BILBAO. Ni los más viejos del lugar recordaban algo parecido. Simplemente, porque nunca existió. El Bizkaia Bilbao Basket alcanzó en 2011 unas cotas desconocidas en el baloncesto vizcaino. Todo ocurrió en un mes y medio escaso que pasó a la historia de las conquistas deportivas y que reunió en un mismo coro a aquellos pioneros que conocieron al Águilas y al KAS, a quienes crecieron con el Cajabilbao de Kopicki y Lockhart y a quienes se engancharon hace apenas once años, nietos seguramente de aquellos pioneros que lanzaron el baloncesto en Bizkaia. Vestidos todos del negro de la esperanza y la ilusión de ver al Bilbao Basket donde siempre estuvieron otros.
La temporada, sin el añadido de la participación europea, estaba cumpliendo las previsiones sin sobresaltos. Los hombres de negro habían logrado meterse en la Copa de Madrid, donde cayeron en cuartos de final ante el Caja Laboral en un partido que prolongó su emoción hasta el último minuto, y su trayectoria en la Liga, más o menos, discurría según lo previsto. Cuando el Fuenlabrada ganó en el Bilbao Arena en el último partido de abril, el Bizkaia Bilbao Basket quedó en situación comprometida porque peligraba una buena posición para el play-off y, por tanto, para las aspiraciones europeas, eje sobre el que pivotaban todas las expectativas y las necesidades del club.
Pero entonces se produjo una catarsis, en el sentido heleno de "purificación ritual de personas o cosas afectadas de alguna impureza". Con un griego, Fotis Katsikaris, al mando, el Bizkaia Bilbao Basket cerró la Liga regular con tres victorias consecutivas que le dejaron finalmente en la sexta posición y le liberaron de presión. Del Mediterráneo llegó una ola a la que se subieron todo Bilbao y toda Bizkaia. Empezaron a creer en lo imposible después de que el equipo regresara de Valencia con el triunfo en el primer partido de cuartos de final, el primero a su vez que el Bizkaia Bilbao Basket ganaba en las eliminatorias por el título.
A las puertas del segundo choque, casi en la clandestinidad de un fin de semana primaveral, Paco Vázquez acuñó lo del efecto Miribilla, un término que acabó por definir un estado de ánimo, un sentimiento de infalibilidad repartido entre la cancha y la grada. El veterano jugador ibicenco habló de "crear algo para recordarlo siempre" y sus palabras fueron premonitorias, casi proféticas. La afición se movilizó, el Bilbao Arena se convirtió en una caldera apasionada y apasionante y el Bizkaia Bilbao Basket apeó a los valencianos para colocarse en las semifinales de la Liga ACB, pese a que una lesión le privó definitivamente de Edu Hernández-Sonseca y debilitó su juego interior.
Más y más Quien más, quien menos, se habría dado por satisfecho con eso, habría visto saciado su apetito de gloria, pero los jugadores de Fotis Katsikaris se habían impregnado ya de un deseo competitivo y una confianza que les hacían sentirse capaces de derribar cualquier barrera. El Real Madrid, el tótem del baloncesto estatal, apareció en el horizonte en busca de una nueva reedición del clásico, en su versión baloncesto, y el Bizkaia Bilbao Basket se lo tomó como un desafío al que se presentó con la armadura de los objetivos cumplidos. La presión estaba en el otro lado; se trataba de mirarse a la cara, de jugar, de competir...
La ventaja de cancha era, otra vez, de los blancos que se llevaron el primer partido ante un rival que parecía superado por el acontecimiento, por cargar con el peso de la historia. Pero el Bizkaia Bilbao Basket sacó en el segundo encuentro su cara más decidida, ese disfraz indestructible que le hace mejorar cuando todo está en su contra y que se ha convertido en una seña de identidad. Katsikaris y sus hombres robaron la victoria en la Caja Mágica después de un partido cargado de emociones y llegaron a Bilbao en la situación soñada.
Los escépticos pensaban que era difícil ganar tres partidos seguidos al Real Madrid para poner freno a la euforia. Los más atrevidos aseguraban que por qué no y acertaron. Miribilla debía dictar sentencia y la ola se convirtió en un tsunami que se llevó por delante al que hasta hace poco era un gigante inalcanzable. En el tercer partido, el Gescrap Bizkaia arrasó al Real Madrid con una exhibición defensiva y el sueño se convirtió en realidad.
Solo quedaba un paso más, que además llevaba el premio añadido de la entrada en la Euroliga. La oportunidad era, probablemente, irrepetible y nadie quería desaprovecharla. Aquel 2 de junio Bilbao y Bizkaia se movilizaron como nunca antes en favor de un equipo de baloncesto. Todo ese fervor se concentró en el Bilbao Arena donde los hombres de negro consumaron la proeza y se cargaron los pronósticos y el orden establecido.
El Barcelona, que ya había tumbado al Caja Laboral, esperaba en la primera final a un Bizkaia Bilbao Basket henchido de orgullo, aunque con las fuerzas agotadas. Los aficionados aún se pellizcaban mientras ocupaban sus asientos en el Palau Blaugrana, la misión rozaba lo imposible, pero había que alargar la diversión. Solo fueron tres partidos más en los que los azulgranas impusieron el valor de su enorme plantilla ante un equipo que cayó con la dignidad intacta. Ahí, en la derrota asumida como lógica, no acabó nada, sino que fue el principio de una nueva etapa que se consumó cuando el Bizkaia Bilbao Basket fue incluido en el bombo de la Euroliga.
nuevos aires La temporada 2011-2012 arrancó con tres nuevas caras (Raúl López, Roger Grimau y D'Or Fischer), la ambición por bandera y una cierta prudencia tras el atracón de unos meses antes. La doble exigencia deportiva pesó en el equipo ya que le ha costado alcanzar la regularidad. Fue la llegada de Gescrap al patrocinio principal del equipo lo que fortificó los pilares del proyecto para los próximos cuatro años ya que los deseos encontraron el combustible necesario para avanzar hacia nuevas cotas.
Imposible olvidar que, no hace tanto, Gianluca Basile lanzó un misil a la línea de flotación. En un instante que pudo ser fatal, el Gescrap Bizkaia se tambaleó y estuvo cerca de caer, de sentirse vulnerable en su propia casa. Pero la plantilla se rehizo y sacó ese carácter que le ha llevado a tutear a la gloria para ganar al Fenerbahçe Ulker y al Caja Laboral y subvertir de nuevo los planes. Los hombres de negro volvieron a abrir las puertas de la historia a golpe de actuaciones memorables. Hace una semana, Miribilla puso el reloj seis meses atrás y el Top 16, el más selecto club del baloncesto europeo, aceptó a su nuevo inquilino.
2011 quedará como el año en que el Gescrap Bizkaia Bilbao Basket tocó el cielo con las manos y se prolongará durante unos meses más. La ola parece ya imparable. Tras ella avanza todo el baloncesto vizcaino, ese 'efecto Miribilla' que resurge con fuerzas en las grandes ocasiones, esas que parecían patrimonio exclusivo de unos pocos privilegiados.