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El cielo no da vértigo

El Gescrap Bizkaia agranda su leyenda en un Bilbao Arena en ebullición con una épica victoria que desemboca en su histórica clasificación para el Top 16 y la eliminación del Caja Laboral Baskonia

El cielo no da vértigo

BILBAO. Soñaron los guerreros y el gigante cayó. El Bilbao Arena, el escenario de la batalla, el campo de minas en el que los hombres de negro se dejaron hasta la última gota de sudor, hasta el más recóndito de los resuellos que habitaba en sus pulmones -las lágrimas, de pura emoción, de irrefrenable éxtasis, las aportaron más de 10.000 incondicionales que crearon una atmósfera irrespirable para el enemigo-, pasó de ser el más volcánico de los infiernos al más celestial de los cielos en un abrir y cerrar de ojos. El Gescrap Bizkaia encaró de frente su futuro, asumió el reto de ascender a los altares continentales de la manera que solo este grupo humano sabe hacerlo, de frente y sin miramientos, y derribó una nueva barrera en su quimérica historia, escrita a base de asestar dentelladas a los dictados de la lógica. Soñaron los guerreros y se ganaron el derecho a figurar en el selecto Top 16 de la Euroliga, ese club de lujo que los despachos se empeñan en convertir en una reunión opaca pero al que los de Fotis Katsikaris han logrado acceder a base de fe, esfuerzo y trabajo, mucho trabajo. Y cayó el gigante, ese Caja Laboral Baskonia que nunca había fallado con su cita con esta segunda fase continental pero que ayer quedó eliminado después de que el Fenerbahce hiciera los deberes en Cantú. Hay ocasiones en las que la dimensión del adversario engrandece una gesta y la de ayer fue una de ellas. El Gescrap Bizkaia llevó siempre el control de la contienda y mandó en el marcador, pero los de Ivanovic, aguerridos como siempre a falta del brillo de otras ocasiones, ofrecieron resistencia hasta el último segundo. Gloria para los vencedores, pero honor en la derrota a los caídos.

La histórica cita del baloncesto vasco contó con todos los alicientes necesarios para ser recordada y degustada por la afición vizcaina hasta el final de los tiempos. Hubo tensión, muchísima, también nervios, para dar y regalar, pulsos descontrolados y dos choques de estilos que dibujaron un encuentro volcánico, feroz y sin pausa para la tregua. En ese baloncesto a cara de perro, intenso, anárquico e incontrolado en ocasiones, el Gescrap Bizkaia se mueve como pez en el agua y lo de ayer fue un nuevo ejemplo. Suya fue la iniciativa y también la posibilidad de romper el choque con un par de ventajas de 12 puntos en el tercer acto, pero una contienda de este nivel precisaba de un guión final mucho más taquicárdico. Así fue. El Caja Laboral aprovechó los nervios del anfitrión y, arañando puntos como buenamente pudo, llegó al final bien visible en el retrovisor bilbaino. El 71-68 a 28 segundos del final dejaba la resolución para tipos duros, de los que no saben temblar. Con el infierno de Miribilla en plena ebullición, Kostas Vasileiadis y Janis Blums, dos soldados con corazón de fuego pero muñeca de hielo, no fallaron desde la línea de tiros libres (seis de seis entre ambos) y los alaveses, que se tragaron un soberano tapón de D'or Fischer por el camino, no tuvieron capacidad de respuesta. El devotion ya había mutado en Bilbotion.

Sin tregua Con el Gescrap Bizkaia deseoso de soltar las riendas de su juego y el Caja Laboral apostando por el control, el choque fue un híbrido con dientes de sierra. Ivanovic prohibió las penetraciones de Jackson, y Katsikaris tejió una tupida tela de araña alrededor de Teletovic. Las estrategias eran claras. Ocurrió que los visitantes tuvieron que vivir con el bosnio desconectado y con San Emeterio absolutamente negado, amparados en actores secundarios como el rocoso Milko Bjelica, mientras que Katsikaris tuvo muchos más pilares en los que sustentar su juego. Tras un primer acto igualado hasta el límite, el técnico griego dio la alternativa a Hervelle y Mavroeidis para ganar en intensidad y entre ambos allanaron el camino para la eclosión de Marko Banic. El croata, enchufadísimo en la defensa de Teletovic, anotó nueve puntos prácticamente consecutivos, una exhibición que abrió con un triple y que tuvo por el medio una situación curiosa con la técnica pitada a Félix Fernández, director deportivo de los baskonistas que estaba sentado en los aledaños del banquillo visitante, para ensanchar el marcador hasta un 40-31 que Prigioni maquilló con un triple justo antes del ecuador del duelo.

A la vuelta de vestuarios, el Gescrap Bizkaia encontró en los triples el perfecto oasis para sus problemas de circulación de balón y, con Blums, Mumbrú y Hervelle entonados, conquistó una renta de doce puntos que, sin embargo, fue efímera. El Caja Laboral no es de esos rivales timoratos que se diluyen a la primera. En lugar de ello apretó los dientes en defensa, aprovechó una pájara momentánea de su rival y llegó al último acto sin perder comba en el luminoso (58-52). En los diez minutos finales cada canasta se convirtió en un suplicio pues el oxígeno escaseaba sobre la cancha. El marcador fue menguando y las manecillas del reloj parecieron detenerse. El 71-68 dejaba todo en el aire, pero el Gescrap Bizkaia no había llegado hasta ahí para detenerse. No podía defraudar a 10.000 almas guerreras que habían soñado con ellos, a 10.000 habitantes del infierno que demostraron que el cielo no da vértigo.