Jahlil Okafor (15-XII-1995, Fort Smith) siempre fue una estrella. Antes de llegar al instituto, tenía ya ofertas de notables universidades de la NCAA. En su primer año en high school, ESPN le situó como tercer mejor jugador de Estados Unidos de su generación; como senior, era el número uno. Eligió Duke como preámbulo a su llegada a la NBA y en su único curso como Blue Devil ganó el título de la NCAA, además de ser elegido en el mejor equipo All American. Pívot de 2,08 metros, su perfil no era el del nuevo interior explosivo en la parcela física y con capacidad para amenazar desde la larga distancia, pero era dominador a la vieja usanza, luciendo una gran riqueza de movimientos desde el poste y brutal calidad cerca del aro. Los Philadelphia 76ers le eligieron en el tercer puesto del draft de 2015 y en su primer partido firmó 26 puntos. Su primer doble-doble (21 puntos y 15 rebotes) llegó en el séptimo. De nuevo una estrella.

Pero aquello duró poco. Okafor jugó su último partido en la NBA en mayo de 2021. Tenía solo 25 años y a sus espaldas acumulaba ya un calvario con las lesiones, mala suerte al iniciar su carrera en una franquicia desquiciada como eran aquellos 76ers y varias polémicas extradeportivas. Además, el nuevo estilo de juego centelleante y con el triple como principal arma instaurado en la competición estadounidense tampoco maridaba bien con sus características. Tras pasos fugaces por China (2021-22) y la Liga de Desarrollo de la NBA (quince partidos en el ejercicio 2022-23 con los Capitanes de México City antes de romperse el tendón de Aquiles), busca ahora reencauzar su carrera en el Casademont Zaragoza, rival hoy del Surne Bilbao Basket, convencido de que si la salud le respeta podrá regresar a la mejor liga del planeta.

Okafor se convirtió en verano en uno de los fichajes más llamativos de la Liga Endesa. En sus siete encuentros a las órdenes de Porfi Fisac promedia 12 puntos, 4,7 rebotes y 1,4 asistencias en 22 minutos. Ha superado dos veces los veinte créditos de valoración (18 puntos y 5 rebotes frente a Unicaja y 14 y 9 frente al Baskonia) y su rendimiento debería ir a más según vaya recuperando ritmo competitivo y su larga inactividad por la lesión en el Aquiles quede en el olvido.

Fue otra lesión, un desgarro en el menisco de su pierna derecha, la que frenó su año rookie en la NBA. Un choque con su compañero Isaiah Canaan le provocó un fuerte dolor de rodilla. Iba a perderse un solo partido, pero no volvió a jugar aquel curso. En 53 citas promedió 17,5 puntos y 7 rebotes, aunque había protagonizado también graves polémicas extradeportivas, sobre todo un episodio en el que llegó a ser apuntado por un arma de fuego en una trifulca en Boston –años después dijo que sufrió problemas de salud mental–. Arrancó su segunda campaña con restricción de minutos, se perdió más de treinta partidos al seguir por molestias en la rodilla, sus números bajaron y Philadelphia perdió la fe en él. En las cinco primeras semanas de su tercera temporada solo jugó dos encuentros y fue enviado a Brooklyn, donde no tuvo protagonismo.

En el verano de 2018, con solo 22 años, estaba muy lejos del radar del estrellato. Firmó por New Orleans y en dos temporadas solo fue titular en 35 partidos. En 2020 recaló en Detroit (5,4 puntos y 2,4 rebotes en 27 choques) y desde entonces busca regresar a la NBA en un camino que le ha llevado a China, México y, actualmente, a Zaragoza.