Regreso al patio del colegio
El Estudiantes ha rejuvenecido su plantilla para apuntalar su futuro y recuperar lazos con la afición
bilbao
En tiempos de dificultades económicas, el Estudiantes se ha agarrado a sus raíces para sobrevivir en la Liga Endesa. En la cantera del club colegial, en ese vivero que forman el colegio Ramiro de Maeztu y el vetusto y aún entrañable Polideportivo Antonio Magariños, evolucionan cerca de 1.000 niños y niñas cuya formación está enfocada a formar parte de sus primeros equipos. La canasta que el pasado sábado anotó Jaime Fernández en el último segundo para dar al conjunto madrileño su segundo triunfo de la temporada les debe servir de estímulo. Porque el joven base de 20 años es uno de ellos, alguien que lleva en el club desde categoría cadete y que ha ido quemando etapas hasta convertirse en un ídolo de La Demencia.
La necesidad obliga, pero Txus Vidorreta, que amplió su contrato por dos temporadas más, ha entendido lo que demandan los seguidores estudiantiles y tuvo claro también que debía dar más oportunidades a la cantera porque, al fin y al cabo, es de lo que ha vivido el Estudiantes toda su historia. Se trata de volver a remarcar ese orgullo del patio de colegio, esas señas de identidad, difuminadas en los últimos años, con trabajo y mucha paciencia, pero sin abandonar la exigencia y el espíritu competitivo que siempre imprime el técnico vizcaino a todos sus equipos. La puerta está abierta para quien quiera franquearla, para quien se gane los minutos.
El equipo colegial perdió a siete jugadores en verano, entre ellos a dos de sus piezas claves como Carl English y Germán Gabriel y a dos productos de la cantera: Jayson Granger y Daniel Clark. Como ha ocurrido en otros clubes, la renovación era inevitable y el Estudiantes ha reducido en dos años la edad media de su plantilla y cuatro de los jugadores tienen menos de 21 años: el propio Jaime Fernández, Fran Guerra, Edgar Vicedo y Lucas Nogueira, a quien solo una campaña de protagonismo en la ACB le ha colocado en los planes de futuro de los Atlanta Hawks, que le escogieron en el último draft.
Además, otros dos jugadores de 19 años que alternan con el equipo EBA suelen completar las convocatorias: Juancho Hernangómez y el donostiarra Darío Brizuela, un jugador al que Txus Vidorreta le tiene mucha fe. Si a esto se añade el regreso del escolta Andrés Miso, el más veterano del equipo con 30 años -quitando al temporero Guille Rubio-, queda que la mitad de la plantilla la forma gente de la casa, una apuesta que solo puede igualar el Joventut.
acelerar la maduración La pasada temporada eran cinco los jugadores mayores de 30 años en la plantilla estudiantil. Este año Vidorreta ha querido confiar también en jugadores aún jóvenes que necesitan un empujón de minutos y confianza hacia el máximo nivel como Quini Colom, Xavi Rabaseda o Kyle Kuric, convertido en su segundo año en Europa en la principal referencia ofensiva de equipo. Pero lo que tarden los más jóvenes, internacionales todos ellos en categorías inferiores, en madurar, en comportarse en la cancha como mayores, será el tiempo que necesitará el Estudiantes para convertirse en un serio aspirante al play-off. Fernández es un buen ejemplo, no por esa canasta ganadora ante el Manresa que define a un jugador con mucha personalidad y carácter, sino porque lleva tres años integrado en la primera plantilla y de la pasada temporada a esta ha elevado su participación en solo cuatro minutos por partido y, sin embargo, ha doblado sus promedios de puntos y asistencias. Nogueira, por su parte, aún no ha alcanzado su mejor forma tras sus coqueteos con la NBA este verano, pero el pívot brasileño, que llegó al Magariños hace cuatro años, volverá a donde le corresponde y aportará un buen dinero a las arcas estudiantiles en cuanto tome la salida hacia los Hawks ya que amplió su contrato hasta 2015.
un vizcaino en la cantera Es el sino del Estudiantes, un club que necesariamente tiene que caer bien en Bilbao, y de muchos otros clubes. Se trata de un proceso que se puede resumir en formar, hacer crecer y vender. Las esperanzas siguen puestas en Guerra, en Vicedo, en Hernangómez y en Brizuela, como en otros productos de una cantera que cuenta esta temporada por debajo del primer equipo con un filial en la Liga EBA, dos conjuntos juniors, un cadete, dos infantiles y dos alevines, además de una escuela en la que se fomentan los primeros pasos y la participación y una residencia para acoger a aquellos jugadores de fuera de Madrid. En esa estructura se ha integrado esta temporada Xabier Arriaga, un alero getxotarra con muy buena planta que jugaba en el Leioa a las órdenes de Carmelo Etxebarria y que ahora integra el junior B del Estudiantes, que ha visto en él un interesante proyecto de jugador en el que invertir tiempo y recursos.
Txus Vidorreta, que al fin y al cabo dio sus primeros pasos en el baloncesto en el colegio Maristas, siempre ha comentado lo motivante que resulta ver desde su despacho del Magariños a la cantera del Estudiantes llenando las canastas del recinto o del Ramiro. Y, a su vez, que estos niños y niñas se crucen con toda normalidad con sus mayores en los entrenamientos diarios. De esa cercanía, de ese roce, nació en 1948 una manera de entender el baloncesto casi lúdica, desinhibida. Con ella, el club colegial siempre ha estado en la máxima categoría desde 1953, y con ella jugó una Final Four de la Euroliga y una final de la Liga ACB. Pero hace dos temporadas vio las orejas al lobo con ese descenso que, al final, no se consumó y ha vuelto a mirar al patio para encontrar la manera de caminar hacia el futuro. Ahora, de la mano de un nuevo patrocinador muy acorde con el espíritu juvenil que impulsa a la entidad, cuando el baloncesto profesional recupere la cordura económica, el Estudiantes saldrá fortalecido. Dicen que es lo mismo que le puede pasar al Athletic. Si alguien tiene que rescartarte, mejor que sean los tuyos.