De 'homeless' a triunfador en la NBA
Jimmy Butler, alero de los Bulls y uno de los héroes del 'play-off', tuvo que buscarse la vida desde los 13 años, cuando su madre le obligó a irse de casa
bilbao
nO me gusta tu apariencia. Debes marcharte de aquí". Para cualquier chaval de 13 años, escuchar esta frase supone un palo terrible que se convierte en auténtica tragedia si la persona que la pronuncia es tu madre, la que te ha dado la vida, ordenándote que abandones el hogar familiar para no volver a pisarlo jamás. ¿Qué comer cuando no tienes dinero en los bolsillos? ¿Dónde pasar la noche cuando tu padre ya te abandonó en tu niñez y no tienes más familia en el mundo? Básicamente: ¿cómo sobrevivir?
Jimmy Butler (14-IX-1989, Houston) tuvo que hacer frente a esta agónica tesitura en su pasado antes de convertirse en jugador de la NBA y en uno de los nombres propios de las eliminatorias en pos del anillo enfundado en la camiseta número 21 de los Chicago Bulls. Seleccionado en el puesto 30 del draft de 2011, en su primer curso profesional fue inquilino habitual del banquillo para saltar, obligado por la plaga de lesiones de la franquicia de Illinois, a primera línea de batalla en la presente campaña. Su notable desempeño defensivo le ha convertido en pieza apreciadísima para su técnico, Tim Thibodeau, y poco a poco ha ido soltándose en la faceta atacante hasta convertirse en un escolta-alero global de 2,01. A sus 23 años, su explosión ha sido tal que en los dos encuentros finales de primera ronda ante los Brooklyn Nets y en el primero ante los Miami Heat permaneció en cancha durante los 48 minutos del partido, algo que nadie había completado en tres partidos consecutivos del play-off desde Allen Iverson en 2005. Tal es el aprecio que se ha ganado entre compañeros y cuerpo técnico que, ante la baja de Luol Deng, fue el designado para defender al MVP LeBron James. Frenar a The King es misión prácticamente imposible, pero, en el duelo inaugural de la serie, Butler limitó al genio de Akron a una sola canasta en juego durante la primera mitad (24 puntos en total) mientras él aportó 21 puntos y 14 rebotes en la victoria de los Bulls ante los actuales guardianes del anillo. En los dos siguientes duelos, el éxito sonrió a los de Florida, pero, más o menos acertado y brillante con sus números, Butler en ningún momento ha dado un paso atrás. De hecho, en la tercera contienda volvió a ser el único jugador que no se sentó en el banquillo en ningún momento, acabando con 17 puntos.
Su durísima historia vital pasó desapercibida hasta escasos días antes del draft de 2011 pues no era Jimmy Butler uno de esos jugadores que habían acaparado titulares y expectativas en las semanas previas al sorteo, pero finalmente, con dudas, decidió contarla en un magnífico reportaje de ESPN. Eso sí, anteriormente lanzó una petición al periodista: "Por favor, no escribas mi vida de una forma que haga que la gente sienta pena por mí. Lo odio. No hay nada por lo que haya que sentir lástima hacia mí. Adoro todo lo que me ha pasado, me ha convertido en la persona que soy ahora". Acto seguido, Butler narró cómo a los 13 años, cuando vivía en Tomball, un suburbio del área metropolitana de Houston, su madre le lanzó las últimas palabras que ha escuchado de su boca: "No me gusta tu apariencia. Debes marcharte de aquí". Así, sin previo aviso, Jimmy se vio en la calle. Sin comida, sin dinero, sin un techo bajo el que pasar la noche y sin ningún familiar al que recurrir porque, siendo él un niño, su padre salió un día por la puerta de casa para no volver jamás, por lo que tuvo que convertirse en un auténtico buscavidas. Mientras sus compañeros de clase tenían en los deberes de clase su principal preocupación y en las chicas y el deporte sus pasatiempos favoritos, Butler tenía que centrarse en cubrir sus necesidades básicas: conseguir algo para comer, que alguien le diera cobijo cuando se ocultaba el sol... El frío suelo era apetecible si iba acompañado de un techo protector; un colchón era ya artículo de lujo.
De aquí para allá Y así, un día tras otro. No tardó en convertirse en un nómada, pasando breves periodos de tiempo acoplado en casas de diversos amigos o conocidos, mientras el baloncesto se iba convirtiendo, en principio, en su válvula de escape y, posteriormente, en salvavidas. Ocurrió en el verano previo a su curso senior en high school. Sin ser ni mucho menos una celebridad, Butler era ya un notable jugador. Después de un bolo veraniego, un chaval de su mismo instituto, Jordan Leslie, le retó a un concurso de triples. Entre lanzamiento y lanzamiento, ambos conectaron y Leslie comenzó a invitar a Jimmy a su casa para jugar a los videojuegos y ver partidos de baloncesto y fútbol americano por televisión. Muchas veces, se quedaba a pasar la noche.
Un nuevo hogar Poco a poco, la familia de Leslie fue cogiéndole cariño. Se trataba de un núcleo muy numeroso, pues su madre, Michelle Lambert, tenía cuatro hijos de su primer matrimonio, mientras que su nueva pareja aportaba otros tres chavales a un hogar en el que el dinero no sobraba. Todos quedaron encandilados por aquel chico que en Tomball tenía fama de problemático pero que en aquella casa jamás daba problemas y se comportaba con exquisita educación, por lo que decidieron que Jimmy podría dormir allí de vez en cuando, en periplos cortos. Pero ocurrió que, cada vez que le tocaba buscarse un nuevo techo, alguno de los críos reclamaba su noche con Jimmy. Y así, sucesivamente. Finalmente, los Lambert se rindieron a la evidencia y ofrecieron a Butler lo que tanto había añorado en los años anteriores: un hogar estable, un núcleo familiar que se preocupara por él, desterrar el cruel pensamiento de "¿qué será de mí la próxima noche?".
Las reglas fueron estrictas. Buen comportamiento, nada de problemas en las calles, estricto régimen de estudios y asistencia inexcusable a clase. Jimmy Butler no desobedeció jamás, no estaba dispuesto a defraudar a aquella gente que, sin tener obligación, había decidido abrirle las puertas de una vida mejor. Su rendimiento en las canchas no tardó en subir exponencialmente (19,9 puntos, 8,7 rebotes), pero al no haber jugado en los circuitos veraniegos ni entrar en los principales ránkings ninguna universidad de primer nivel apostó por él, por lo que decidió enrolarse en un Junior College cercano a su nuevo hogar. Arrasó. Comenzó a enlazar partidos por encima de los 30 puntos y universidades como Kentucky, Clemson, Iowa State o Marquette quisieron reclutarle, decantándose por esta última. ¿Por qué? Por consejo de Michelle, a la que seducía el nivel académico del centro.
Los primeros meses fueron duros. Butler, acostumbrado a ser referente, convivió con el banquillo, pero dos futuros NBA como Lazard Hayward y Wes Matthews le insuflaron calma. Su momento iba a llegar. Lo hizo en su año senior y la NBA colocó su foco bajo un jugador total: buen anotador, gran defensor, notable manejo de balón y un líder en absoluto egoísta. Los Bulls le abrieron la puerta de la NBA y él demuestra en cada partido que ha llegado para quedarse. Pero su noche más emotiva no llegó como profesional, sino antes, en su último partido en la universidad, cuando en su senior night saltó a cancha de la mano de su nueva madre y escoltado por su nueva familia, la que proporcionó a un homeless una nueva vida, un nuevo futuro.