LA lógica no tuvo piedad el sábado en Miribilla, el Barça impuso sobre la cancha su abrumadora superioridad y el Bilbao Basket llega al parón de febrero de la Liga Endesa instalado en ese potro de tortura que es el puesto de colista de la clasificación. Con otra derrota en el zurrón en la que volvieron a quedar al aire las costuras de un equipo que tropieza una y otra vez en la misma piedra (gran desconexión en el tercer acto firmando infinidad de pérdidas de balón tras protagonizar una más que meritoria resistencia hasta el descanso), el conjunto vizcaino sigue a la espera de ese chispazo que le haga reaccionar, corregir una trayectoria -una victoria en los ocho últimos compromisos- que le encamina hacia el infierno. No era el azulgrana un rival propicio para dar un puñetazo encima de la mesa, pero la falta de campanadas ante rivales de rango superior obliga ya a los hombres de negro a rozar el pleno de efectividad ante los que luchan por su mismo objetivo: la supervivencia. Y en este sentido el horizonte competitivo más cercano coloca ante los de Álex Mumbrú, por mucho que quede calendario por delante, tres finales seguidas: Acunsa GBC, Coosur Betis y Movistar Estudiantes.

Justo antes de esos choques trascendentales, el conjunto vizcaino afronta desde este lunes un periodo de tres semanas de trabajo -desde el jueves hasta el domingo se disputa la Copa y posteriormente llegarán los duelos de selecciones de las ventanas FIBA- que debe dar como resultante un grupo humano rearmado en lo físico y lo psicológico, un conjunto con el cuajo táctico y mental necesario para afrontar con garantías de éxito el tríptico de citas que puede allanar su camino hacia la salvación o convertir el final de la temporada en una tortura. En estas semanas, y con la previsión de que no sean muchos los jugadores reclutados por sus respectivas selecciones -Ludde Hakanson y Ondrej Balvin ya han anunciado que se quedarán en Bilbao-, Mumbrú podrá gozar de lo que más ha echado de menos estos últimos meses: tiempo para trabajar y efectivos disponibles. Con el base sueco y el pívot checo habiendo disputado ya partidos y el regreso a la actividad de Quentin Serron a la vuelta de la esquina, el Bilbao Basket debe aprovechar para dotarse de una identidad reconocible no solo en las palabras, sino también en los hechos.

Este periodo de reseteo debería venir bien a un vestuario muy afectado por las derrotas y demasiado atenazado por la presión y la acumulación de resultados adversos. Limar esos abruptos dientes de sierra de rendimiento que se repiten prácticamente en todos los partidos y que el rival de turno -no tiene porqué ser el todopoderoso Barça- aprovecha para poner pies en polvorosa en el marcador debe ser el objetivo número uno. Limpiar mentes, volver a generar una buena dinámica de equipo... y también ajustar los engranajes tácticos. Las piezas han cambiado y ahora sí hay tiempo para construir un nuevo modus operandi, o pulir el vigente, a partir de los rostros que van a componer este Bilbao Basket hasta final de curso. Recortar el volumen de puntos encajados, involucrar de manera más sostenible a John Jenkins al apartado de generación de puntos, frenar el excesivo descontrol de Hakanson y Brown saliendo del banquillo... Muchos aspectos por trabajar en estas tres semanas. Una pretemporada en pleno febrero.