De bilbaina a bilbaino. Consuelo Crespo ha pasado el testigo de la presidencia del Comité de Unicef en el Estado a Carmelo Angulo. Se conocen desde hace más de una década, ya que Carmelo fue profesor de Consuelo en el máster en Desarrollo y Cooperación Internacional de la UPV. Sus caminos se han vuelto a cruzar en un despacho de Madrid, del que una sale y el otro entra. Sentimientos contradictorios ante una etapa llena de esperanza para ambos.

En ocho años en el cargo, Consuelo Crespo ha tenido que hacer frente a un proceso de profesionalización de la organización. "En Unicef hay que trabajar con una visión global y Carmelo sabe muy bien lo que eso significa: es un experto en las relaciones internacionales, ha conocido el mundo de la cooperación y ha vivido en muchos países. Estoy muy contenta porque sé que su capacidad y experiencia le van a permitir llevar a cabo un gran liderazgo". Palabras de afecto y admiración hacia su compañero, que reconoce coger un "legado de lujo": "Consuelo ha sido una persona dialogante, abierta, que ha escuchado y que ha integrado. La prueba está en los resultados cosechados. El legado que nos deja es de lujo, pero los tiempos están cambiando, los países donantes están en crisis y tenemos nuevos retos que abordar", cuenta Carmelo, cuya labor en estas primeras semanas está siendo "escuchar, entender y actuar".

Sin estar escrito en ninguna partitura, Bizkaia ha sido el epicentro de la presidenta saliente y la persona entrante. No fue casualidad. Después del contacto mantenido en la universidad, Consuelo invitó a Carmelo a formar parte del Patronato de Unicef, que ha sido quien le ha elegido como máximo dirigente del comité del Estado. "El relevo se ha dado con naturalidad, somos bilbainos universales, nos une el amor por la infancia, la idea de la solidaridad, la cooperación público-privada y todo se ha dado casi por lógica", cuenta Carmelo, quien recuerda que habló con Consuelo cuando esta era candidata a la presidencia, hace ocho años: "Jamás pensé en estar ahora sentado aquí".

Después de dos candidaturas, Consuelo, nacida en Catalunya pero bilbaina de adopción desde hace 39 años, explica la paradoja que se ha producido en el cambio: "Los conocimientos que Carmelo nos transmitía en el máster me han servido de mucho y es una gran satisfacción que se cierre el círculo y, en vez de acercarse el a mí para difundir enseñanzas, sea yo quien me acerque a el para transmitirle el liderazgo que he adquirido".

Bomba de sensaciones: buenos recuerdos, satisfacción, agradecimiento, esperanza e ilusión. Son las palabras que Consuelo repite constantemente durante la conversación, en la que halaga a su sucesor una y otra vez: "Es una persona con un perfil muy completo, profesionalmente brillante y con cualidades necesarias para gestionar una organización internacional, con conocimiento profundo de la realidad en muchos ámbitos, un hombre con mucho carisma y todo un maestro". Se le percibe tranquila, con confianza hacia el nuevo equipo que a partir de ahora se enfrenta a la complejidad de dirigir una institución como Unicef: "Es más complejo que gestionar una empresa cualquiera. Tenemos que trabajar con muchos actores y aliados, con el sector público y privado, voluntarios y profesionales contratados, con Unicef internacional y con la sociedad civil", explica la expresidenta. Carmelo es consciente de todo ello y, por eso, asume el nuevo papel con gran responsabilidad: "Me siento muy bien, es un relevo maravilloso, gratificante y excitante. Como bilbaino, me siento muy contento del trabajo que ha hecho Consuelo", concluye.

Lo cierto es que las cifras así lo demuestran: en ocho años, los socios a nivel del Estado se han incrementado en un 68%. Ahora, en otra época bien distinta a la de 1996, la labor del nuevo equipo se centrará en otras claves, tal y como destaca el de Bilbao: "Estoy apasionado y entusiasmado, miro con respeto los grandes retos. Es un momento difícil para los derechos humanos, que hay que defender desde la infancia. Me vuelvo a poner la camiseta azul de Naciones Unidas y de Unicef. Es un gran honor vestir esta camiseta de un equipo humano y una institución de tan grande prestigio".

Éxito en Euskadi

Los dos conocen de cerca el comité que Unicef tiene en Euskadi; sobre todo Consuelo, que fue presidenta del mismo antes de dar el salto a Madrid. Ambos coinciden en que "ha sido siempre un comité pionero". Siendo la primera comunidad autónoma que dedicó un presupuesto para la cooperación internacional al desarrollo y con más de 17.000 socios en la actualidad, destacan que "hay un potencial enorme y gente muy formada porque existen en Bilbao tres postrados universitarios sobre derechos humanos y ayuda humanitaria", explica Consuelo.

Nuevas expectativas. Ilusiones renovadas. Mutuos halagos. Sus discursos se parecen, pero los próximos meses tendrán tientes distintos para ambos: mientras Consuelo se aferra a la idea de que "no me puedo quedar con los brazos cruzados y no voy a dejar de aportar mi granito de arena, aunque no sé todavía desde dónde", Carmelo apuesta por el trabajo que le queda por delante como presidente. Se mirará en el espejo del anterior equipo de gobierno de Unicef en el Estado para seguir trabajando duro