Zoran Dragic (22-VI-1989, Liubliana) asegura que tanto él como sus compañeros están preparados para los retos deportivos que tendrán que afrontar hasta el final de la presente temporada tanto en la Liga Endesa como en la FIBA Europe Cup. Además, está disfrutando de su experiencia en Bilbao y analiza con satisfacción una carrera que le gustaría alargar dos temporadas más.

¿Cómo le ha venido al vestuario este segundo parón de la competición?

—Ha sido muy positivo. Algunos jugadores han competido con sus selecciones y otros hemos podido recargar pilas y visitar a nuestras familias en casa. Lo más positivo es que nadie ha regresado lesionado y estamos preparados para regresar a la acción.

¿Cómo analiza la temporada del equipo hasta el momento?

—Creo que deberíamos llevar dos o tres victorias más. Deberíamos haber ganado los partidos a domicilio contra UCAM Murcia, Bàsquet Girona y Río Breogán. Estuvimos mucho tiempo por delante en el marcador y fue doloroso. Ahora llevaríamos nueve o diez victorias y nuestra situación sería muy distinta. Pero la realidad es la que es. Esta temporada la ACB está muy igualada. Ganas un partido y casi estás en el play-off, lo pierdes y rozas el descenso. Nunca había visto una ACB así.

¿Cómo ve la pelea de la zona baja a falta de catorce jornadas?

—Va a ser muy interesante. Nosotros tenemos que mostrar la cara que ofrecimos en la primera parte de la temporada. Este domingo ante el Bàsquet Girona (12.330 horas) tenemos un partido muy importante para nosotros. Jugamos en casa y debemos sacar lo mejor de nosotros. No va a ser nada fácil, lo sabemos todos pero tenemos que darlo todo para asegurar la permanencia.

En estas circunstancias, la dureza mental es un factor muy importante. ¿Ve al equipo preparado?

—Estamos todos centrados y todos somos conscientes, antes que de cualquier otro aspecto, de lo importante que es este próximo encuentro. En la primera parte de la temporada ya afrontamos en nuestra cancha encuentros en los que ganar era totalmente necesario y lo logramos. En esos días demostramos nuestra dureza mental.

Los encuentros que quedan en Miribilla van a ser…

—De ganar o ganar (interrumpe). Nos visite quien nos visite, sobre todo contra los rivales que están en la misma zona de la clasificación que nosotros. Pero debemos afrontar con esa actitud todos esos partidos, juguemos contra quien juguemos. Esta es nuestra casa y la tenemos que defender.

¿Qué cree que le ha faltado al equipo para poder estar en una situación más desahogada?

—Hemos tenido mala suerte. Bueno, más que mala suerte diría que ha habido detalles que no han jugado a nuestro favor. Ese partido de Murcia en el que fallamos un tiro libre al final, tenemos un palmeo a nada del aro y tampoco entra estando nosotros arriba… Así es el baloncesto. Entrenamos todos los días para mejorar, intentar corregir nuestras principales carencias y tratar de que a partir de ahora todos esos detalles puedan jugar a nuestro favor.

Los cuartos de final de la FIBA Europe Cup están también a la vuelta de la esquina. ¿Cómo ve la eliminatoria ante el Tofas Bursa?

—Está clasificado en la zona alta de la liga turca y seguro que va a ser un rival duro, pero nosotros también lo somos. Somos un equipo de la Liga ACB, un equipo que tiene a sus espaldas mucha historia ya. Puede que seamos un club familiar, no tan grande, pero tenemos orgullo y debemos sacarlo ante cualquier rival que llegue a Miribilla. Que les quede claro que si quieren ganar en Bilbao tendrán que jugar un muy buen partido.

¿Está disfrutando de su año en Bilbao?

—Muchísimo. Lo estoy disfrutando mucho. Conocía el País Vasco y Bilbao de mi estancia en el Baskonia y me gusta mucho. Me gusta también la ACB, una de la ligas más competitivas en Europa. ¿Sabes lo único que no me gusta? Aterrizar aquí cuando llegamos en avión (carcajadas). ¡Dios mío! Es lo único que cambiaría si estuviera en mi mano, haría que aterrizásemos en otro lugar (risas). Con buen tiempo ni tan mal, pero en invierno hemos tenido un par de vuelos… Un rayo impactó contra nuestro avión volviendo de Cholet, antes tuvimos otro aterrizaje movidito con fortísimos vientos volviendo de Canarias… Ni te imaginas. Todo el resto, la gente, la comida, el ambiente de la ciudad, el vestuario, el club… Todo es perfecto. Todo me hace sentir orgulloso de representar a la ciudad de Bilbao.

¿Y cómo se está viendo dentro de la cancha?

—Estoy contento, pero te aseguro que puedo hacerlo mejor. No estoy nada satisfecho con mis porcentajes de acierto desde la línea de tres puntos, pero intento ayudar al equipo en todo lo que puedo y echar una mano a los más jóvenes del equipo para que sigan mejorando.

Llevaba ya más de dos temporadas jugando en Eslovenia, su país natal. ¿Cuál fue su motivación para iniciar otra aventura en el extranjero con 35 años?

—Me sentía demasiado confortable allí. Te explico. Por supuesto que me gustaba estar cerca de mi gente, en mi casa, jugar en mi liga… pero deportivamente me sentía demasiado cómodo. Cuando me llegó la oferta desde Bilbao pensé: ¿Y por qué no? Creo que todavía puedo jugar dos temporadas más y entonces ya pensaré qué hacer en el futuro.

¿Esta y otra más o dos más?

—Dos más. Creo que puedo jugar hasta los 37 años. Me siento en buena forma y cuando estoy sobre la cancha sigo encontrándome cómodo.

Estuvo en el Unicaja de Málaga entre 2012 y 2014, en el Baskonia entre 2020 y 2021 y ahora en Bilbao. ¿En qué aspectos ha cambiado más la ACB?

—Tengo la sensación de que antes era más difícil sorprender a los equipos de arriba, a los Real Madrid, Barcelona, Baskonia o Unicaja. Ganarles sigue costando mucho ahora, pero las clases media y baja han mejorado muchísimo su nivel competitivo. Ya no hay partidos sencillos. El Barcelona acumula ya nueve derrotas, el Baskonia diez… Todo se ha igualado mucho.

Querría conocer su opinión sobre sus compañeros de equipo más jóvenes. Empecemos por Rubén Domínguez.

—Tiene un talento especial. Ya fue convocado con la selección española y, la verdad, no sé la razón por la cual no le han vuelto a llamar esta vez. Mejora cada día y se está convirtiendo en un mejor jugador. Todavía le queda trabajo por delante, pero creo que desde el arranque de la temporada hasta el día de hoy su nivel de confianza ha subido mucho.

Melwin Pantzar.

—Cada vez que le veo me viene a la cabeza un joven Jayson Granger. Jugué con él en Málaga y también en el Baskonia y me parecen dos jugadores muy similares. Creo que tiene un gran futuro. Es su segunda temporada aquí y rinde a muy buen nivel. Es muy importante para nosotros.

Thijs De Ridder.

—Lo mismo. A veces olvido que son muy jóvenes porque son piezas vitales dentro de nuestro equipo. En mi opinión, es muy bueno para ellos que tengan ya a sus espaldas esa presión de saber que son jugadores importantes dentro de un colectivo. Eso les ayudará en su fase de crecimiento para alcanzar esas cotas a las que todo jugador quiere llegar, sea la Euroliga o donde ellos se vean.

Y Bassala Bagayoko.

—Es un jugador muy interesante, pero no tengo una opinión tan formada sobre él porque no hemos compartido tanta cancha. Es muy explosivo y un chico que trabaja mucho. Ya sé que debutó en la ACB con solo 14 años por lo que su potencial es indiscutible. En los entrenamientos nos ayuda muchísimo.

¿Y la última incorporación, Malcolm Cazalon?

—Solo lleva una semana aquí. Le hemos recibido con los brazos abiertos porque somos conscientes de que necesitamos un jugador que nos ayude a tener más opciones, más variables. El resto de equipos se han reforzado y nosotros también teníamos que sumar efectivos. Esperemos que se acople y se sienta cómodo dentro del equipo lo antes posible porque adaptarse a una competición como la ACB llegando mitad de temporada y sin tener experiencia previa en ella no es nada fácil.

Ha gozado de una larga carrera en Euroliga e incluso llegó a la NBA. ¿Ha cumplido todos sus sueños deportivos?

—Estoy satisfecho con mi carrera, la verdad (risas). El baloncesto me ha dado mucho y yo sigo amando este deporte. He tenido la oportunidad de conocer muchos lugares, he hecho muchos amigos… Aún siento esa pasión dentro de mí. Lo que más lamento es la grave lesión de rodilla que sufrí hace años (en febrero de 2018, jugando con el Anadolu Efes). Creo que sin ella mi carrera habría ido por un camino muy distinto. Creo que todavía estaría compitiendo a nivel Euroliga, pero así es la vida. Las lesiones son parte de este deporte y estoy agradecido de poder mantenerme aún en activo.

¿Cómo recuerda su paso por la NBA en la temporada 2014-15?

—No fui de esos niños que soñaban constantemente con jugar en la NBA. Por supuesto que era un deseo que tenía, pero ni entrenaba ni jugaba con la cabeza exclusivamente centrada en la NBA. Yo me dedicaba a hacer mi juego, en 2014 tuve una muy buena temporada con el Unicaja y franquicias como Sacramento o Phoenix empezaron a contactar conmigo. Yo había renovado por dos temporadas más en Málaga, pero opté por aprovechar la oportunidad. Estoy satisfecho de haber tomado esa decisión porque demostré que podía jugar en esa competición. En aquella época no se confiaba tanto en los jugadores europeos, teníamos que demostrar mucho más que los estadounidenses para poder jugar allí.

Lo que es increíble es jugar para dos equipos en la NBA, Phoenix y Miami, y hacerlo en ambos junto a su hermano Goran. ¿El mayor de los deseos posibles convertido en realidad?

—El mayor de mis sueños fue ser yo mismo como jugador. Cuando era joven mucha gente dudaba de mí, escuchaba constantemente comentarios sobre que no era tan bueno como mi hermano. Yo he tenido que convivir con las comparaciones con un hermano que ha completado una trayectoria de 15 años en la NBA y tuve que construirme una carrera propia para que no me vieran solo como el hermano de Goran Dragic. Estoy contento de haberlo hecho. Para mí un gran momento de verdad fue la primera vez que coincidimos los dos con nuestra selección, Eslovenia. El año en la NBA con él estuvo muy bien también. Tenía las opciones de Sacramento y Phoenix y opté por la segunda para coincidir con él. Después de muchos años de vernos solo un mes en verano como consecuencia de nuestras obligaciones baloncestísticas pasamos a estar juntos un año entero. Fue una gran experiencia.