SI llueve se resguardan debajo del puente. La iluminación es óptima. Se trata de un lugar céntrico de Bilbao y no tienen restricción de horarios, ya que se encuentran en el espacio público. "Es el sitio perfecto para ensayar nuestros bailes", cuenta Pilar Soliz, la coordinadora de un grupo de bailarines que cada noche, a partir de las 21.00 horas aproximadamente, se reúne debajo del puente del Ayuntamiento, en el muelle de Ripa. La mayoría proceden de Bolivia, pero también los hay de Perú, Alemania, Nicaragua, Ecuador o Colombia. "Es decisión nuestra estar aquí. No molestamos a nadie y tampoco nadie nos molesta, por lo que no hay ningún problema", explica Pilar, afincada en Bilbao junto a su hija desde hace siete años.

La música suena en un altavoz que parece un coche decorativo que traen desde su casa y comienzan los ensayos del pasacalles de caporales. Las chicas mueven la cintura para que las polleras -las faldas típicas con las que ensayan- se muevan al ritmo de la melodía. "Somos los únicos que con asiduidad ensayamos en un espacio público de Bilbao. Las instituciones lo saben y nos han ofrecido lugares de ensayo, pero el problema es que no podemos ceñirnos a los horarios que nos proponen para estar en un sitio cubierto", relatan, muy agradecidos por las propuestas recibidas hasta el momento. "Solicitamos un sitio para ensayar pero como muchos trabajamos y salimos tarde, no hemos podido aceptar las propuestas que nos han hecho".

Lo hacen porque es su hobby, su pasión, su distracción, la manera de sentirse cerca de su país, Bolivia. "Igual que nosotros nos adaptamos a la cultura vasca e intentamos acercarnos a los bilbainos, queremos que ellos nos conozcan, hacer que Euskadi y sus ciudadanos también se integren con nosotros".

Asomados desde el puente del Ayuntamiento, en una mirada mientras pasean al perro o cuando giran la cabeza al hacer footing, este grupo de bailarines creado a través de la Fraternidad de San Simón no pasa desapercibido para los bilbainos que pasan por el muelle de Ripa. "La gente nos aplaude, nos sacan fotos, nos preguntan qué hacemos y eso es muy motivador. No siempre nos pueden ver encima de un escenario, por lo que la calle se convierte en un buen lugar para disfrutar de nuestros bailes", expresa la joven Wanda Flores, de 16 años.

Camila es la integrante más joven del grupo, con 13 años. El integrante más veterano tiene 40. A pesar de que las personas que integran el grupo van rotando en base a sus circunstancias personales, existe un vínculo entre ellos que les une y hace que funcionen como equipo, a pesar de haberse conocido todos en Bilbao y pertenecer a mundos distintos. Bailarán "hasta que el cuerpo se lo permita". Aun así, no solo se juntan para bailar, "también celebramos cumpleaños o hacemos barbacoas juntos". Se crean lazos que van más allá de la música.

En esta labor de ensayos y búsqueda de lugares para hacerlo, la Fraternidad de San Simón se ha sentido apoyada y ha estado en contacto, por ejemplo, con Harresiak Apurtuz, la coordinadora de distintas ONG en Euskadi de apoyo a inmigrantes. "No damos cobertura a asuntos relacionados con temas culturales o folclóricos, solo trabajamos en incidencia política, pero hay entidades en Bilbao que se dedican a ello y ofrecen acompañamiento", explican desde Harresiak Apurtuz.

Euskal dantzak Los ensayos de las últimas semanas estuvieron dirigidos a la actuación que realizaron en BEC, en Barakaldo, coincidiendo con la feria Expovacaciones 2014. "Nos hizo mucha ilusión porque es un escenario importante, pero también hemos actuado hace poco en una feria gastronómica organizada por el Ayuntamiento de Iruñea que estuvo muy bien".

La Fraternidad de San Simón realiza coreografías de alrededor de cuatro minutos, donde explican a través de distintos pasos cómo se inició y se ha ido desarrollando el caporal a lo largo de los años. Incluso bailan con tacones de 12 centímetros de altura. Eso sí; para los ensayos a pie de calle utilizan calzado cómodo y deportivo. En cuanto a los trajes, los diseñan y cosen ellos mismos. "Pero solo si son sencillos", recalcan mientras se disponen a ensayar la siguiente coreografía, en la que incluyen más acrobacias. "También preparamos nosotros las coreografías", comenta Pilar Soliz.

Todos los eventos son bienvenidos; sin embargo, hay actuaciones que les aportan especial alegría. "Nuestra mayor ilusión sería bailar en el escenario que ponen en la Plaza Nueva durante Aste Nagusia", confiesa Tatiana Soliz, hermana de Pilar. "Los carnavales de la ciudad también nos gustan mucho, porque bailamos en la Gran Vía y en Sestao".

Las más de veinte personas trabajan duro todos los días, entre las 21.00 y las 23.00 horas, en caso de que haya actuación. "Si no tenemos actuaciones previstas, nos juntamos para ensayar solo los martes, jueves y viernes". Las danzas tradicionales de Bolivia son su punto fuerte. Aun así, no se cierran puertas a ningún baile: "Hemos aprendido un poco de euskal dantzak. De hecho, los caporales y las euskal dantzak se parecen en algunas vestimentas y movimientos, aunque parezca mentira".

Wanda, Pilar y Tatiana acaparan la primera fila. "¡Vamos chicas, la última!", les anima Pilar, la coordinadora. Karen, Patricia, Noemí y Telma les siguen en las filas de atrás. Julio, Edwin y Milton ensayan primero junto a las chicas, pero después se retiran para ensayar y hacer hincapié en algunos de los pasos de manera más individual y especializada. Conforman un grupo muy variado que se convierte en un único bloque en cuanto empiezan a sonar los caporales.

Pero la Fraternidad de San Simón no es la única que utiliza espacios públicos para sus ensayos, aunque sí quien lo hace con mayor asiduidad. Betty Silva es la presidenta de Red Madre en Bilbao, un grupo de casi treinta personas, sobre todo mujeres, que se refugian unas en otras. Las morenadas son su terapia: las danzas de la zona altiplánica de Bolivia. Hasta hace un mes se reunían en la conocida como la Plaza de las Piedritas de Zumalakarregi. "Volveremos en junio, porque ahora no tenemos tiempo para ensayar. El baile nos ayuda a liberarnos", recalca Betty. "Bailamos para que nuestra cultura no se pierda y para que la juventud siga con las tradiciones bolivianas, aunque estamos muy contentos en Bilbao". Muchas de las mujeres son madres, pero es un grupo abierto a todo aquel que quiera mover el cuerpo. "Además de danzar, nos ayuda a olvidarnos de todo por un momento y a relajarnos, ayudándonos mucho entre nosotras".

Unir fuerzas La Fundación Ignacio Ellacuria es uno de los centros sociales de Bilbao que se dedica a la educación y sensibilización intercultural, entre otras muchas cosas. El programa Musikari artean, por ejemplo, es una iniciativa creada para fomentar el apoyo a grupos formados por personas inmigrantes que están en Bilbao y que participan en diversas actuaciones para darse a conocer.

Xabier Zabalo, miembro de la Fundación, afirma que "lo ideal es que tengan un soporte común digital para publicar sus canciones e interrelacionarse a través de los contactos que creen a través de la web". Zabalo confiesa que "no dan cobijo a grupos de bailarines para sus ensayos, porque no tenemos espacio para ofrecerles. No estoy en contacto con ningún grupo de baile". Aun así, apuesta fuerte por que "todas las asociaciones y grupos que están en la calle se relacionen entre sí, para que los inmigrantes que se encuentren en la ciudad puedan interlocutar con las instituciones". Es uno de los objetivos que persiguen desde la Fundación Ignacio Ellacuria es que todos los grupos, como puede ser la Fraternidad de San Simón o Red Madre, se unan. "El ideal está lejos de ser conseguido, de momento", explica Zabalo, apuntando al trabajo que tienen por delante.

Conscientes de que los ensayos en las aceras bilbainas son hilo transmisor entre las distintas culturas, Xabier Zabalo apunta que "también nos interesa que ellos se abran a la cultura vasca. Lo importante es que haya interlocución, que los inmigrantes empiecen a salir de su gueto y empiecen a estar con los bilbainos. Compartir participación en distintos eventos une mucho".

Las calles de Bilbao llenas de baile. Euskal dantzak, caporales o morenadas. El ritmo y las coreografías pueden ser un nexo de unión entre distintos colectivos de inmigrantes y la villa, un motivo de acercamiento entre personas de distinta procedencia, gustos, edades o cualidades. El reto principal es crear lazos que deriven en una comunicación bidireccional que fomente la interculturalidad en Bilbao.