TODO comienza y todo acaba. Doña Sardina posó sobre un pedestal en la Plaza Nueva y se dejó fotografiar minutos antes de que fuera pasto de las llamas. Lluvia y frío. El Carnaval estaba a punto de terminar. Después de seis días de intensa fiesta en la capital vizcaina, los bilbainos fueron testigos de este tradicional rito. Eso sí, con el permiso de Farolín y Zarambolas, que no faltaron a la cita.
Las temperaturas gélidas no fueron excusa para dar el último adiós a Doña Sardina. Ardió y, en cuestión de minutos, el símbolo del Carnaval de la villa se convirtió en ceniza ante la atenta mirada de grandes y pequeños. "Vaya fuego", exclamaba Julen, un pequeño disfrazado de Superman que observaba atentamente el ritual a hombros de su aita. Pero no fue el único que siguió esta tradición sin perder detalle. June, vestida de hada, agarraba de la mano a su amama mientras miraba la solemnidad de este fúnebre espectáculo. "¿Le duele? Me da pena", decía la pequeña. "No te preocupes que el año que viene vuelve", le respondía la mujer intentando consolar a la niña.
El escenario elegido para dar fuego a Doña Sardina fue un año más la plaza del Arriaga. Con puntualidad británica, el recorrido comenzó a las 19.30 horas. Doña Sardina fue introducida en una carroza para transportarla por las calles del Casco Viejo. Despacio, sin prisa, paseó bajo la lluvia por el asfalto mojado de las Siete Calles. El público acompañó al cortejo hasta el regreso al Arriaga, vistiendo de luto y portando velas. En el transcurso del pasacalles, las paradas tuvieron un fondo de fuego y de luz, lluvia de efectos especiales y el acompañamiento de unos percusionistas muy especiales: el ejército de carneros al servicio de Doña Sardina y Begoña, la primera mujer inquisidora que este año que, por primera vez, encabezó el desfile.
Y así, siguiendo la tradición y tal y como aconseja la concejala de Turismo y Fiestas, Itziar Urtasun, "el martes nos toca ejercer de plañideras y plañideros para despedir con los honores que merece a la que tantas alegrías nos ha proporcionado estos días. Hemos acompañado a Doña Sardina en los momentos divertidos y ahora tenemos el deber moral de vestirnos de negro y, vela en mano, despedir a Doña Sardina que se nos va con la promesa de volver el año que viene. A ella le debemos este último sentido hasta luego".
El colofón a tanta tristeza lo puso la quema, que invitó a los bilbainos a purificarse después de tanta juerga y desenfreno. "¿Le queman ahora?", preguntaba un pequeño disfrazo de payaso. No hizo falta respuesta. En cuestión de segundos el símbolo del Carnaval de Bilbao se cubrió de llamas. "Es el final, pero no os preocupéis, el año que viene yo, Doña Sardina, volveré a resurgir para disfrutar del Carnaval", se escuchó por megafonía.
El Carnaval 2013 tocaba a su fin. Ya queda menos para que las calles de la villa se llenen de perros, superhéroes, princesas y personajes variopintos que den, a pesar de la lluvia, un color especial a la ciudad. Pero eso será en 2014.