Bilbao - Hizo falta de todo. Por un lado, registros jamás vistos en las finales -récord de puntos en un cuarto (49, en el primero), en una mitad (86 al descanso), al término del tercer acto (115) y triples anotados (24)-; por otro, rendimientos individuales estratosféricos -noveno triple-doble en unas finales de un LeBron James (31 puntos, 10 rebotes y 11 asistencias) que se queda solo en la cúspide de este apartado estadístico y desplaza a Michael Jordan del tercer puesto de la lista de anotadores históricos en las series por el título y 40 puntos de un Kyrie Irving soberbio-. Introduzcan estos ingredientes en la coctelera y, antes de agitar, añadan la aparición de un Tristan Thompson que, por fin, fue un elemento desestabilizador debajo del aro en labores reboteadoras y de intendencia y, además, un punto de mira mucho más atinado desde el perímetro que desembocó en 24 triples anotados de 52 intentados (53,3%) y siete jugadores enchufando desde esta distancia.

Los Cleveland Cavaliers tuvieron que utilizar todos estos ingredientes para obtener la mezcla perfecta que les sirviera para salvar el match ball que afrontaban en la madrugada del sábado ante los Golden State Warriors (137-116) . Los de Tyronn Lue evitaron las aspiraciones de histórico 16-0 de los de Oakland en el play-off y aplazaron la resolución final de la lucha por el anillo comportándose como lo que son: los actuales campeones. Como esos grandes boxeadores que pese a estar arrinconados se niegan a besar la lona, los Cavaliers ingresaron en el campo de batalla dispuestos a morir matando y desde el salto inicial supieron llevar el partido a su terreno, galopando cuando convenía y enfangándolo cuando era menester, sin rehuir la marrullería cuando tocaba para desquiciar aún más a un Draymond Green ya descentrado por las decisiones arbitrales, demasiado desatinadas para una cita de tan alto voltaje.

En definitiva, Cleveland fue puro Cavaliers desde el arranque, pero los Golden State no comparecieron al estilo Warriors y ahí se hizo la diferencia. No era ya que los Curry, Thompson o Green no tuvieran el día en ataque, sino que amanecieron perezosos en el esfuerzo y permitieron a los anfitriones marcar territorio desde muy pronto (27-11 a 6:50 del final del acto inaugural). Los de Lue volvieron a sufrir cada vez que LeBron, humano aunque se empeñe en disimularlo, se sentó en el banquillo para coger algo de aire, pero hicieron valer su distancia de seguridad ante un rival que coqueteó un par de veces con volver al partido (115-104), pero sin continuidad. Las finales están como el año pasado, 3-1 para los Warriors, y la serie vuelve a Oakland. ¿También los fantasmas?