EL Bilbao Basket se cayó ayer con todo el equipo en su visita a Polonia y puso en muy serio compromiso su continuidad en la FIBA Europe Cup, esa competición en la que algunos le daban como favorito, pero en la que a partir de la primera fase no se ha comportado con la autoridad que se supone a quien carga con esa condición. Y es que, de nuevo, las expectativas, las ganas de hacer algo importante, hicieron mella y empequeñecieron a un grupo de jugadores que firmó su peor partido de la temporada en el momento menos oportuno. El querer ganar se convirtió en una pesadísima losa para el equipo de Jaume Ponsarnau y el Legia Varsovia, sin hacer nada especial, lo aprovechó para lograr una ventaja casi irrecuperable. Los hombres de negro exhibieron todas sus carencias, no estuvieron nunca por delante en el marcador y, además, gestionaron horriblemente los segundos finales para buscar una desventaja más corta. A 26 segundos del final, el Bilbao Basket tenía el balón en su poder para poder acercarse a los diez puntos, pero donde tenía que haber dos posesiones como mucho, hubo cuatro y los polacos rascaron cuatro puntos más para deleite de su afición, probablemente incrédula como la bilbaina que lo vio por la televisión, ante lo que había sucedido.

Todo lo que podía salir mal, salió mal. La ausencia de Xavi Rabaseda descosió aún más la desequilibrada rotación del equipo en Europa, aumentada por la decisión de dejar fuera a Kullamae, y, por más que el técnico intentó mover sus quintetos, la colección de desatinos se completó durante cuarenta minutos de imprecisiones. Un día más, el Bilbao Basket acabó jugando a lo que quería el rival y cayó en un ataque plano, sin generar ventajas claras ni encontrar buenos lanzamientos ni lanzadores con confianza. La apuesta inicial de buscar balones a Killeya-Jones auguró lo que vino después porque el británico-estadounidense erró varios tiros cercanos y se empezó a resquebrajar la confianza colectiva. Los bilbainos habían fallado al descanso catorce lanzamientos dentro de la zona y. negados desde la larga distancia, su marcador avanzaba muy lentamente. No es que el Legia estuviera brillante, pero sus triples fueron puñales. Y eso que su estrella Vital solo metió dos puntos al descanso.

Ni de cerca ni de lejos

Trece triples de veintisiete intentos anotaron los polacos. Uno de diecinueve firmaron los bilbainos, que volvieron a casa con un 31% en tiros de campo. Así, el resultado es fácilmente explicable. Pero resulta llamativo que el Bilbao Basket capturara 18 rebotes ofensivos y solo sacara once puntos de ellos, y ninguno a partir de generar tiros liberados desde ese aspecto del juego que pudieran elevar la confianza. Varios jugadores estuvieron desaparecidos a nivel ofensivo y solo quedó el recurso de alimentar a los cincos a partir del bloqueo directo, con éxito irregular. Los de Ponsarnau nunca encontraron la forma de entrar en el partido e imponer su supuesta superioridad. A cuatro minutos del final, el marcador estaba en un 68-55 y Holman, el cuatro del Legia, anotó en el poste bajo y después metió un triple. Esos son recursos de los que el Bilbao Basket carece, o no los utiliza, y así es difícil hallar puntos en situaciones que el rival no espere.

Este tipo de eliminatorias son a ochenta minutos y pasará a semifinales quien más puntos haya metido tras la vuelta la semana que viene en Miribilla. Pero queda por ver cómo afecta este mazazo a un grupo de jugadores que no ha destacado por su dureza mental. Se habían puesto muchas ilusiones en la participación europea, no solo deportivas, y ayer le estallaron en la cara al Bilbao Basket, que tiene que reaccionar. Solo sabrán dentro si es un problema de sobrevalorar a los rivales europeos o de que el miedo a fallar ha atenazado a la plantilla y ha hecho que los otros parezcan mejores de lo que son. Pero es evidente que el Bilbao Basket juega mejor en la Liga Endesa y está claro que para remontar tendrá que aparecer el equipo que peleó a buen nivel contra el Unicaja o el Valencia, no el que compareció ayer miércoles en Varsovia.