Tras encadenar dos victorias seguidas por primera vez en la presente temporada, el Bilbao Basket regresó el domingo a la cruda realidad. Pese a su buen primer cuarto y a sus voluntariosos intentos de remontada tras el descanso, al conjunto vizcaino le bastó un mal segundo acto, una desconexión de poco más de cinco minutos en el que recibió un sonoro parcial de 3-17, para perder pie en un choque en el que quedó de manifiesto la considerable diferencia en cuanto a calidad individual, dureza y profundidad de plantilla existente con respecto a un conjunto como el Unicaja, que gobernó el partido amparado en la capacidad de desborde de sus exteriores, sobre todo Darío Brizuela y Jaime Fernández, y al acierto triplista de sus cuatros, Deon Thompson y Tim Abromaitis, autores de 15 puntos cada uno y aliados para colocar en la estadística un siete de diez desde más allá de la línea de 6,75.

Ante rivales de superior rango, a los hombres de negro se les va la vida en una larga serie de detalles que acaban desembocando en grandes problemas. Las pérdidas de balón, un total de 18 el domingo, se sucedieron en momentos de atasco ofensivo, hubo demasiados fallos a un palmo del aro rival y la defensa exterior volvió a tener problemas para impedir las penetraciones de dos guindillas como Fernández y Brizuela, muy activos tanto a la hora de finalizar como asistiendo a sus compañeros. El Unicaja imprimió al partido las constantes vitales más beneficiosas para sus intereses y el Bilbao Basket tuvo que remar demasiado tiempo en contra de la corriente. Y, si quiere aspirar a la remontada, eso exige al equipo inferior un grado de sostenibilidad en sus acciones que el conjunto vizcaino no es capaz de dar. Y no fue por no intentarlo. Tras el 34-48 al descanso, en la segunda mitad hubo constantes intentos locales de acercamiento, pasando incluso en el acto final del 56-72 al 71-78 a cuatro minutos del final, pero el conjunto de Luis Casimiro siempre tuvo un as bajo la manga, casi siempre en forma de triple, para que la zozobra no fuera a mayores, mientras que en la escuadra de Mumbrú siempre aparecía una pérdida inoportuna o un tiro fallado que enfriaba las andanadas. Arnoldas Kulboka tuvo su día en el triple (cinco aciertos en seis intentos), pero le faltó respaldo, sobre todo por parte de un John Jenkins que acabó con un 3 de 11 en tiros de campo. De los demás, la inquebrantable voluntad de Felipe Dos Anjos, magnífico en el arranque, el ardor guerrero de Jonathan Rousselle en el tramo final y nubes y claros en el resto.

El encuentro arrancó con intercambio de canastas, con los locales activando a Dos Anjos debajo del aro y Unicaja apostando por el juego uno contra uno de Jaime Fernández. La hiperactividad del pívot (nueve puntos en los primeros cinco minutos) disimuló un par de errores de Regimantas Miniotas a un palmo del aro y cuando el encuentro ganó en ritmo anotador, con Thompson activando su muñeca, el Bilbao Basket tuvo capacidad de respuesta con los triples de Jaylon Brown y Kulboka. La segunda unidad fue capaz de defender el equilibrio en el luminoso y el acto inaugural se cerró con 22-20, los de Mumbrú distribuyendo la bola con buen criterio (siete asistencias) y los de Casimiro lamentando su errático punto de mira desde la línea de 6,75 (uno de ocho), algo que duró muy poco. Pese a que el segundo cuarto se abrió con una canasta de Goran Huskic, el partido no tardó en sufrir un gran vuelco. Con dos triples seguidos de Abromaitis como rampa de despegue, el Unicaja enlazó un primer parcial de 0-9 para viajar hasta el 24-29. Un triples de Kulboka trató de detener el demarraje, pero los visitantes jugaban cómodos en ataque mientras el Bilbao Basket se veía obligado a forzar demasiado ante un rival muy bien plantado y encadenaba pérdidas. La primera desventaja de dobles dígitos hizo acto de presencia por primera vez a 4:33 del descanso (27-37), con Alade Aminu debutando como hombre de negro, y poco después Mumbrú no tuvo más remedio que parar el partido debido a que su equipo se había quedado seco de ideas y acierto. Un dos más uno de Rousselle amagó con revitalizar a los anfitriones, pero la pérdida de coordenadas ofensivas era un hecho y el Unicaja aprovechó para alcanzar el ecuador de la contienda con un contundente 34-48 a su favor. A esas alturas de la película, el Bilbao Basket llevaba ya nueve pérdidas, seis de ellas en el segundo cuarto, ante un conjunto andaluz que aprovechaba perfectamente la verticalidad de sus exteriores y había solventado sus problemas en el tiro de larga distancia.

Acercamientos infructuosos

En la reanudación, un triple de Jenkins (sus primeros puntos del duelo), cinco puntos seguidos de Miniotas, un mate de Dos Anjos y una bandeja de Brown acercaron hasta el 46-51 a un Bilbao Basket reactivado en defensa y rumboso y filoso en ataque, pero la muñeca de Thompson, con ocho puntos en apenas un pestañeo, mantuvo a los suyos al mando de las operaciones (49-59). El Bilbao Basket no fue capaz de dar continuidad a sus buenas acciones en ataque, volvió a perder demasiados balones y Unicaja supo sacar provecho de la fase de locura en la que cayó el partido para dejar las cosas casi como estaban al descanso a 2:51 del final del tercer cuarto tras un triple de Francis Alonso que obligó a Mumbrú a detener el choque. A los diez minutos finales se llegó con un 56-68, pero a los locales les quedaba todavía energía para una última andanada. Otro dos más uno de Rousselle y dos triples de Kulboka impulsaron a un Bilbao Basket que llegó a amagar con recuperar el rebufo de un Unicaja que, sin embargo, se defendió con solvencia gracias a la calidad de Brizuela en el uno contra uno y a la notable muñeca de Abromaitis. Ese fugaz 71-78 a cuatro minutos del final dibujó un pequeño rayo de esperanza, pero los anfitriones, con Jenkins muy desatinado, se quedaron huérfanos de pólvora y el Unicaja pudo viajar hacia la victoria sin nuevos sobresaltos.