Bilbao
HACE un año, después de diferentes encuentros y desencuentros, los socios de Pacha y los vecinos de Luis Briñas firmaron la paz para una convivencia armónica. En este armisticio estuvo también implicado el Ayuntamiento de Bilbao, valedor de que se hiciera todo los posible para conciliar el ocio de los vizcainos y el merecido reposo de los vecinos. Aún es prematuro decir si el pacto hace aguas, pero tambalea.
El acuerdo alcanzado consistía en que los vecinos daban un voto de confianza a la discoteca y con ello cesaban las actuaciones que habían estado llevando a ese momento para evitar su apertura. Los empresarios de Pacha, por su parte, se comprometían a poner los medios técnicos a su alcance para que el ruido no molestara. Por último, el Ayuntamiento se encargaría de velar para que se cumpliera la legalidad.
Más allá de las intenciones, el acuerdo se concretaba en acciones de cada una de las partes. Así, Pacha debía realizar una instalación interna que asegurara técnicamente que ruidos y vibraciones no saldrían del local. También se comprometía a contribuir a que sus clientes se comportaran sin producir alteraciones del orden público en las inmediaciones del local, que es precisamente de lo que más se quejan los vecinos en estos primeros días. Los socios de Pacha incluso anunciaron que la insonorización del establecimiento estaría realizada por una empresa puntera.
Por parte del Ayuntamiento, el compromiso se centraba en garantizar el cumplimiento de la ley, la seguridad y el orden y, los vecinos se comprometían a no plantear ninguna acción si estos requisitos se llevaban a efecto.
Con estas buenas intenciones, el litigio quedó en barbecho, porque la cita clave se daría en el momento de la inauguración. De todas formas, mientras los vecinos dejaron de emprender acciones legales como habían llevado a cabo hasta entonces para evitar que la discoteca llegara a abrirse y los socios de Pacha se afanaron en mantener unas buenas relaciones con los residentes.
Los antecedentes Pacha Lounge Bilbao llegaba precedida de la mala fama y los sinsabores que dejó La Riza en este mismo local y que los residentes de los números 17 y 19 de Luis Briñas tuvieron que soportar durante años. Por eso, no era de extrañar que tras el impasse de tranquilidad que disfrutaron cuando cerró la cervecería, no estaban dispuestos a permitir una nueva discoteca debajo de sus casas.
La apertura de Pacha Bilbao quedó paralizada en noviembre de 2008 por orden de un juez porque la licencia de actividad estaba embargada. Sin embargo, un año después, un auto judicial permitía la apertura del establecimiento. El local, que pretende ser un lugar donde puedan disfrutar del ocio VIP y donde está previsto la celebración de diversos eventos, tampoco está interesado en que le preceda una mala relación con el vecindario.
Así las cosas, en un próximo encuentro a tres bandas, los implicados revisarán los puntos del acuerdo de armonía.