bilbao

LARAMIE evoca a tipos duros con sombrero de ala, una brizna de hierba en la comisura de los labios y un fusil entre las manos. En El hombre de Laramie, un western clásico, Anthony Mann dirigió a James Stewart, ese actor con cara de buena persona al que costaba ver en papeles de malo. En la Liga ACB, el hombre de Laramie es Jaycee Carroll, un tipo de aspecto sereno y conducta tranquila, que aparenta menos de los 28 años que está a punto de cumplir y que hace unos años retrasó su carrera en el baloncesto para ejercer de pastor en Chile con la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los últimos días antes de ingresar en la universidad.

Pequeño (1,88 metros) y liviano (82 kilos), representa fielmente lo que Andrés Montes calificaba como "raza blanca, tirador". Jaycee Carroll es el máximo anotador de la ACB con 18,1 puntos por partido -el curso anterior lo fue también con 19,1- y, aunque parece que nunca ha roto un plato, cada vez que tiene el balón entre las manos se convierte en un jugador tan peligroso como esos buscavidas que las novelas y las películas sitúan en su Estado natal de Wyoming, cerca del Fuerte Laramie en el que se libraron algunas batallas con balas silbando en todas las direcciones.

La NBA le siguió la pista desde que firmara 39,4 puntos de media en su último curso de high-school, pero esos dos años como misionero le han convertido en un jugador mayor para la mejor Liga del mundo, pese a que no cesa de intentarlo en las Ligas de Verano "porque sigue siendo un sueño para mí". Sin embargo, Carroll no se arrepiente porque durante esa estancia en Sudamérica "aprendí a anteponer la felicidad de otros a la mía" y volvió "más maduro y mejor persona" y con un dominio del idioma -sus padres son, además, profesores de español- que le ha permitido adaptarse rápidamente a una competición "que tiene mucho talento y que te obliga a dar el máximo cada partido".

anotador compulsivo El escolta mormón, que probó varios deportes en su juventud, ha confirmado en el Gran Canaria la fama que atesoró con Utah State y en su primera incursión en Europa con el Banco Tercas Teramo italiano, donde se ganó el apodo de Boom Boom. Porque Carroll no solo es un puro tirador. Su abanico de recursos ofensivos es grande ya que también puede crear peligro desde el bote, dividir las defensas y buscar la canasta desde distancias más cercanas. Así, en temporada y media se ha convertido en el eje del ataque diseñado por Pedro Martínez. En los 61 partidos que ya ha jugado en ACB, solo en cinco ha bajado de los diez puntos y en 26 ha pasado de los 20. Es, además, el jugador que más tiros de campo -14 por partido- y libres está lanzando.

Al margen de Michael Jordan, como la mayoría de gente de su edad, Carroll se declara admirador de LeBron James, tan distinto a él, pero reconoce que en sus tiempos en Utah se fijó mucho en Jeff Hornacek, otro de esa estirpe de jugadores que las matan callando. Fuera de ella, el máximo anotador de la ACB es un ejemplar marido y padre que disfruta leyendo, tocando la guitarra y jugando al golf.

tiradores de élite El mormón del Gran Canaria es uno de esos anotadores que desmienten los cánones físicos del baloncesto y que construyeron su juego en horas de soledad ante la canasta. Es el más destacado, numéricamente hablando, pero no el único. A la ACB han llegado este curso varios tiradores de élite. Casi todos los equipos tienen uno en nómina. Jimmy Baron (Lagun Aro) es el que más triples anota y puede batir en breve el récord en porcentaje de tiros libres. Chad Toppert (CAI) lidera la ACB en porcentaje de tiros de tres -intenta cuatro triples por cada tiro de dos- por delante de Rafa Martínez (Valencia) y Carl English (Joventut), a quien Carroll sustituyó en Gran Canaria. Ellos y otros como Navarro (Barcelona), Quinteros (CAI), Tripkovic (Unicaja), Vasileiadis y Blums (Bizkaia BB), Karl (Granada), Ellis (Estudiantes), Gladyr (Manresa), López (Valladolid) o Teletovic (Caja Laboral) son algunos de los que hacen de la línea de 6,75 metros su trinchera. Desde allí, primero disparan y después preguntan. Como Jaycee Carroll, el hombre de Laramie que fichó el Gran Canaria para sostener su competitividad.