ASAN las jornadas, al Bilbao Basket y ya la tiene por encima del cuello. Si el fin de semana pasado, cuando les tocó descansar, todos los resultados ajenos les fueron adversos, ayer jueves los hombres de negro perdieron una oportunidad de salir de los puestos de descenso porque un rato antes el Real Betis había perdido en casa contra el UCAM Murcia. Al conjunto de Álex Mumbrú no le basta con dar la cara e, incluso, jugar bien como hizo durante muchos minutos ante el Unicaja porque lo que necesita ahora es ganar, de la manera que sea. Y esto resulta casi imposible cuando el Bilbao Basket sigue sin corregir los males que le están lastrando a la hora de competir esta temporada.

Uno de ellos son las pérdidas de balón, ayer jueves fueron 21, lo que hace inútil el esfuerzo por dominar el rebote y cambiar defensas para controlar al rival. Y otro son los minutos de desconexión que acaban siendo letales. En Málaga ocurrió de nuevo: un parcial de 8-0 en el segundo cuarto, otro de 11-2 en el tercero y el definitivo 13-0 del último, en un total de apenas nueve minutos y todos ellos nacidos desde situaciones de ventaja en el marcador del Bilbao Basket. Un acumulado en esos tramos de 32-2 convierte el resto del partido en un batalla imposible porque obliga a jugar sin margen de error y sin cometer errores. Pero a las pérdidas de balón se sumó el escaso porcentaje en triples, solo 6 de 23, para convertir la victoria en una heroicidad.

Porque, claro, cuando el partido cogió vuelo surgió un Darío Brizuela desatado, con 22 puntos en la segunda parte, para destrozar la defensa bilbaina e ir echando paladas de desconfianza en la frágil moral de los hombres de Mumbrú, que de nuevo recibieron cerca de 90 puntos. John Jenkins, en cambio, estuvo negado y cuando Jaylon Brown dejó de anotar el Bilbao Basket se quedó varado. Puede que la diferencia final en el marcador, careciendo de importancia, parezca injusta porque el Bilbao Basket entró en los cinco minutos finales a ocho puntos y con posibilidad de reducir esa ventaja, pero al final la suma de errores castigó el esfuerzo de unos jugadores a los que la voluntad no se les niega, pero siguen pagando su falta de control. La pérdida de balón por un pase blando, seguida de falta antideportiva, en las que incurrió Jaroslaw Zyskowski en el último cuarto es resumen de toda la temporada y constata que cuando el rival eleva la intensidad, el Bilbao Basket se lía en el manejo del balón y se le hace de noche.

frustración

Mediado el segundo cuarto, los bilbainos lograron su máxima ventaja en el choque (24-30), pero llegó el primer bache. Al inicio del tercero, mandaban por cinco puntos (35-40) y el Unicaja alcanzó el 46-42. Y, al final, tras una canasta de Ondrej Balvin para el 61-62 parecía que el Bilbao Basket estaba en condiciones de pelear por el triunfo, pero solo tres minutos y medio después el partido se le había ido para quedarse otra vez con una sensación frustrante, de un trabajo que quedó a medias.

Ya se sabe que este Bilbao Basket tiene que hacer muchas cosas bien para ganar y más a estas alturas de la temporada. Ayer jueves fue Goran Huskic el que se quedó fuera en la rotación de descartes que ha establecido el técnico en las últimas jornadas, pero al equipo le sigue sobrando fragilidad y le sigue faltando ese punto de determinación, de instinto ganador y seguramente de calidad, sobre todo ante rivales como el Unicaja que le superan en recursos y que, normalmente, no perdonan cuando se les presenta la oportunidad. De esos le quedan unos cuantos por delante en las siete jornadas que faltan, así que toca aprender a marchas forzadas para encontrar a tiempo la dinámica de resultados positivos que eviten el ahogamiento.

Esos baches de juego tiran por la borda todo el esfuerzo y obligan a jugar el resto del partido sin margen de error

Con 21 balones perdidos y solo 6 de 23 en triples, el Bilbao Basket sucumbió a la producción de Brizuela