Es de sobra conocido que el actual Paris Saint-Germain es el fruto de una inversión económica promovida por las autoridades de Catar en los albores de la pasada década. Aunque existan presupuestos anuales, resulta imposible calcular el dinero exacto empleado hasta la fecha en fichajes de jugadores y técnicos, así como en campañas de marketing y demás aspectos que habrían contribuido al realce de una entidad antes sometida a constantes altibajos. La relación de estrellas que han vestido sus colores es tan extensa y distinguida, que citar un puñado de nombres a modo de muestra quedaría pobre.

Esa intensiva política de captación de figuras acreditadas, fenómenos en ciernes o artistas con vocación mediática, ha tardado muchos años en cristalizar en la gran obsesión de los dueños del club parisino: el título de la Champions. Los éxitos anuales en el plano doméstico, ligas y copas como por un tubo, no colmaban las ansias de gloria de una dirigencia que, se ha de reconocer, ha tirado de paciencia. Ante los sucesivos fracasos en el máximo torneo continental de clubes, incluso se barajó la posibilidad de que Qatar Investment Authority (QIA) cerrase el grifo. Muchas de las incorporaciones se revelaron erróneas, apreciación extensiva a varios de los entrenadores escogidos.

En julio de 2023, fue contratado Luis Enrique Martínez, exseleccionador de España que previamente triunfó en el Barcelona. La lista de cracks continuó engordando, pero ese año el PSG solo pudo avanzar hasta la semifinal de la Champions. Europa se resistía y el asturiano entendió que la salida de su mejor futbolista, Kylian Mbappé, en dirección al Bernabéu, podía ser la oportunidad para transformar la vieja dinámica que insistía en edificar el proyecto en torno a uno, dos o tres líderes e impulsar un plan que potenciase la fortaleza colectiva.

Dio en el clavo Luis Enrique, quien además de subir la cuota de producto francés no dejó de reclutar piezas de categoría, sin que necesariamente entrasen en la categoría de estrella. En el verano de 2024 llegaron el medio luso Neves, el central colombiano Pacho, el extremo galo Doué (por debajo de la veintena) y Safanov, portero suplente, por unos 175 millones. Las bajas arrojaron un ingreso aproximado a los 140. Y en enero de 2025, el PSG puso la guinda al pastel con la captación por 70 millones del delantero georgiano Kvaratskhelia, con un montón de pretendientes tras su explosión en el Nápoles.

Estos refuerzos congeniaron pronto con los ya contrastados Marquinhos, Hakimi, Fabián, Nuno Mendes, el siempre imprevisible Dembelé, reubicado como falso ariete lejos de las alas, su hábitat natural hasta entonces, y Vitinha, prolongación del míster en el campo, brújula de una estructura que acaparó todos los triunfos y galardones posibles. Salvo en la Copa Mundial de Clubes, donde logró el subcampeonato, se impuso en liga y Copa francesas, así como en la Supercopa de la UEFA y, por fin, en la Champions. El ansiado título se rubricó con un escandaloso 5-0 en la final sobre el Inter de Milán.

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De cara a la presente campaña, el PSG apenas ha picoteado en el mercado. Ya posee una estructura sólida, fiable, que solo precisa algún retoque. El portero Chevalier, procedente del Lille, y el defensor Zabarnyi, comprado al Bournmouth, son sus adquisiciones, por un centenar de millones. Luis Enrique se desprendió de Donnarumma, Mukiele, Soler, Asensio, Skriniar y Tenas, para ingresar 70 kilos.

Salta a la vista que han pasado a mejor vida aquellas operaciones publicitadas a bombo y platillo que cubrieron dos largos lustros con expectativas que acababan desembocando en una frustración perenne. Las aportaciones de los Ibrahimovic, Beckham, Cavani, Di María, Neymar, Verratti, Mbappé, Buffon, Icardi, Messi, Sergio Ramos y otros ilustres no pudieron instalar al PSG en el olimpo; ni siquiera la sapiencia de Carlo Ancelotti, Laurent Blanc, Unai Emery, Thomas Tuchel o Mauricio Pochettino valió para gestionar adecuadamente unas inversiones enloquecidas. Hoy, la realidad nos advierte que el cuadro francés compite como nunca y aspira con fundamento a ganarlo todo, plagado como está de buenos futbolistas.