Bilbao - La tiranía del físico dictó ayer una sentencia cruel en Miribilla. El Bilbao Basket, de nuevo renqueante en el amanecer de la contienda pero rebosante de espíritu batallador, tuvo que claudicar ante la mayor potencia de fuego, rotundidad en el porte y explosividad del plantel del Limoges y acabó cosechando su primera derrota en la presente Eurocup (91-98). Los pupilos de Carles Duran lo intentaron hasta el último segundo en un duelo en el que viajaron casi siempre a remolque, pero esta vez no hubo voltereta final como tres días atrás ante el Tecnyconta Zaragoza. El conjunto francés, que marcó a fuego al duelo las constantes vitales con las que mejor se expresa -velocidad, posesiones cortas, verticalidad...- ganó las batallas de la potencia y la rapidez y acabó llevándose el gato al agua ante un rival al que le pesó su soporífero arranque y que posteriormente, cuando consiguió recuperar el control del luminoso en el arranque del tercer cuarto, se difuminó demasiado por su enfado con las decisiones y los criterios arbitrales, que enervaron muchísimo al público de Miribilla.
Como llevó desde el salto inicial el duelo a su terreno, el Limoges encontró mejores formas de expresión que los hombres de negro, demasiado a la expectativa primero y con sobredosis de ansiedad después. Los visitantes empequeñecieron a sus pares en muchos emparejamientos y cobraron tantas ventajas que hasta siete de sus jugadores acabaron anotando en dobles dígitos. Primero arrearon los bases, Danny Gibson y Kenny Hayes, les siguieron desde las alas Josh Carter y Axel Bouteille, cuando el duelo se enredó en protestas arbitrales Brian Conklin supo sacar de quicio a rivales y público, Mam Jaiteh acabó campando a sus anchas debajo del aro y William Howard puso la guinda al pastel desde la línea de 6,75. Y pese a todo el Bilbao Basket, con Pere Tomàs y Álex Mumbrú enfilando antes de tiempo hacia el vestuario y el banquillo por el concierto de silbato, coqueteó con la remontada prácticamente hasta el final espoleado por otro notable partido de Dejan Todorovic y un buen acto final de Shane Hammink, pero esta vez se quedó corto.
La contienda arrancó con demasiadas similitudes con respecto a la cita del domingo ante el Zaragoza. Fueron de nuevo los visitantes los que llevaron la voz cantante en estos primeros compases, con los hombres de negro siempre un paso por detrás, o un par, tanto en ataque como en defensa. Gibson, como Bellas tres días atrás, hizo lo que quiso con la zaga bilbaina desde la posición de base, penetrando constantemente hasta el corazón de la zona, y sus nueve puntos en un abrir y cerrar de ojos impulsaron al Limoges hasta un 4-17 con menos de seis minutos disputados. Los anfitriones se revitalizaron con la entrada en escena de la segunda unidad. Fischer dio algo de orden al ataque y Mumbrú y Todorovic aportaron los tan necesarios puntos, que sirvieron para estrechar el marcador (23-25), pero el mayor de los problemas estaba en defensa. Los 27 puntos encajados en el primer cuarto, con el espídico Hayes tomando el relevo de Gibson, suponían una losa tremenda. Y la cosa no fue a mejor. El conjunto francés encontraba constantemente jugadores entonados para anotar desde buenas posiciones. A la retaguardia bilbaina le costaba horrores engrasar sus resortes defensivos y el Limoges actuaba a placer. Los de Duran se limitaban a hacer la goma. A poco más se puede aspirar cuando el rival consigue anotar 53 puntos con un 72% en tiros de dos puntos antes del ecuador de la contienda. Todorovic lograba sacar ventajas ante sus pares, los tiros libres daban algo de aire y se daba la circunstancia de que el 48-53 antes del descanso, con triple final de Hervelle, se podía dar hasta por bueno.
Resistencia El Bilbao Basket retornó eléctrico a la pista (triples de Mumbrú y Todorovic y brutal mate del balcánico con personal cobrada) para voltear el duelo y colocar el luminoso a su favor por primera vez en la contienda (57-53). Deki encendió al Bilbao Arena con su brutalidad contra el aro galo, pero el estado de ebullición duró poco. El Limoges se reenganchó al partido percutiendo esta vez desde las distancias cortas con Jaiteh y Carter y, posteriormente, fueron los colegiados los que sacaron de quicio a los hombres de negro. Una falta y una técnica sobre Mumbrú por sacar el codo ante Conklin y otra personal con técnica por protestar señaladas a Tomàs volvieron a dar al Limoges el control de los acontecimientos ante un conjunto vizcaino de nuevo fuera de guion. Conklin supo pescar en ese río revuelto que era el estado anímico de rival, inestable, y llevó a los suyos a alcanzar los diez minutos finales con un 72-78 favorable. Un mate de Hammink avanzó la resistencia bilbaina, los visitantes reaccionaron para amagar con un demarraje definitivo (76-84), pero el holandés y Tomàs lo impidieron (80-84 a 4:40 del final). Sin el balear y su capitán, el Bilbao Basket se resistió a claudicar y, nadando en contra de la corriente, llegó a colocarse 91-93 a 51 segundos del final, pero una canasta de pura calidad individual de Hayes dibujó un panorama imposible de voltear y el físico acabó superando al espíritu.