Es complicado tener contenta a la afición del Valencia Basket, eternamente insatisfecha y siempre exigente con su equipo. Bien lo pudo comprobar Jaume Ponsarnau, cuya figura estuvo en entredicho pese a que en el último título, la Eurocup de 2019, estaba él en el banquillo. En esa batalla de convencer a los escépticos está Álex Mumbrú desde la pasada temporada, en la que abandonó el Bilbao Basket, que para alguien del gremio de los entrenadores suele ser una zona de confort, en busca de proyectos más ambiciosos. El club taronja se lo ofreció y el técnico catalán se subió a un tren que a veces avanza más lento de lo que sus seguidores desean y carga casi cada temporada con la presión que supone disputar la Euroliga con las expectativas siempre altas y la presión de tener que brillar para mantenerse en ella.

El Valencia Basket fue campeón de Liga en 2017 y subcampeón de Copa y de la Eurocup en la que fue, probablemente, la mejor campaña de su historia. Pero no ha vuelto a repetir ese techo y de aquella plantilla ya no queda nadie, si no se cuenta a Josep Puerto, que entonces era solo un joven del filial. Mumbrú cogió una plantilla demasiado viciada y sometida a los designios de varias vacas sagradas en la Fonteta y su primer curso no pasó del aprobado, sin ser protagonista en ninguna de las competiciones. El club decidió cortar con su pasado y de la mano de Luis Arbalejo, nuevo director deportivo, el catalán pudo hacer una plantilla a su gusto, lo que supuso que salieran del equipo incluso la mayoría de los fichajes del verano anterior.

La apuesta fue clara por el músculo y la fortaleza interior para aguantar la exigencia de la doble competición. Durante sus años en Bilbao, Mumbrú siempre había contado con una referencia en el poste bajo y eso quiso encontrar con Brandon Davies y Damien Inglis, al que sacó gran rendimiento como hombre de negro. Pero es que, además, jugadores como Chris Jones, pese a ejercer de base, o Semi Ojeleye, un alero, pueden generar de espaldas al aro al medirse a pares más livianos. Hace unas semanas, llegó Justin Anderson, otro jugador de poderoso físico que ya fue decisivo en el triunfo del Breogán en Miribilla.

En este aspecto del juego, el Valencia Basket ha preferido pasarse que quedarse corto y eso le hace un equipo muy sólido en el rebote y muy activo en las líneas de pase para recuperar balones. Sin embargo, sufre cuando le hacen correr, ya que es uno de los equipos que menos posesiones consume, y cuando sus porcentajes desde la larga distancia no son buenos le cuesta sumar puntos porque a veces su circulación de balón se atasca y abusa del juego de uno contra uno. Por todo ello, el conjunto taronja, pese a que está cumpliendo los objetivos, avanza por la temporada a saltos, alternando rachas buenas y malas, victorias de mucha calidad y algunas derrotas poco entendibles. Se ha metido en la Copa sin ser cabeza de serie, marcha quinto en la Liga Endesa a un partido del factor cancha a favor y en la Euroliga lleva trece triunfos y trece derrotas y pelea por entrar en el play-in.

Mumbrú se esfuerza por recordar que nada de lo que está ocurriendo puede calificarse de extraño ya que “cuando juegas dos competiciones alternas buenos y no tan buenos momentos, pero es lógico que la gente sea exigente y quiera que su equipo gane. De momento, estamos vivos en todas las competiciones. La semana que viene jugamos la Copa y trataremos de llegar lo más arriba posible”, apuntó en Radio Bilbao. Las lesiones están afectando a la plantilla, pero ese problema se lleva mejor cuando se puede corregir con dinero. De hecho, el Valencia Basket ha utilizado ya 17 jugadores, ha hecho dos fichajes de gran nivel con la campaña en marcha (el citado Anderson y Kevin Pangos) y cada semana debe hacer dos o tres descartes.

En su segunda visita a Bilbao, Álex Mumbrú espera salir esta vez vencedor ante un equipo que “juega muy bien al baloncesto y que ha aprendido a luchar hasta el final, al margen de qué jugadores tenga. Esa es la esencia del Bilbao Basket, que nos va a exigir estar muy bien para poder ganar”.