Bilbao

Ibai no se balancea solo en su parque de Miribilla. Comparte columpio con uno de sus amigos. Hay demasiada cola esperando para disfrutar del juego y hay que ahorrar tiempo. O al menos eso dice su amatxu. Malen, sin embargo, disfrutará de un columpio entero para ella sola. En su parque no hay largas esperas para emular el vuelo. Malen Mochaled es uno de los seis bebés que nacieron en Olabeaga en el último año, e Ibai Codesido uno de los 182 que llegaron a Miribilla. Ambos barrios se sitúan en los extremos de la lista de natalidad de la villa: por arriba, Miribilla, como uno a los que más viaja la cigüeña y por abajo, Olabeaga, como uno por los que solo sobrevuela.

No hay portal de Miribilla en el que no viva una mujer embarazada. Lo dicen sus vecinos, que en su gran mayoría pasean por las calles del barrio más nuevo de Bilbao empujando una sillita. Ibai es uno de los últimos niños en incorporarse a la familia de Miribilla. Con su mirada inocente y su sonrisa conquistadora disfruta en uno de los parques del barrio, rodeado de muchos amigos. Quizá más de los que pueden soportar los propios parques, que en las horas punta de los días soleados están saturados. "Han nacido muchos niños desde que nos mudamos aquí", cuenta su amatxu, Blanca Cuesta, mientras el pequeño se divierte. Desde entonces, han pasado siete años; un tiempo en el que el propio Miribilla, unido a San Adrián, Zabala y San Francisco ha aportado a Bilbao más de un habitante al día por año. En 2010, solo en Miribilla, la cigüeña ha dejado 200 pequeños más. "Es normal. Aquí todos los vecinos somos, más o menos, de la misma quinta y estamos en edad de tener familia", explica la joven, que forma parte de los 6.642 habitantes del barrio.

Malen solo tiene 9 meses. Aún no es consciente de que, junto a ella, únicamente han nacido cinco niños más en Olabeaga en 2010. "Esos son muchos para nosotros porque no somos un barrio muy grande", constatan entusiasmados desde la asociación Olabeaga Bizirik. A pesar de la llegada de parejas jóvenes al barrio, la natalidad se resiste a despuntar en esta zona de la ribera de la ría, en la que viven 1.248 personas. "Hay pocos niños, eso sí que se nota", cuenta Iñaki Mochaled, que se instaló en Olabeaga hace tres años y sueña con que su pequeña forme su cuadrilla de amigos cerca de casa, ya que pretende mantener el espíritu de barrio.

Todo Olabega sabe los nombres de sus seis nuevos vecinos. "Aquí nos conocemos todos", confiesa Iñaki mientras la pequeña Malen descansa en la cuna. Miribilla ni se plantea conocer el nombre de los 182 niños recién nacidos. "Es imposible, son demasiados", bromean Blanca y Miguel Codesido, su marido. Al pasear por Miribilla, no hay esquina en la que no se vea un niño o en la que no se le escuche, sobre todo en los parques y en el centro comercial, donde disponen de un espacio de juegos. Hay overbooking infantil. "Cuando hace bueno, hay tantos niños en el parque que forman unas colas increíbles para montarse en los columpios. Por eso les subimos de dos en dos, culo con culo, para que no tengan que esperar tanto", cuenta Blanca.

Esta práctica aún no ha llegado a las zonas de juego de Olabeaga. No es necesario. "No hay muchas colas para montar a los críos en los columpios", explica Soraya, vecina del barrio "de toda la vida" y madre de una niña de 10 años. El panorama cambia cuando uno pasea cerca del parque sobre el que se erige un barco pirata. "En el nuevo parque que ha construido el Ayuntamiento se juntan muchos niños porque vienen de otras partes de Bilbao a jugar", añade, "y puede haber algún problema más".

1.000 niños más El truco puesto en marcha por los padres de Miribilla se traduce a una cifra: 1.255; el número de niños que comparte juegos en el barrio. 1.158 más que en Olabeaga, que no alcanzan la centena. "Al no haber tanto niño es un barrio muy tranquilo, con poco ruido", describe José Antonio, vecino de la ribera de la ría, que fue aitite a finales de 2009. "Aquí somos pocos aitas pero todos coincidimos haciendo las mismas cosas: en las clases pre parto, en el paseo de la tarde, en la consulta del médico, en la parada del autobús...", describe sus primeros meses como padre Iñaki, aita de Malen.

Esta sintonía se vive también en Miribilla, pero multiplicada por mil. Los padres del barrio que acoge el Bilbao Arena también se encuentran en el médico, pero para ellos "es muy difícil concertar una cita ya que el centro de salud está saturado", según describen Blanca y Miguel. Matricular a los niños en las guarderías o escuelas públicas también es una odisea: "En el barrio tenemos la haurreskola Miribilla y el colegio público y están siempre a tope", adelantan con la mente puesta en el primer día de clase de Ibai. Es la factura de una alta natalidad, de un barrio que está empezando a formarse y en el que los niños son los protagonistas.

"No queremos ni pensar en cuando crezcan porque a ver dónde juegan, ya que no tenemos ni un campo de fútbol para que disfruten los adolescentes, ni sabemos dónde tendrá que cursar el Bachillerato, porque tampoco habrá plazas", piensan de cara al futuro.

La diferencia que marcan las cifras se reduce a pie de calle. Y es que ambos barrios reclaman, en el fondo, las mismas necesidades. "Nos vendría muy bien tener una haurresloka en el barrio, así no tendríamos que llevar a los niños hasta Basurto o Zorrotza", apunta Soraya, de Olabeaga. "Echamos en falta más negocios dirigidos al mercado infantil como tiendas de ropa, de calzado o de chucherías", pide Iñaki, también de Olabeaga. "Más actividades de ocio para los niños", claman Blanca y Miguel, desde Miribilla. Todas las propuestas pueden aunarse en una sola voz, sin dirección ni código postal. Sin embargo, los vecinos de Olabeaga reflexionan: "Todo eso nos vendría bien pero con tan pocos niños en el barrio, una guardería no sobreviviría", razona Iñaki al tiempo que su pequeña reclama su atención. Malen, con su llanto, rompe el silencio de Olabega.