidad en la que cada persona pueda ofrecer sus habilidades para ayudar al otro, sin que sea necesario pagar dinero por ello. Los servicios se cobran en tiempo, un tiempo que después se puede canjear. “La gente lo toma como un trueque: yo te corto el pelo, tú me das clases de inglés. Pero no es así: si yo estoy media hora cortándote el pelo, tengo media hora de tiempo acumulada para acceder a otros servicios. No es favor por favor, es tiempo por servicio”, explica Leire Casas, administradora de la iniciativa.
Convencidos de su iniciativa, la Fundación Aldauri quiere que esta nueva forma de relacionarse llegue también a otros barrios de Bilbao. Ya han contactado con varias asociaciones vecinales y de mujeres, AMPA, hogares de jubilados y grupos de tiempo libre para cederles gratuitamente el software que permite gestionar el banco del tiempo. “Tenemos peticiones de todo el mundo, ¿por qué no íbamos a promoverlo también en otras zonas de Bilbao?”, reflexiona Casas. Aunque en el banco que gestionan desde Aldauri tienen usuarios de diferentes zonas de la capital vizcaina, reconoce que lo ideal es que cada barrio cuente con su propio programa. “La idea es que, a través de estos servicios se genere comunidad, que se vuelva a los intercambios de aquello que se llamaba buena vecindad. De hecho, el fin último de los bancos del tiempo es desaparecer, que esos intercambios de favor por favor fluyan de forma natural”.
La Federación de Asociaciones de Vecinos de Bilbao ya ha mostrado su interés por la iniciativa. “Nos parece una idea muy buena y nuestra intención es darle un empujón a la vuelta del verano, para ver si, en los diferentes barrios de la villa, cuaja la idea”, explica Francisco Javier Muñoz, presidente de la federación. La asociación de vecinos de Zorro-tza ya está trabajando para que este barrio bilbaino pueda intercambiar servicios a cambio de tiempo en los próximos meses.
De Islandia a Paraguay Aldauri ya ha cedido su programa casi un centenar de veces; su sello está en otros bancos del tiempo de Bizkaia (Basauri, Berriz, Lekeitio...), del Estado (Cantabria, Gijón, Nafarroa, Valencia, Girona...) pero también en Colombia, Islandia, Paraguay y Guatemala. La fundación les cede el software, que cada asociación o municipio puede adaptar en su propia página web, con un diseño propio.
Actualmente son más de 320 las personas que intercambian servicios sin que medie el dinero, una cifra que ha ido incrementándose con los años. Iniciaron su andadura con apenas 12 usuarios, pero año a año cada vez más personas se fueron apuntando: 109 en 2009, 92 al año siguiente, 78 en 2011, 49 en 2012... A diferencia de otros bancos del tiempo, en los que el perfil de usuario es el de una mujer mayor, en Bilbao es totalmente diferente: la mayoría de sus usuarios son jóvenes -el 82% de los usuarios tiene menos de 50 años y casi la mitad, entre 18 y 35- y prácticamente son los mismos hombres que mujeres. Enganchar a la gente más mayor es ahora uno de sus objetivos. “La gente mayor entiende el trueque y podrían entender el concepto si utilizáramos cheques en papel, pero el programa informático se les hace un poco cuesta arriba”.
El Banco del Tiempo se puso en marcha en 2008, como una iniciativa del área social del Ayuntamiento de Bilbao. El encargo recayó en la Fundación Aldauri, una entidad vinculada al tejido vecinal y social de Bilbao La Vieja, San Francisco y Zabala, y que, entre otros, desarrolla el proyecto Konekta para facilitar el acceso a las nuevas tecnologías a colectivos en riesgo de exclusión. “Como parte del proyecto, vieron que podía ser interesante que nosotros lo pusiéramos en marcha porque la gente ya nos conocía y éramos un punto de encuentro”, explica Casas. No fue fácil, no sabían cómo gestionar un proyecto de este tipo. La única experiencia de Banco del Tiempo que existía en Bizkaia era la que las pioneras de Andra Berri, una asociación de mujeres, habían puesto en marcha en La Peña. “Todo el registro de usuarios, los intercambios... lo hacían en un cuaderno. Y el pago de los intercambios se hacía en cheques de papel con el tiempo que habías invertido”, relata la coordinadora. “A ellas les funcionaba bien, les resultaba muy práctico, pero para nosotros era muy trabajoso”. Teniendo en cuenta que el uso de las nuevas tecnologías es una de sus bases, pronto dieron con la clave: por qué no aprovechar esos recursos para gestionar el Banco del Tiempo. No encontraron ningún programa informático que pudieran utilizar, por lo que decidieron desarrollar uno propio.
Servicios para todos Al apuntarse al Banco del Tiempo, cada persona recibe tres horas para empezar a hacer intercambios. Aunque la inscripción puede realizarse on line, los nuevos usuarios deben acudir a Aldauri para formalizar su entrada en el banco. Allí reciben un carné con una fotografía, que no se muestra en la página web. “Es una forma también de romper estereotipos”, admite la coordinadora, sobre todo en torno a la población inmigrante. “Y se establecen relaciones que de otra forma no se darían, porque es un ámbito neutral”. Muchas personas, cuando se apuntan, no saben qué ofrecer. “Pero hay servicios que se piden que cualquier persona puede hacer, no se necesita ninguna habilidad: leer a una persona que tiene mal la vista, subir la compra a un piso sin ascensor...”, explica la coordinadora.
Las ofertas duplican, además, las demandas, una muestra de la fidelidad de los usuarios por el Banco del Tiempo. “Nuestro miedo al poner en marcha el banco era que la gente pidiera un servicio y luego se fuera, pero ha sucedido todo lo contrario. Hay más gente que ofrece que la que pide, hay más gente que acumula tiempo. Y no ha habido personas que hayan desaparecido con 0 horas”.
La gestión de Aldauri se limita a mantener a punto la página web e inscribir a los nuevos usuarios. Pero son estos los que mantienen vivo el banco, los que se ponen en contacto directamente entre sí, bien a través de un teléfono o un correo electrónico de contacto. Aunque también prestan una de las salas de la fundación, ubicada en la plaza Corazón de María, para servicios como clases de idiomas o de informática. En el banco del tiempo, los usuarios también valoran los servicios recibidos. No tanto su profesionalidad -“no se piden que sean servicios profesionales”, aclara Leire-, sino la satisfacción: si ha llegado a tiempo, si es una persona disponible, si ha sido agradable... Toda esa información la puede consultar cada usuario antes de decantarse por uno u otro servicio.