Bilbao. POR muchos años que hayan transcurrido desde aquel fatídico 23 de octubre de 1980, a Javier Ballesteros no se le olvida el traslado que realizó ese día al Hospital de Basurto de cuatro niños malheridos en la trágica explosión de gas en un colegio de Ortuella. "Aquello fue muy fuerte", recuerda emocionado. A Koldo Galarza, por su parte, tampoco se le va de la memoria el accidente aéreo del monte Oiz ni las inundaciones de 1983. Ambos estuvieron allí, en las catástrofes, colaborando como voluntarios. Y gracias a ellos, entre otras muchas personas, pudieron garantizar las comunicaciones por radio para que los servicios de emergencia funcionaran. Porque Javier y Koldo son radioaficionados. Comenzaron en el mundo de la ondas como un hobby, pero acabaron convirtiendo la afición en una estupenda herramienta de sus inquietudes altruistas. Ambos son miembros de la Red Radio Emergencias (Remer) de Bizkaia, un órgano que depende de la Dirección General de Protección Civil del Ministerio del Interior. La semana pasada, la Subdelegación del Gobierno rindió un emotivo homenaje a los más de 70 radioaficionados que componen la red por su servicio desinteresado a la ciudadanía.

Tanto Koldo como Javier se hicieron radioaficionados por "contagio". Koldo, por ejemplo, dice que le vio a alguien hablar, no recuerda a quien, y eso le movió a comprarse una pequeña emisora. "Así es como me entró el gusanillo", recuerda. A Javier le pasó algo parecido. Descubrió las ondas como un entretenimiento más de su vida. Los dos tiene la misma edad, 66 años, y los dos entraron en el mundo de las telecomunicaciones en la misma época, a principio de los ochenta. Y lo dos, que no se conocían de nada, decidieron dar una utilidad a su hobby a raíz de la tragedia del colegio de Ortuella. "Comenzamos a crear un pequeño grupo dentro de Protección Civil", recuerda Javier, "para garantizar las comunicaciones cuando surgía una emergencia". "Al principio éramos un grupo verde y otro rojo", prosigue contando Javier, "y cada semana hacíamos guardia uno de los grupos". Así hasta que se produjeron las inundaciones.

Inundaciones Las inundaciones del verano de 1983 en Bizkaia pusieron a prueba la solidaridad y la fortaleza de estos dos voluntarios. Koldo, que vivía en Zalla, no puede olvidar los cuatro días que estuvo en Artxanda metido en un coche garantizando las comunicaciones. "Vino un equipo de Barcelona con una unidad muy moderna, y gracias a eso pudimos mantener contacto con los pueblos como Bermeo que estaban incomunicados", recuerda. Javier cuenta que él estuvo "quince días en las instalaciones del vertedero de Artigas sin poder salir ni comer decentemente, y mientras, mi mujer estaba dando a luz en el hospital". Allí realizó las labores de comunicación "con una emisora conectada a la batería de un coche".

Las inundaciones fueron decisivas para que el grupo de radioaficionados se constituyera como un auténtica red de comunicación para casos de emergencia. Y, desgraciadamente, tuvo un trabajo decisivo pocos años después, en el accidente aéreo del Oiz de 1985. Koldo realizó labores de comunicación desde lo alto del monte y Javier, además de manejar la emisora, estuvo "clasificando cadáveres" en Garellano". "Fue también muy duro", señala.

Pero no todos los recuerdos van a ser malos. Javier se emociona al recordar las maniobras de rehabilitación cardiovascular que realizó a un niña de tres años en Galdakao tras un accidente de tráfico. En aquella ocasión, la experiencia de Javier como sanitario en Protección Civil fue vital para salvar a la pequeña. De todos estos pequeños detalles se sienten muy orgullosos tanto Javier como Koldo. "A nosotros nos produce una gran satisfacción el trabajo que realizamos", dice Koldo. "Y lo hacemos", resalta Javier, "porque nos gusta ayudar al prójimo". No les importa tener que estar "todo el día a la escucha", a pesar de que existen turnos de guardia. "El canal de emergencias, el UHF, siempre lo tenemos abierto", señala Koldo. Afortunadamente, en los últimos años no han tenido que poner en movimiento todos sus efectivos porque no se han producido catástrofes, que es donde verdaderamente son necesarios. Aun así, siempre están en guardia en la Red Radio Emergencias (Remer). Una vez a la semana comprueban que todos los equipos técnicos funcionan y cada dos meses realizan un simulacro de actuación.

Radioafición La ausencia de grandes emergencias les permite a los dos mantener muy activa su faceta de radioaficionados. "Yo, como estoy jubilado y tengo mucho tiempo libre", dice Koldo, "me levanto a las cuatro de la mañana para hablar con Cuba o México". Lo mismo hace Javier, que habla casi todos los días con un amigo de Texas. Como anécdota curiosa, cuenta Koldo que recientemente tuvo la oportunidad de poner en contacto a un comandante de una líneas áreas venezolanas, que era de Hernani, con su madre mientras él iba en pleno vuelo y ella estaba en el pueblo guipuzcoano. Todo lo hizo gracias a su emisora y a un teléfono móvil. Cosas de los radioaficionados, que siempre están hablando y a un bajo coste, lo que cuesta un equipo. Javier y Koldo coinciden que por algo más de cien euros se puede empezar a operar y entrar en esa "red de amigos" que se consideran los radioaficionados. Una vez en la red, sólo hace falta tener un espíritu solidario y desinteresado como el de Koldo y Javier para entrar en Remer.