Alos 15 años comenzó el viaje de Juana Molina (Manzanares, 1991). Alejada del hogar desde muy joven, viajando por toda la península con el único objetivo de disfrutar y vivir de su pasión, el baloncesto. En ese trayecto una de las paradas fue Galdakao. Esos dos años en Ibaizabal lo cambiaron todo. La manchega encontró su segunda casa, un lugar donde estar a gusto y a partir de ahí su camino siempre tiró hacia el norte. Ahora, en un momento en el que sintió la necesidad de asentarse en un sitio, se cruzó la posibilidad de jugar en el Lointek Gernika y no se lo pensó demasiado. Lo vivió como una vuelta a casa. Reunirse una vez más con los suyos. Al mismo tiempo que regresó a Euskadi, Molina retomó una de sus tareas pendientes. Sacó un poco de hueco en su agenda y cogió de nuevo los libros de euskera. Idioma que pensaba imposible en los primeros días y que a base de esfuerzo ya empieza a utilizar en el día a día
Molina tiene claro que no está en Bizkaia de paso. Se siente como en casa y ha encontrado un hábitat donde poder mirar al futuro. La llamada del Gernika fue una gran oportunidad deportiva, la posibilidad de jugar la Eurocup y unirse a uno de los puntales del baloncesto estatal, pero también el tema personal fue decisivo. “Obviamente ha sido una decisión deportiva, porque el Gernika es un club grande y personalmente estoy contenta porque tengo aquí mi vida y es mi segunda casa”, declara. La base manchega llegó a Galdakao en 2013 y no necesitó demasiado tiempo para sentirse una más: “He formado aquí mi grupo de gente, me encanta el norte y he hecho aquí mi vida. Estoy supercontenta de estar aquí”.
Y para vivir en Euskadi Molina tiene claro que el euskera es fundamental. Sin miedo a enfrentarse a un idioma completamente desconocido, se apuntó al euskaltegi y empezó con las lecciones. “Llevo aquí prácticamente cuatro o cinco años asentada y creo que mi futuro lo tengo aquí. Soy trabajadora social, estoy haciendo un máster porque lo puedo compaginar con el baloncesto, pero de cara al futuro necesito tener un nivel mínimo. Para opositar y vivir aquí es necesario”, cuenta la manchega, que reconoce que ya tiene un nivel para defenderse: “Poco a poco lo voy cogiendo, es bastante complicado, cuando tengo dudas a veces ni pregunto a la gente de aquí porque ni me las saben responder, pero poco a poco espero sacarlo”.
Molina no solo convive con el euskera en las clases, en su propio equipo tiene una maestra de lujo, que cada vez que tiene la oportunidad le echa una mano. “Este año no hay mucha gente que hable euskera en el equipo, pero Naiara, que sabe que estoy estudiando y le meto horas, me suele hablar. Tiene un nivel top y en los entrenamientos y cuando voy a comer a su casa hablamos en euskera”, comenta. Su diccionario cada vez es mayor y ya no es raro verle hablar en euskera con sus compañeras en los partidos, como si fuera una jugadora salida de la cantera vizcaina. “Voy cogiendo palabritas y luego las voy soltando. Muchas veces las digo mal, pero me las corrigen y las aprendo. Además me gusta eso de jugar un partido, hablar en euskera y que no me entiendan”, reconoce entre risas.
Partido de Mañana Por otra parte, el Gernika se enfrenta mañana, a partir de las 18.30 horas, al Embutidos Pajariel Bembibre. Las gernikarras regresan a Maloste tras más de un mes jugando partidos fuera de casa con el objetivo de recomponerse de la dura derrota sufrida antes del parón liguero. “Tenemos ganas de jugar en casa tras estar un mes sin hacerlo. Bembibre es un equipo peligroso, de hecho en su casa ganamos en la prórroga y de uno”, concluye Molina.