Bilbao - Fue como pasar del todo a la nada de la manera más brutal y dolorosa posible. Porque los primeros 26 minutos de la semifinal copera fueron la perfección más absoluta para el Dominion Bilbao Basket, mientras que a partir de ahí, minuto a minuto, fue mascándose la caída al vacío. Porque en ese primer segmento en el que se mostraron lozanos y robustos, los hombres de negro firmaron un baloncesto de muchísimos quilates empequeñeciendo a un Herbalife Gran Canaria que deambulaba por la cancha desnortado y tambaleante, sin argumentos para la resistencia; pero en el segundo a los de Sito Alonso les cayó encima de golpe la extenuación, arrinconándoles palmo a palmo, sacándoles absolutamente de foco. Como si uno de esos kamikazes del ciclismo que se fugan de salida se tratara, al conjunto vizcaino se le hicieron eternos los kilómetros finales. Cada balón comenzó a pesar una tonelada, cada defensa llegaba una décima tarde, cada rebote se escurría por centímetros. Esta vez no hubo serpiente multicolor a la caza, sino un depredador que viste de amarillo al que da ordenes Aíto García Reneses y que desmontó a dentelladas ese 55-36 que sabía a final a 4:11 de acabar el tercer cuarto para alcanzar el arco de meta firmando un extraordinario parcial de 16-45.

Y así se quedó el Dominion Bilbao Basket fuera de su primera final copera, por otra brutal desconexión en otro final de partido que provoca la pérdida de otra excelente ventaja en el luminoso. Porque seguro que pesó el enorme esfuerzo realizado dos días atrás para dar la campanada ante el Barcelona y el enorme y brillante trabajo para fabricar esa renta de 19 puntos ante los insulares, porque seguro que influyó la superioridad del rival en cuanto a físico y fondo de armario, pero tampoco se puede obviar que esta vez la segunda unidad no ofreció soluciones como ante los de Xavi Pascual -solo siete puntos entre Raúl López y Dejan Todorovic, con un cero de Alex Ruoff que ante los de Xavi Pascual firmó él solito 18-, lo que restringió el aporte anotador a solo siete jugadores y contribuyó a los dientes de sierra en el rendimiento grupal justo en el momento en el que los hombres de negro parecían inabordables sobre la cancha por lo granítico de su defensa y la fluidez de su ataque. Justo en el 55-36, el piso firme sobre el que había jugado hasta entonces el cuadro vizcaino se hundió de golpe. Los de Sito Alonso pensaron demasiado en administrar la tierra conquistada en lugar de seguir avanzando, bajaron un par de marchas y el Gran Canaria, con Albert Oliver asumiendo galones, encontró la rendija por la cual colarse. Su 0-12 en apenas cuatro minutos para llegar al acto final metido en partido (55-48) dañó muchísimo a un rival que cuando quiso recuperar su anterior rutina de juego no encontró ni piernas ni oxígeno. Las dinámicas, tan puñeteras, cambiaron de signo y con ellas el acierto. Los de amarillo comenzaron a meter triples de todos los colores y aunque el Bilbao Basket siguió cinco minutos caminando sobre el alambre no hubo nada que hacer. Mumbrú y Hannah lideraron la resistencia, pero un triple sobre la bocina de la posesión de Báez a 1:43 del final tras dos rebotes ofensivos insulares colocó un 69-75 sin vuelta atrás.

El final fue tan amargo porque hasta entonces todo lo que había ocurrido en esta Copa había sido tremendamente dulce. Ayer, el entonado arranque anotador de Hannah y la labor en el rebote ofensivo de Bogris permitió al Bilbao Basket empezar mandando en el luminoso, con rentas que se dispararon cuando Bertans entró en trance en el segundo acto para, con diez puntos casi seguidos, estirar la renta hasta el 36-20. El Gran Canaria resistió cuando vinieron mal dadas merced a Omic y a los tiros libres (46-34 al descanso), pero en la reanudación el cuadro vizcaino parecía inabordable, con su defensa maniatando al rival -Slezas neutralizaba a Omic- y su ataque encontrando soluciones de la mano de Hervelle y Mumbrú. La situación parecía controlada, el 55-36 dibujaba una final en el horizonte, pero hasta entonces solo se había visto el todo. Luego llegó la nada y dejó una sensación difícil de masticar. Al final, fue bonito mientras duró. Muy bonito, de hecho.