El día que más rocoso debía mostrarse el Bilbao Basket, la fecha en la que tenía que comparecer en escena con el cuchillo entre los dientes y armado de energía para marcar territorio y opositar a un triunfo que podía insuflar oxígeno en su lucha por la salvación, no hubo noticias en Miribilla de esa versión del conjunto vizcaino. Su indumentaria rojiblanca no le proporcionó garras de león, sobre la cancha actuó un equipo excesivamente poroso, con una estructura defensiva muy poco sólida y demasiado pesado y lento a la hora de correr hacia atrás y el Baxi Manresa, equipo ordenado de por sí, de los que juegan un baloncesto perfectamente estructurado con automatismos claros y bien trabajados, encontró alfombra roja para jugar a placer en el Bilbao Arena y llevarse la victoria anotando 108 puntos sin demasiada oposición. El espíritu guerrero de los anfitriones se limitó a un par de arreones al final del tercer cuarto y en el arranque del ultimo para acercarse a cinco puntos (81-86) cuando había llegado a perder por 19 (60-79), pero fue un espejismo porque no hubo sostenibilidad para ir mas lejos. Enorme oportunidad perdida que se asocia además con la victoria del Fuenlabrada ante el Obradoiro -al menos el Coosur Betis perdió ante el Lenovo Tenerife- para ubicar más piedras aún en el camino de los de Álex Mumbrú.

Encajar 108 puntos no encaja con el modus operandi deseable para un equipo que pugna por la supervivencia. Dibujar un encuentro tan abierto y desordenado, convertido en un intercambio de golpes con el rival jugando casi siempre al galope, tampoco. Pero el conjunto vizcaino dio demasiadas alas a los de Pedro Martínez desde el arranque y estos accedieron gustosos a jugar desatados, pisando el acelerador como si no existiese un mañana. Anotaron 31 puntos en el primer cuarto, 27 en el segundo y 28 en el tercero. Casi nada. Repartieron 27 asistencias porque su movimiento de bola fue sencillísimo ante los problemas de la retaguardia rival. Su pareja de pívots parecía más una formada por Joel Embiid y Nikola Jokic que la real de Yankuba Sima y Scott Eatherton, pues sumaron 42 puntos entre ambos, 21 cada uno, con un nivel de acierto brutal ante la desesperación de Ondrej Balvin, descomunal en lo numérico (21 puntos, 12 rebotes, 36 de valoración) pero superado, y muy vendido, atrás, recibiendo oleadas de jugadores trotando a sus anchas hacia su aro. Porque en la defensa local no funcionó ni lo individual ni lo colectivo y ello hizo que Frankie Ferrari la atacara a su antojo. A veces finalizaba él, otras habilitaba a Seth Hinrichs o Eulis Báez en posiciones abiertas, muchas suministraba bolas a las continuaciones de sus cincos... Un vendaval demasiado intenso para un equipo anfitrión tan poco compacto. Incluso en esas circunstancias, el Bilbao Basket trató de rebelarse hasta el último cuarto, pero tanto fue el terreno concedido que la remontada obligaba a un nivel de sincronización, acierto y compostura que el equipo vizcaino no alcanza a tener.

UN RIVAL JUGANDO A PLACER

Fue el Manresa el que mejor le cogió el aire al partido desde el salto inicial. Mucho más intenso y filoso, con Ferrari ejerciendo como amo y señor de todo lo que acontecía en cancha ya fuera fusilando desde la larga distancia o habilitando a sus compañeros debajo del aro, los de Pedro Martínez resistieron en primera instancia el intercambio de canastas para, a continuación, pasar a dominar el marcador por un claro 12-20 tras menos de seis minutos de juego. En la hoja de ruta del Bilbao Basket no encajaban ni los puntos recibidos, demasiados y demasiado sencillos, con Sima actuando dictatorial en la zona, ni su propio desempeño en ataque, muy poco fluido y proclive a perder balones que el rival castigaba. Pese a la llamada al orden de Mumbrú a los suyos, el Manresa siguió anotando muy fácil, pero la explosión triplista de John Jenkins permitió al menos que el acto inaugural se cerrara con un luminoso equilibrado (27-31).

El buen hacer de Regimantas Miniotas permitió a los anfitriones empatar a 35 puntos, pero los triples de Eulis Báez volvieron a dar aire a un Manresa que seguía anotando con demasiada facilidad. El Bilbao Basket activó a Balvin, quien viajó constantemente a la línea de tiros libres con regular acierto, un mate tras robo de Ludde Hakanson amagó con animar su retaguardia y parecía que las constantes vitales del duelo podían cambiar (43-44), pero nada más lejos de la realidad. Regresaron los errores, las pérdidas castigadas, Eatherton cogió el relevo de Sima para campar a sus anchas en la zona y anotar desde la línea de 6,75 y el 46-58 al descanso daba motivos más que sobrados para encender todas las alarmas.

Había mucho que mejorar en la segunda mitad, pero ocurrió todo lo contrario. La deseable recarga de energía de la defensa bilbaina en la reanudación de la contienda no apareció por ningún lado y el Manresa siguió a lo suyo, jugando sobre alfombra roja. A placer. Mates, tiros sencillos, triples liberados... Un surtido de situaciones favorables para el lucimiento de los Eatherton, Hinrichs y compañía. El Bilbao Basket metía canastas, primero con las penetraciones de Serron y luego desde la línea de 6,75, pero el problema estaba claramente en su retaguardia. Su desventaja llegó a los 19 puntos (60-79) y un parcial de 11-2 amagó con devolverle al partido (71-81), pero fue algo pasajero en primera instancia. Una dudosa falta en ataque pitada a Jaroslaw Zyskowski y una técnica a Mumbrú sacaron a los locales de su efímero buen momento y el partido llegó a su acto final con un contundente 71-86 y con todo aparentemente bien atado por parte de los de Pedro Martínez.

Pero el Bilbao Basket siguió remando y entre Balvin, Zyskowski y Jenkins abrieron el último cuarto con un 10-0 y el 81-86 dibujaba esperanza en el horizonte. Sin embargo, el Manresa no se descompuso. Ferrari castigó con un triple al contraataque una pérdida de balón de Jenkins, Makai Mason engatilló otro y las aguas no tardaron en volver a su cauce con un 83-96 a cinco minutos del final. Ya no hubo vuelta atrás. El Bilbao Basket vendió demasiado barato un encuentro que podía servir de impulso y que le deja de nuevo envuelto en un mar de dudas.