LA derrota del Bilbao Basket ante el Limoges en la Eurocup volvió a dejar en evidencia las carencias del conjunto bilbaino. Su fragilidad defensiva es evidente, los rivales necesitan muy poco para crear caminos sencillos hacia la canasta o conseguir tiros liberados. Mientras, en ataque los de Veljko Mrsic volvieron a ser un equipo demasiado previsible, sin ideas y encomendados a la labor de salvavidas de Álex Mumbrú. Los destellos de agresividad fueron solo eso, fogonazos de luz en un camino oscuro. Las fases de desconexión fueron más habituales que los momentos continuados de buen juego y el Limoges lo aprovechó para llevarse una victoria cómoda. El marcador de 86-74 dejó clara la diferencia entre los dos equipos. Otra vez más, los bilbainos rondaron los 90 puntos encajados y solo la relajación final de los franceses ayudó a aumentar el botín ofensivo.

Los hombres de negro arrancaron el partido con la mentalidad de dejarse la piel en defensa. Agresividad para sacar adelante el choque y presionar las líneas de pase como consigna clara. Los cambios en los bloqueos y las rápidas ayudas del inicio saturaron el ataque francés. Fue un momento de esperanza antes de volver a la tónica habitual de la temporada. Los esfuerzos defensivos empezaron a escasear y cuando el Limoges comenzó a mover con fluidez, todas las costuras de la defensa bilbaina saltaron por los aires. Los locales hicieron mucho daño con el bloqueo directo, desde donde consiguieron sacar anotaciones cercanas al aro y tiros liberados en el lado débil, demasiadas facilidades para un equipo que además se mostró letal desde la larga distancia, sin perdonar prácticamente ningún error y llegó a anotar doce triples con una efectividad cercana al 50%. Al igual que hizo en el partido contra el San Pablo Burgos, Mrsic trató de blindar la defensa aumentando las variantes tácticas e introduciendo defensas zonales para poder protegerse, pero eso tampoco llegó a ser una solución definitiva.

Ante los problemas, Mrsic apostó por dar oportunidades a todos los jugadores. Los doce integrantes de la plantilla tuvieron minutos de juego antes de que el partido firmara su desenlace. Sin embargo, las soluciones no terminaron de llegar y las aportadas en un lado de la cancha, se contrarrestaron con las carencias en el otro lado. Mumbrú fue el encargado de tirar del carro. El equipo tuvo problemas para hilvanar jugadas ofensivas y la capacidad de desequilibrio brilló por su ausencia. Solo el alero catalán, que ayer cumplió su partido número cien en competición europea con el Bilbao Basket, aportó cosas diferentes y pudo crearse sus propios tiros de la nada, mientras generaba para sus compañeros, consiguiendo un total de 16 puntos y cinco asistencias. Sin embargo, el capitán estuvo demasiado solo. Además de él, únicamente Shane Hammink superó la decena en anotaciones, pero parte de sus puntos llegaron cuando el Limoges bajó su intensidad defensiva.

En esa situación de congestión ofensiva, el llamado a ser el desatascador de los partidos cuando se formó la plantilla, Lucio Redivo, no jugó en toda la segunda parte. La gran apuesta a la hora de sumar puntos de la dirección deportiva sigue sin encontrar una regularidad y ayer solo disputó seis minutos. Además, el Limoges aprovechó el tiempo en cancha del bahiense para buscarle a la hora de atacar. El otro jugador que se vio condenado al banquillo en todo el segundo periodo fue Devin Thomas. El americano estuvo voluntarioso, demasiado en varias ocasiones, lo que le llevó a sumar varios errores en forma de falta en ataque. Intensidad que tampoco compensó a la hora de defender, donde se vio superado por los interiores franceses.

Camino complicado La derrota de ayer deja al Bilbao Basket prácticamente eliminado de la Eurocup. Los bilbainos ven como el Lietuvos Rytas se aleja en tres victorias gracias a su triunfo ante el Partizan y debido a que el basket average es favorable a los lituanos, se convierten en un rival inalcanzable para los hombres de negro. La esperanza del conjunto dirigido por Mrsic es superar al Limoges, con el que tienen también perdido el computo de tantos a favor y en contra. Por ello, la única opción sería ganar todos los partidos restantes y que al mismo tiempo los franceses no salgan vencedores en ninguno de sus compromisos.

Sin embargo, estar cerca de la eliminación europea no servirá para acumular más horas de entrenamiento. Además de los propios partidos, los viajes también robarán horas de preparación a los hombres de negro, ya que todavía deben viajar a Belgrado y a Berlín. Ahora mismo, disputar la Eurocup es un problema para un equipo que necesita tiempo y mucho trabajo para ensamblar de nuevo sus piezas y encontrar un rumbo con su nuevo técnico, todo para intentar reconducir la situación en la ACB, donde al fin y al cabo debe ganarse el pan.