ADEMÁS de por la antelación, algo que siempre es de agradecer para evitar nervios, dudas y ansiedades de última hora, la permanencia firmada este último curso por el Surne Bilbao Basket también se ha caracterizado por el hecho de haberse conquistado sin tener que dar demasiados volantazos sobre la marcha en lo que a confección de plantilla se refiere, algo que siempre es apreciado también desde la perspectiva de las economías de los clubes. A diferencia de la gran mayoría de sus rivales de la zona media-baja de la tabla, tanto los que finalmente han logrado salvar los muebles como los que han acabado despeñándose a la LEB Oro, en el conjunto vizcaino solo se registró una incorporación, la de Keith Hornsby, una vez que la competición se puso en marcha.

Y, evidentemente, no es que todas las piezas hayan funcionado a las mil maravillas de principio a fin. Jaume Ponsarnau y su equipo técnico se las han arreglado para gestionar bonanzas y decepciones individuales, momentos buenos y otros menos boyantes para acabar completando un curso desahogado sin tener que recurrir al cambio de cromos en el mercado más allá de la suma de Hornsby cuando se detectó que al juego exterior le faltaban puntos, generación y amenaza y que disimular estas carencias con lo que ya había en nómina iba a resultar imposible. Además, a esta sostenibilidad ha ayudado sin duda el hecho de que las lesiones no irrumpieran hasta el tramo final del ejercicio. Cuando llegaron lo hicieron con contundencia, pero para entonces el objetivo principal estaba ya más que rubricado. De la rotación principal de diez jugadores de los hombres de negro ninguno se perdió más de cuatro partidos.

La realidad entre los rivales de la zona media-baja ha sido muy distinta. Salvo un Morabanc Andorra que registró dos refuerzos con el curso ya en marcha –el decisivo Jean Montero y el ala-pívot Alexander Madsen–, las salidas y entradas en el resto de los equipos han variado entre los cuatro y los seis jugadores. El Zunder Palencia intentó en vano abandonar la cola de la tabla incorporando a Greg Whittington, Isaiah Piñeiro, Conner Frankamp y Jaylen Hands, jugadores nada baratos algunos de ellos, mientras que el Monbus Obradoiro, al que la tempranera espantada de Eric Washington hizo mucho daño, tampoco se salvó de la quema pese a las llegadas de Janis Timma, Janis Strelnieks –jugadores con etiqueta de Euroliga hasta hace muy poco–, Devon Dotson, Oleksandr Kovliar y Roko Badzim.

Entre los que finalmente lograron salvarse, Río Breogán, Coviran Granada, Bàsquet Girona y Casademont Zaragoza tuvieron que dar importantes vuelcos a su plantilla, realizando todos ellos seis fichajes. Los gallegos se reforzaron con el curso ya en marcha con Justin Anderson –luego se marchó a Valencia–, Ben McLemore, Justin Robinson, Jordan Sakho, Conner Frankamp y Rob Gray, mientras que los andaluces sufrieron hasta la última bocina pese a que tiraron de chequera con el efímero Will Barton, Scott Bamforth, Jonathan Rousselle, Malik Dime, Elias Valtonen y Jacob Wiley. Entre lesiones, salidas voluntarias y decepciones, los aragoneses llegaron a utilizar a un total de 22 jugadores, llegando con la temporada ya en acción Mitchell Watt, Finn Delany, Thad McFadden, Yoanki Mencía, Didac Cuevas y Rati Andronikashvili; mientras que los de Fotis Katsikaris sumaron a Corey Davis, Brae Ivey, Michael Caicedo, Kenny Chery, Gabe York y Khem Birch.