TODAS las desgracias que pueden afectar a un equipo de baloncesto se le han acumulado al Bilbao Basket en las últimas semanas y la derrota del domingo en Zaragoza no es más que una consecuencia de todo ello. Aquellas cuestiones que se pueden controlar y también aquellas que se escapan del control han coincidido para convertir ahora mismo a los hombres de negro en un equipo muy débil en sus fundamentos colectivos y, sobre todo, en su mentalidad. A la semana que hubo que parar los entrenamientos por el covid y que acabó con la sorprendente victoria en Sevilla le siguió otra en la que tampoco Álex Mumbrú pudo contar con cuatro jugadores. Lo peor fue que a la vuelta de las ventanas FIBA cayeron dos jugadores, Serron y Balvin. La baja del checo fue un misilazo en la endeble línea de flotación del Bilbao Basket, en todo su entramado táctico, y habrá que ver cómo se las ingenian el club y el entrenador para tapar esa enorme vía de agua que puede poner en peligro la temporada.

Por más que los chavales de la cantera estén ayudando, el nivel de los entrenamientos se resiente y llegada la competición no basta solo con la buena voluntad. Hace un plus de muchas cosas de las que ahora mismo el equipo carece. Porque por más que la clasificación o la trayectoria reciente de ambos pudieran indicar otra cosa, la diferencia actual entre el Casademont Zaragoza y el Bilbao Basket es enorme. Los maños han puesto su flecha hacia arriba porque tienen media docena de jugadores capaces de meter 20 puntos por partido con cierta facilidad. En cambio, los vizcainos tienen que basar todo en el trabajo colectivo, en que todos sus jugadores estén al 100% y de eso aún andan escasos por todas las circunstancias que han pasado esta temporada.

Para compensar, hay que jugar un baloncesto intenso, con todo lo que Mumbrú les reclamó a sus hombres en un tiempo muerto que tardó segundos en hacerse viral, y también inteligente. Pues bien, los jugadores se hicieron el harakiri en el primer cuarto con una sucesión de errores y malos tiros que pusieron una alfombra a un rival al que le encanta salir a la carrera y que muchas veces ni se molestó en puntear los lanzamientos porque intuían un error. Para cuando el Bilbao Basket quería organizar su defensa, el Zaragoza ya había anotado y así toda la primera parte fue un chorreo de puntos en contra hacia una derrota que durante muchos minutos estuvo cerca de ser histórica.

El conjunto bilbaino concluyó el partido con más tiros de campo, pero muchos de ellos fueron mal seleccionados, realizados porque no se veía otra opción y sin un ápice de confianza. En lo físico, el Bilbao Basket fue demolido, de cualquier situación de contacto, sobre todo cerca del aro, salió triunfador el Casademont Zaragoza y fue así porque en la plantilla no hay remedio para ello. Un ejemplo claro fue Felipe dos Anjos, que acabó con cinco faltas en once minutos y no precisamente porque se empleara con extraordinaria dureza.

Entregar 20 puntos de desventaja en un cuarto no es solo un problema de actitud, sino que revela problemas más profundos. Durante la semana, se ha sabido que el Bilbao Basket está en el mercado en busca de añadir nuevas piezas a un puzle que no termina de encajar. La experiencia, aún reciente, recuerda que no por mover la plantilla aparecen las soluciones, pero en este caso se antojan absolutamente necesarias, aunque también puede ocurrir que lo que se necesite no se pueda pagar. En esas está el Bilbao Basket al que sus dos últimas victorias le han servido de muy poco porque la realidad le ha venido para poner a prueba su entereza mental. Quizás derrotas como la del domingo resulten a la larga más valiosas porque ponen al equipo ante su espejo. Y lo que aparece no es reconocible.