Un vergel que crece en altura
Bioeskola BBK instala un huerto vertical en la plaza del Arriaga para el disfrute de los más txikis
Bilbao. LA feria de Santo Tomás no deja indiferente a nadie. Todo el mundo encuentra su parcela de disfrute en la fiestas del agro vasco por excelencia; un encuentro que busca poner en valor los productos de la tierra, de nuestra tierra. Así, para que las próximas generaciones tengan presente la importancia de los productos naturales, ecológicos y, sobre todo autóctonos, Bioeskola BBK, con la colaboración de Emaús, instaló un huerto vertical y ecológico en el recinto de la feria de Santo Tomás.
"Es una iniciativa interesante. Está bien que los niños aprendan de dónde vienen los vegetales, porque hay veces que se piensan que las lechugas crecen en las baldas de los supermercados", afirmaba uno de los aitas, mientras su pequeño se ponía a la tarea. "Este tipo de actividades son muy importantes. El otro día en una encuesta preguntaban a los niños de qué color son las vacas y muchos respondían que eran lilas, como la del anuncio", añadía una de las amas presentes en la plaza del Arriaga.
En el marco de la iniciativa Sembrando un huerto ecológico de altura, el vergel vertical se instaló en plena plaza del Teatro Arriaga. Nada más abrir las puertas del huerto ecológico, en torno a las diez y media de la mañana de ayer, los niños fueron acercándose a la caseta para hacerse con su planta. Los pequeños comenzaron a elegir entre varios tipos de vegetales ecológicos que después plantaron en un bloque vertical con módulos llenos de tierra. Hasta 150 espacios que los niños llenaron con los diferentes tipos e vegetales. "Venimos directos al puesto porque los niños querían plantar", asegura la ama de Oier y Esti.
La tarea fue acogida con un interés excepcional. Los pequeños hacían cola junto a los bloques verticales que formaban el huerto mientras llegaba su turno. Cuando la espera finalizaba, las monitoras les acompañaba hasta la caseta donde tenía que tomar la primera decisión. ¿Qué plantar? "No se qué pasa, pero ninguno de los niños quiere plantar las acelgas. Hay escarola, puerros, cebolleta, coliflor... y todas están teniendo buena aceptación, pero las acelgas no las quieren ni ver", bromeaba una de las monitoras pertenecientes a Emaús que ayudaron ayer a los niños a plantar los vegetales.
La segunda decisión de los txikis era en qué celda del huerto instalar el vegetal escogido. El tercer paso era "ponerse a ello". "Hay que abrir un hueco en la tierra, meter la planta y presionar", explicaba la monitora. "Venga Itxaso aprieta bien", animaba una ama a su pequeña.
La iniciativa dio "mucho juego", especialmente entre los más pequeños de la casa. Y es que la mayor parte de los agricultores apenas superaba los siete años y muchos de ellos rondaban los 3 o 4 años si no menos. "Les gusta mucho eso de plantar. En la terraza de casa tenemos un pequeño huerto y plantamos juntas y les encanta", puntualizaba Vanesa, la madre de Izaro y Oihane, que a sus 2 y 3 años, respectivamente, mostraban su habilidad en el arte de la siembra. "Vosotras ya habéis plantado antes más cosas. Se nota que sabéis cómo se hace", les decía la monitora.
Amets y Eric fueron otros de los pequeños hortelanos que se acercaron ayer a la plaza del Arriaga. Sin llegar siquiera a los dos años escogieron su vegetal, lo plantaron e, incluso, se animaron a regarlo. "Es que esta generación viene con fuerza. No se qué le tendrá la papilla que les damos", bromeaba su aita. También Antón, de dos años, se metió en la piel de un agricultor, "aunque está más pendiente de comer pan que de la planta", decía su ama.
El regalo Después del trabajo bien hecho, los pequeños recibieron su recompensa. Cada uno de los niños que participaron en esta actividad recibieron un regalo; un vegetal que muchos de los niños se llevaron a casa con la intención de "plantarla y comérnosla cuando crezca".
La bolsa de regalo contenía además una ficha informativa con las instrucciones de cultivo del vegetal en cuestión y una receta como sugerencia para cocinar la verdura elegida. Además de una reglar "para medir cuánto crece su plantita", según las monitoras. No solo los niños recibieron un premio tras la actividad, los adultos fueron premiados con una bolsa con semillas de perejil para que las sembraran.
La práctica totalidad de los menores aseguraban ser amantes de las verduras ante las caras de asombro de sus aitas y amas. "En casa sí comen verdura. En ese sentido estábamos muy metalizados y les hemos enseñado a comer de todo, pero esta es la primera vez que plantan algo", afirmaban Patxi y Saioa, aitas de David, Sergio y Javier.