Es una de las más multitudinarias, la más risueña por sus pequeños protagonistas y, aunque no es la primera, de alguna forma da el pistoletazo de salida oficial a las procesiones de Semana Santa. El paso del Borriquito volvió ayer a congregar en Bilbao a miles de personas que, con hojas de palma y ramos de laurel, contemplaron la solemne procesión de cientos de cofrades, con unos protagonistas de excepción: los niños, que compartieron paso con los mayores, y, al otro lado, no perdieron detalle del desfile a hombros de sus padres o sentados en las aceras.
La cita, ineludible para muchos vizcainos, era a mediodía en la iglesia de San Vicente, junto a los Jardines de Albia, pero mucho antes decenas de personas se agolpaban ya en las aceras para no perder ni un detalle de la que, probablemente, sea la procesión más multitudinaria de cuantas se celebran en Bilbao. "Intentamos venir todos los años, solo fallamos si hace muy mal tiempo. Con todos los niños que participan en ella, esta es la procesión más bonita, con diferencia", explicaban Marian y Hortensia, que se habían acercado a Bilbao desde Getxo. No les faltaban sendos ramos de laurel que, junto a las hojas de palma, eran complementos obligatorios en el día de ayer. "Una palma es más aparatosa, pero siempre nos llevamos una ramita de laurel", explicaban las dos amigas. La cofradía de la Pasión vendía primorosas hojas de palma trenzadas a 10 euros, aunque prácticamente en cada esquina era posible adquirir una rama de laurel, la mayoría de ellas pagando solo la voluntad.
Con una puntualidad británica, un pequeño grupo de la cofradía de la Pasión, organizadora de la procesión, se acercó hasta la iglesia de San Vicente para dar inicio al desfile. Allí esperaban ya los cientos de cofrades, cada uno con su uniforme característico. Fueron los anfitriones, de rojo y negro, los encargados de abrir el cortejo, flanqueados por pequeños cofrades que no soltaban de las manos sus ramos de palmas. Y es que fueron ellos, los niños, los verdaderos protagonistas de la procesión de que conmemora la entrada de Jesús en Jerusalén, a lomos de un jumento. Sin soltar sus ramas de palma, a hombros de sus padres, no quisieron perder detalle de la procesión. "¡Hola, hola!", agitaba Arkaitz su inseparable ramita de laurel, subido encima de su aitite. "¿Dónde está el burrito?", preguntaba a su lado su hermana Ainara. También en la procesión, fueron cientos los pequeños cofrades que acompañaron la comitiva: tocando tambores que casi les igualaban en altura, marchando solemnes sin perder el ritmo de las cornetas, ocultos bajo los elegantes capirotes de sus cofradías, saludando tímidamente a los conocidos que les fotografiaban desde las aceras... Es uno de los encantos típicos de la procesión de borriquito, en la que se entremezclan el bullicio infantil, las sonrisas de emoción de los más pequeños, con la solemnidad propia de las procesiones de Semana Santa.
Tambores y cornetas Paso a paso, las nueve cofradías bilbainas fueron precediendo la salida de la imagen más esperada. Cada una con sus colores característicos -rojo y negro, gris y azul, blanco y celeste...-, algunas con capirotes y otras a cara descubierta, muchas con sus bandas de cornetas y tambores; casi mil cofrades recorrieron unas abarrotadas calles del centro de Bilbao en la mañana de ayer. Los trinos de las cornetas se mezclaban con el rít-mico golpear de los tambores, superponiéndose con el resto de melodías que todavía se escuchaban en la lejanía. "La verdad es que tocan muy bien. Casi dan ganas de ponerse a bailar", admitía Nerea Apeztegia, primeriza en una procesión de la que había oído hablar toda la vida. "Por una cosa o por otra, nunca me había animado a venir, hasta este año. Mi amama iba a venir y me he animado", relataba.
Por fin, casi una hora después de que los primeros cofrades abrieran la procesión, la imagen de Nuestra Señora de Ramos y del Rosario precedió a paso más esperado: la de la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, a lomos de su borriquito, y acompañado de otro pequeño asno, llevado a hombros por los penitentes de la Pasión. Un respetuoso silencio se abrió paso entre el público, solo roto por algunos gritos de los más pequeños y las cornetas que aun resonaban a lo lejos. "Es un burrito que lleva a Jesús a Jerusalén", le explicaba una amatxu a su hija, que alargaba su rama de laurel para tocar el paso. Como ella, cientos de niños acompañaron la imagen en su recorrido por la Gran Vía y Colón de Larreategi, en una procesión que, pese a la solemnidad de las fechas, sigue manteniendo su espíritu más tierno y su ambiente festivo.