bilbao - El Bilbao Basket no pudo hacer buena ayer su apuesta por el juego abierto y sin complejos. Dada la configuración de la plantilla, los hombres de negro no tienen probablemente otra opción que buscar partidos a marcador alto. Ver la rueda de calentamiento de los dos equipos mostraba una enorme diferencia física a favor del Limoges que se acabó manifestando en un partido que, al margen de cualquier otra interpretación, resultó muy entretenido porque tuvo todos los ingredientes: polémica, amago de remontada de los locales, emoción al final y acciones de enorme plasticidad como ese mate de Dejan Todorovic que elevó la temperatura emocional del duelo y puso al Bilbao Basket en la rampa de lanzamiento. Pero los de Carles Duran no supieron aprovechar ese punto de inflexión porque se distrajeron en otras cuestiones ajenas a su juego.
El partido arrancó con otro merecido homenaje a Fred Weis que quizás ablandó al público y al equipo locales, como el domingo ante el Tecnyconta Zaragoza. El caso es que desde el primer minuto, el Limoges colocó el listón físico muy arriba, recuperó balones y sumó canastas sencillas y el Bilbao Basket no tuvo la continuidad necesaria para superarlo con eficacia. Los vizcainos solo estuvieron cuatro minutos del tercer cuarto al mando del marcador. El resto fueron a remolque desde otra salida que deberá ser analizada. Jugar con el motor a bajas revoluciones no hace ningún bien a un grupo de jugadores que no sabe manejarse en la guerra de trincheras. Se demostró en ese tercer cuarto en el que el Bilbao Basket pasó a preocuparse más del arbitraje que de explotar sus ventajas. El partido se convirtió en un jaleo y los franceses lograron engordar su marcador en jugadas perfectamente evitables, en las que los jugadores de Carles Duran regalaron tiros libres que en la cuenta final pudieron resultar decisivos. Cuando el Limoges parecía caerse, el estadounidense Brian Coklin lo sujetó. Estuvo en todos los fregados, pero sin desviarse de sumar acciones positivas para su equipo ni mantener a sus compañeros bien metidos en la tarea.
Mientras, los hombres de negro se conformaban en ese rato con lanzar desde fuera, sin conseguir que la defensa francesa se desordenara. Ayer volvieron a jugar cuatro jugadores en la posición de cinco y, por ejemplo, Vucetic renunció a algunos tiros frontales que forman parte de su arsenal y que podían haber ayudado a despejar la zona del Limoges de esos paquetes de músculos que ponían muy caro llegar al aro. Sin amenaza en el poste bajo porque Mumbrú recibía un doble marcaje cada vez que jugaba de espaldas y con escasa capacidad de desborde en el uno contra uno, todos los tiros tenían una mano del Limoges delante y la falta de acierto facilitó las cosas a los galos.
Sentencia de manual Cuando ya estaba claro que el partido se iba a decidir a meter y no a defender, a los visitantes, impulsados por un centenar de animosos seguidores, no les tembló el pulso. La mitad de sus seis triples llegaron en el último cuarto en el que hasta el último minuto siempre tuvieron una renta de más de una canasta. A la canasta de Hervelle que puso el 91-93 respondió Kenny Hayes, ex del Unicaja, con una canasta de manual: uno contra uno en la cabecera y tiro por encima de la defensa que entró limpio para sentenciar el partido.
Realmente, la actuación del conjunto limusino fue impecable para tratarse de un partido fuera de casa y en Europa. Siete de sus jugadores anotaron por encima de los diez puntos y gracias al acierto de Mahamadou Jaiteh siempre tuvieron una sólida presencia en la zona. El Bilbao Basket sufrió, en cambio, en el cuerpo a cuerpo y se perdió en ocasiones en situaciones poco elaboradas que se convertían casi en un cara o cruz. En eso los franceses también eran mejores y lo demostraron al final.
Habrá que asumir, por tanto, que este tipo de partidos se van a ver muy a menudo en esta temporada del Bilbao Basket. El equipo bilbaino, a la espera de que sus mejores jugadores encuentren el acierto con regularidad, sigue fiando su suerte al intercambio de canastas y eso puede salir bien o mal. Ayer no tuvo ese último arreón defensivo que le dio la victoria ante el Zaragoza y cayó la primera derrota en formato continental. Ya se sabe que Europa es diferente, que los criterios arbitrales van y vienen y que la crispación no lleva a ninguna parte. El Bilbao Basket no pudo sumar una victoria que le habría dado un buen impulso, pero en la Eurocup no hay urgencias, no hay un objetivo que persigue a toda costa y cada partido que se juegue tiene que servir para sumar minutos de aprendizaje.