Bilbao. Sorprende, sobre todo, su optimismo. Casi se diría que Juan Carlos Ercoreca es más un roble que un hombre, inquebrantable ante las tempestades que nos rodean. Gasta una sonrisa natural, franca, nada impostada. Llevará, como cualquiera, la procesión por dentro, pero resulta placentero hablar con un hombre que no teme al porvenir, que lo mira a cara y se arremanga, se apresta y sale a su encuentro. Lo hace, además, de una concepción carpe diem de la vida, convencido de que el trabajo no es, no debe serlo, el eje de nuestras vidas.
¿Volverán en su balcón los nidos a colgar las golondrinas de los pequeños comercios de Bilbao?
De otra manera, pero volverán, claro que volverá. Tienen que volver. Todos los conceptos políticos liberales de Europa nos han llevado a que las grandes corporaciones tengan demasiado peso en la economía y el pequeño comercio se ha quedado atrás.
¿Por qué? ¿Qué paso?
Dominaban con el precio al hacer compras masivas de género y entre los pequeños ha faltado colaboración. Ahora estamos en un tiempo duro: se pierden los comercios clásicos y todavía no se han desarrollado los nuevos comercios locales. Pero llegarán.
¿Qué consecuencias tiene ese dominio de los grandes?
Vas a Londres y en las calles principales hay el mismo género que en las de París, Roma o Bilbao. Se ha perdido identidad. Y calidad, claro.
Habrá escuchado en más de una ocasión que Ercoreca era bueno pero muy caro...
Sí, claro. Pero no me lo he tomado como una crítica. En todo mercado hay marcas de referencia y acostumbran a ser las más caras. Fue una apuesta que en su tiempo salió bien.
Hablan del comercio digital como fórmula de futuro
Ya se ha visto que no funciona. Puedes comprar un artilugio tecnológico pero una camisa sin conocer el tacto, unos zapatos si saber cómo te calzan... No. Al ritmo que va internet ya se debería vender el 95 por ciento de los productos, y a la vista está que no es así.
¿Internet está descalabrado?
No, qué va. Pero internet es comunicación, es una herramienta increíble para un sinfín de cosas.
¿Acaso le falta humanismo, calidez humana?
Puede que sí, pero seguro que encuentran el camino para incorporar la pasión, el toque humano.
Que hable la experiencia ¿Qué soluciones atisba?
Hay que cambiar de criterios como el cliente cambia de gustos. Hay que ser más flexible e ir siempre una zancada por delante, procurar ser más competitivos en los precios.
¿Cómo? Las ideas parecen devaluarse...
La confianza en las buenas ideas y en la capacidad de la gente no se pierde. Ahora bien, algunas cosas que funcionaban en el pasado ahora no lo hacen.
¿Cómo repararlas, en qué taller?
Igual hay que ir a formatos diferentes, a nuevos modelos: una tienda en formato de cooperativa, qué se yo, donde se repartan riesgos y beneficios. Trabajar en equipo.
¡Como el Athletic! ¿Qué día se dio cuenta que no jugaría jamás en el club de sus amores?
Cuando fichó a un compañero mío, a Iñigo Liceranzu. O cuando fui a jugar a Lezama y me tocó medirme con Santi Urkiaga. Solo le vi cuando se iba camino del vestuario... ¡menudo baile! Pero no fue una desilusión porque era consciente de mis limitaciones.
A buscar otras diversiones, no como los jóvenes de hoy, que se aburren pronto...
¿Qué se aburren...? ¡Si son unos profesionales de la diversión!
Cambio de acusación: beben demasiado.
Tienen que vivir cinco vidas juntas para beber lo que yo he bebido.
¡No me asuste!
Controlándote, claro. Mi padre no era txikitero, pero tenía un tío que sí lo era. Recuerdo que les acompañaba por Erandio y ahí vi a un fenómeno del comercio.
¡Desenfunde!
Los txikiteros hicieron huelga porque subieron los precios del pote, plantándose en la puerta de los bares con sus botas en ristre. En todas, menos en una, donde había un cartel que decía "Aquí no sube el txikito".
¡Así cualquiera!
Calle. Entramos en el bar y el txikito era igual de caro que en los otros bares. Cuando le preguntaron el hombre confesó que el txikito costaba lo mismo, pero que la mano de obra sí que había subido. Ja, ja ja.
Y luego estaban Ellas. Así, con mayúsculas
Había una leyenda que decía que alguno había conseguido ligar, pero creo que era un infundio. Y eso que eran cuadrillas mixtas.
¿Y usted?
Me enamoré pronto. En la Uni caí como un panchito así que no tuve mucho tiempo para fracasar.
¡Que tiempos!
No soy una persona que mire atrás.
¿Ni para recordar los sueños incumplidos?
No he sido muy soñador. A lo sumo, con las selvas de Salgari o los piratas de Stevenson, porque sí que era muy lector. De ahí me viene mi gran vocación, escribir. Por eso estudié periodismo.
¿Y la tentación de escribir un libro?
Tuve épocas, ya no. Ahora me gusta leer sobre todo Historia y bilbainos relacionados con el comercio.
¡Marco Polo es Dios!
Si hubiese sido natural de Bilbao, sería mi gran ídolo. En los siglos XIV y XV ya había grandes comerciantes bilbainos muy apreciados. Ahora parece que el mundo está descubriendo Bilbao, pero ya lo tenían descubierto hace 500 años.
Un Bilbao grande y osado...
Mi aitite era chófer de Sota. Y le llevaban a Londres para hacerse el uniforme y las botas, así que ya ve.
¡Purasangre bilbaino!
Eso lo define mejor la capacidad de afrontar cualquier dificultad. Mire cómo salimos de la pérdida industrial y cómo de las inundaciones. Y cómo saldremos de la crisis actual.
¿Ahorcando a los políticos? En clave de metáfora, entiéndame.
Yo soy defensor de servicio público, de los políticos. Lo que no estoy dispuesto a que unos corruptos pongan en entredicho la democracia por la que tanto hemos luchado.
¿Y cómo solucionar esa lacra?
Haciendo que ganen más dinero. El mayor sueldo del país ha de ser para el lehendakari, que es quien más responsabilidad tiene. Otra cosa es si ha de haber 75 diputados o 42, pero hay que eliminar las tentaciones.
¿Les justifica?
A nadie. Si tú defraudas 6000 euros estás en peligro, así que aquel que mete la mano... ¡a la cárcel!
Volvamos a su formación... ¿Cómo ve el futuro del periodismo, tan negro como lo pintan?
No. Creo que en Internet se están haciendo cosas de interés. Mientras uno haga un trabajo de calidad encontrará un blog y un sueldo con el que vivir de forma digna.
Volvamos a su corazón... ¿El Athletic de hoy es aquel con el que soñaba cuando aspiraba a dirigirlo?
No. Yo creo que hay un déficit de comunicación que no es solo de ahora, sino incluso de cuando yo estaba en la junta. Sabemos lo que tenemos y hay defenderlo entre todos. Debe haber una continuidad, alguien que, por ejemplo, le explique a Bielsa por qué es importante subir a Begoña. La esencia.
¿Es Llorente un traidor?
Ni un traidor ni un hombre de su tiempo. Tampoco ha demostrado saber defender su business deportivo. Me parece, sobre todo, un hombre equivocado.
¿Que no daría por un amigo?
Lo he dado casi todo. Ahora, una cosa son los amigos y otra la cuadrilla. Yo tengo tres de los buenos y me doy por satisfecho.