Al igual que el resto del deporte y también de la sociedad, el Bilbao Basket lleva más de mes y medio desarrollando su día a día de manera absolutamente anómala. Disputó su último partido el 8 de marzo en Miribilla ante el Obradoiro y pudo trabajar de manera normal un par de días más, pero llegó el confinamiento y cada jugador y miembro del equipo técnico quedó aislado en su casa. Se acabó lo que es básico para cualquier conjunto: los tiros a canasta, los partidillos cinco contra cinco, el contacto físico, trabajar sistemas… Durante estas siete semanas ha habido que tirar de ingenio y nuevas tecnologías para mantener lo más alto posible el nivel físico de la tropa y limitar los inevitables perjuicios del sedentarismo en el andamiaje de los jugadores. Con la posibilidad de salir a correr y de poder incluso realizar entrenamientos en solitario en el pabellón ya muy cercana en el horizonte, Roberto Molina, preparador físico del equipo, ha coordinado el trabajo llevado a cabo por los hombres de negro y tiene ya un ojo puesto en la paulatina recuperación de esa “nueva normalidad” de la que tanto se habla. “Tendremos que ser muy cautos”, apunta contundente.

“El 12 de marzo nos comunicaron que iba a haber confinamiento y el 13 ya estábamos trabajando desde casa. Desde ese día hemos entrenado todas las semanas sin pausa. Les hemos dado sábados y domingos sin entrenamientos obligatorios, pero muchos de ellos han decidido mantenerlos voluntarios y piden actividades y tareas”, asegura Molina, que ha diseñado las jornadas de trabajo con la idea de que la ganancia física vaya de la mano con el desahogo psicológico. Los entrenamientos tenían que ser una distracción para los jugadores dentro de su día a día. “Hemos realizado sesiones matutinas. Las hemos ido matizando y perfeccionando a medida que hemos visto cómo funcionaban. Empezamos utilizando Skype, después nos pasamos a Zoom y ahora andamos con la plataforma GoToMeeting. Trabajamos de forma virtual. Todos los jugadores se ven, interactúan entre ellos. Cada día les voy pautando el trabajo que tenemos que realizar. El día de antes, vía WhatsApp, yo les comunico las líneas de trabajo del día siguiente para que ellos tengan preparado el material. Si les digo que hay cardio, pues el step, la comba y el balón; si es de fuerza, pues los platos de pesas y una mochila con peso. Solemos quedar sobre las 11.30 y desde las 11.00 los jugadores van apareciendo y se van conectando. Es algo que les ayuda no solo a nivel físico, sino también a nivel psicológico, que creo que ahora mismo es algo importante. Esta rutina nos va pesando ya a todos y date cuenta de que hay jugadores que están solos en casa. En ese momento del día todos se relacionan con todos y pueden olvidar un poco la dura realidad que estamos viviendo. Este es un deporte de equipo y es importante también mantener un vínculo”, desgrana el preparador físico del Bilbao Basket.

Las sesiones no tienen una duración concreta. “Hemos tenido días de 40-45 minutos y en otros nos hemos ido a una hora y media, depende de lo que estuviera pautado. Los jugadores no tienen ninguna prisa”, afirma Molina. Cada uno de ellos dispone en su casa de una bicicleta estática, balones de baloncesto, gomas de resistencia, set de pesas, barra… “Tienen de todo para poder trabajar de forma polivalente y no se les haga algo rutinario y monótono, pero no tienen una canasta y una cancha para jugar”, apunta. En ese peculiar y adverso ecosistema, es importante tener claro el objetivo que se persigue con los entrenamientos. “Más que en desarrollar, hemos trabajado en mantener las cargas físicas intentando que en la medida de lo posible pierdan el menor volumen de tono muscular, la menor magnitud de fuerza. Obviamente, aunque tienen bicicletas y hacemos entrenamientos hiit de alta intensidad, en los que las pulsaciones se elevan muchísimo, la carga cardiovascular se pierde. Al fin y al cabo, son más de seis semanas sin jugar a baloncesto”, argumenta.

EL FONDO SE RESIENTE

Molina tiene claro dónde radica la mayor pérdida de los jugadores en el plano físico tras las semanas tan extrañas que han tenido que afrontar. “Hay estudios que lo constatan: lo que más se pierde en una situación de estas es la carga cardiovascular, lo que llamamos el fondo o resistencia. La carga aeróbica se nos va abajo enseguida, a partir de los diez días de inactividad los niveles disminuyen más de un 25% de la potencia máxima. Por eso entrenamos todos los días, de lunes a viernes, y por eso muchos de ellos piden también que les prepares cosas para el sábado y el domingo”, recuerda, incidiendo también en la importancia de tratar de no perder las rutinas y las posturas del deporte de la canasta: “Intentamos que nuestros entrenamientos vayan orientados en la medida de lo posible al baloncesto. Intentamos reproducir movimientos muy similares a los que luego hay que llevar a cabo en el campo: saltos, apoyos con un pie, finalizaciones de entradas… Lo que pasa es que no es lo mismo hacerlos en una cancha que en casa. Y menos para Ben Lammers y Ondrej Balvin, a los que el salón de casa se les queda pequeño”.

Aunque no se puede realizar una catalogación exacta de su incidencia en cada modalidad, la inactividad del confinamiento impacta de lleno en el baloncesto al tratarse de un deporte “muy físico. No hay que más que ver todos los contactos que hay sobre una cancha y el hecho de que la mayoría de las acciones que se llevan a cabo son a tope, el jugador va muy cerca de su límite. Por eso en el baloncesto actual cada vez es más difícil ver a un jugador que aguanta 30 minutos en cancha”. Por ello, uno de los grandes temores en la vuelta a la actividad radica en el riesgo de sufrir lesiones. “Algo en lo que hemos hecho mucho hincapié nosotros es en el tema de los impactos, porque los jugadores de baloncesto son, por definición, jugadores más grandes de lo habitual y con más peso que la media. Esa inactividad, ese periodo de falta de estímulo, donde más afecta es a nivel articulaciones, ligamentos y tendones. Es necesario que tengan ese estímulo mecánico, esa actividad que les permita mantener su capacidad contráctil, su capacidad de reacción, su fuerza… También hay que vigilar mucho el tema muscular. A pesar de entrenar en el salón de casa, el esfuerzo que, por ejemplo, hace el cuádriceps en esas sesiones no es parecido al que va a tener que hacer en pista cuando el jugador tenga que defender a un adversario que sale en esprint. Ese músculo lleva seis semanas sin hacer esa contracción”, detalla el preparador físico del Bilbao Basket.

READAPTACIÓN

Molina recalca también que el impacto que tiene en los jugadores el periodo de inactividad vivido en las últimas semanas no es comparable con el descanso entre temporadas de verano. “Esto de ahora no lo ha vivido nunca un jugador de baloncesto al igual que no lo hemos vivido ninguno de nosotros. En verano no entrenan con su equipo, pero ningún jugador profesional se tira seis semanas sin salir a correr, ir al gimnasio, hacer algún entrenamiento específico en pista, tirar a canasta…”, recuerda. Por ello, con el 31 de mayo como fecha límite para saber si la Liga Endesa podrá retomarse con el formato de doce equipos en el que está incluido el Bilbao Basket y ante la inminencia de poder salir ya al exterior y acudir al pabellón a entrenar, Molina tiene claro que la cautela extrema debe presidir los pasos a dar. “A lo que vamos a hacer tampoco se le puede llamar pretemporada. Deberíamos tener al menos dos o tres semanas de preadaptación, que es como le llamamos nosotros. En ese tiempo hay que intentar sentarnos con el cuerpo técnico y todo el equipo de trabajo porque es un tiempo en el que el equipo necesita también recuperar nivel técnico, táctico y estratégico. El tiempo que vamos a tener hay que intentar exprimirlo de la mejor manera posible, que no al máximo. Sería un grave error si el primer, segundo o tercer día empezamos a meter carga a los jugadores, a hacer dobles sesiones o entrenamientos de hora y media o dos horas. Hay que ser progresivos. No se puede pasar de la nada al todo”.

Por ello, los primeros pasos que pueden darse desde hoy tienen que ser muy medidos. “Aprovecharemos que se puede salir a la calle para empezar a hacer una transferencia mucho más diferente respecto a lo que hemos hecho hasta ahora: andar más de media hora, correr, moverse en espacios amplios... Eso nos va a venir bien, pero tenemos que ser conscientes de que tiene que ser una transferencia muy gradual porque ahora hay muchísimo riesgo de lesiones. Cuando pasas de estar sentado ocho horas al día, aunque entrenes una hora con el equipo, a intentar volver como si nada hubiese pasado a un nivel de competición máximo en lo referente a la exigencia en un deporte como el baloncesto, el riesgo de lesionarse es muy alto. Queremos tenerlo todo muy pautado. De hecho, los preparadores físicos de los equipos de la ACB que vamos a seguir en competición tuvimos una reunión precisamente para esto, para marcar sentido común y tener unas pautas de desarrollo en cuanto a las cargas que tenemos que ponerles a los jugadores. Si el lunes 4 nos dejan empezar a trabajar, no podemos ponernos a entrenar como si no hubiese pasado nada, sería una irresponsabilidad”, concluye Roberto Molina.