EN el deporte estadounidense existe una expresión, next man up, que hace referencia a la actitud que debe existir en un colectivo cuando un jugador principal cae lesionado: le toca a un compañero dar un paso al frente para cubrir su ausencia. Eso es lo que hicieron varios jugadores del Surne Bilbao Basket para poder cosechar el sábado ante el Casademont Zaragoza la decimoprimera victoria de la temporada. El conjunto vizcaino llegó al encuentro con la acostumbrada pero importantísima ausencia de Jeff Withey, su gran puntal interior, sin Ludde Hakanson, el referente del juego exterior, y, además, perdió en el amanecer del segundo cuarto a Francis Alonso, uno de los principales agitadores de la segunda unidad, por una lesión de rodilla. A Jaume Ponsarnau le tocó reajustar roles y el crecimiento en la aportación de Álex Reyes, Michale Kyser y Agustín Ubal fue fundamental para conquistar la victoria.

Lo del alero cacereño empieza a ser algo sostenido, sobre todo cuando juega al calor de un Bilbao Arena con el que tiene ya una conexión especial. Sus rachas triplistas son muy agradecidas en un conjunto que no tiene, ni mucho menos, en la precisión desde más allá de la línea de 6,75 una de sus principales virtudes. El sábado, con 20 puntos, firmó su segunda mejor anotación en la ACB –su tope, 21, data del curso 2020-21 frente a Estudiantes–, la segunda mayor valoración del presente ejercicio (15) y sus cinco triples igualan su mejor registro en la máxima categoría del baloncesto estatal. Pero su rendimiento frente a los de Porfi Fisac no fue flor de un día. En las tres últimas victorias de los hombres de negro, todas en Miribilla, contra Coviran Granada, Bàsquet Girona y Zaragoza, ha anotado 17, 11 y 20 puntos respectivamente y su nivel de acierto en el triple está siendo magnífico: 11 dianas de 19 intentos (57,8%).

Además, el joven Agustín Ubal se comportó con la compostura de un veterano para apuntalar una rotación exterior cogida con alfileres al no estar disponibles ni Hakanson ni Alonso. Esa necesidad de efectivos provocó que estuviera en pista 15 minutos (nunca había pasado de los 10) y contribuyó con 9 puntos, su récord en la ACB, y una valoración de 14, doblando la máxima que había registrado hasta ese día. Su energía y efusividad fueron muy agradecidas por el colectivo tanto en defensa como en ataque. Dirigió al equipo con muy buen pulso, su capacidad para penetrar hizo mucho daño a la defensa rival, provocando cinco faltas, y durante varias fases del duelo fue la punta de lanza de una retaguardia muy activa y dañina.

Por su parte, Michale Kyser dejó atrás una serie de encuentros muy desdibujado. Como guardaespaldas de Withey no había desentonado demasiado, pero tras la ausencia de su compañero en el puesto de pívot le había costado asumir el rol de cinco principal, sufriendo por su déficit de centímetros y kilos. En los cuatro partidos anteriores sin Withey promedió 6 puntos y 2 rebotes por cita, mientras que contra el Zaragoza se fue a los 14 puntos (tercera mejor anotación del curso) y siete capturas, igualando su plusmarca, con cinco de ellas en aro contrario y siendo importantísimo en el último cuarto para que no hubiese que sufrir para amarrar la victoria.