Estropeó el Athletic su estupendo balance en la Europa League con una derrota amplia y bien merecida. La trascendencia clasificatoria de la misma queda pendiente de los resultados de hoy, cuando se disputan la mayoría de los partidos de la penúltima jornada de la liguilla. Quizá el revés no afecte a la privilegiada posición que ocupa, en caso contrario cuenta con una bola extra la próxima semana en San Mamés ante el Viktoria Plzen. Al margen de esta cuestión prioritaria, lo cierto es que la imagen ofrecida en Estambul dejó muchísimo que desear. El Athletic estuvo siempre a merced de un rival que dominó espoleado por sus necesidades y, habrá que pensar, que por la presencia de Gunnar Solskjaer en la banda. En ocasiones, el cambio de técnico logra un efecto transformador radical.

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Besiktas 4 - 1 Athletic | Las notas de Aitor Martínez: Ni Julen evita la goleada Aitor Martínez

El Besiktas se quitó de encima dudas y cuajó un encuentro redondo, exhibió un extraordinario filo en ataque y conservó el control con orden, sin perder el sitio y aplicando la agresividad justa. Sin duda que la temprana ventaja obtenida le facilitó la tarea, pero la clave de su éxito estuvo en las facilidades concedidas por los hombres de Ernesto Valverde. Fue el Athletic una mala copia del bloque duro de pelar y peligroso que había acumulado unos números extraordinarios en las seis citas previas del torneo. Anduvo al garete ante la verticalidad turca y su impotencia para fabricar fútbol fue una constante que, a ratos, alcanzó niveles exasperantes.

El gol de Unai no pasó de ser un espejismo, un lance aislado que en vez de alentar una reacción en condiciones encendió al Besiktas, que pudo hacer un destrozo en los compases iniciales de la segunda mitad. Dos formidables paradas de Agirrezabala y un complicado despeje de Nuñez sobre la línea apenas aplazaron el castigo. Siguió el Athletic sin aportar nada de enjundia y a nadie pudo extrañar que lo acabase pagando con un marcador fiel reflejo del desarrollo del choque.

Para que ningún ingrediente faltase en la aciaga tarde, Galarreta tuvo que pedir la sustitución a los ocho minutos de saltar al irregular césped del Tüpras Stadyumu. Una circunstancia negativa a agregar al paupérrimo comportamiento colectivo.

Al Athletic se le vio muy incómodo salvo en el mismo arranque, donde quiso percutir. Enseguida se olvidó del balón y permaneció a expensas de la propuesta rival. Sometido, sin sugerir ninguna capacidad de reacción, ni siquiera cuando Rashica inauguró el marcador en la acción más sobresaliente de los turcos, que tampoco es que se prodigaran demasiado en ataque a lo largo del primer acto. Adquirida la ventaja, el Besiktas dio la impresión de conformarse, algo hasta cierto punto comprensible porque el Athletic emitía síntomas desconcertantes y no veía amenazado su botín.

Las penurias en la elaboración del juego presidieron una tónica invariable. Contadas combinaciones y ninguna profunda. Un par de centros a cargo de De Marcos para abrir boca y luego, la nada. Nico Williams no pudo con su par, Svensson, cada vez que le encaró y hacia la media hora cambió de posición. Tampoco Berenguer lograba activarse, la brega de Unai resultaba estéril, en parte dada la ausencia de apoyos, mientras que Guruzeta prácticamente ni intervino. Las líneas estaban alejadas entre sí y ello condenaba al fracaso las maniobras.

Un panorama preocupante completado con una ración de desplazamientos en largo, a cargo preferentemente de Paredes, que casi nunca hallaron destinatario. En la zona ancha, Jauregizar y Prados no mezclaban, bien vigilados ambos. Todo esto fue generando una inseguridad alarmante. El Athletic no provocó un solo sobresalto en la zaga local. Pero, a medida que se aproximaba el descanso, se observaron detalles que indicaban un paulatino despertar. Prados logró progresar por la derecha y poner un par de centros. Pudo interpretarse que el Besiktas bajaba sus prestaciones, que se había relajado en exceso y en la jugada que cerró esta mitad, Unai voleó a la red tras una disputa de Prados en el área con Fernandes que le cayó como el maná. El VAR revisó la secuencia y dio validez al tanto porque no fue Prados, sino el luso quien habilitó al goleador.

El golpe de fortuna tampoco logró espabilar a los de Valverde. Acababan de equilibrar un pulso que discurrió muy adverso, pero volvieron a la faena como si la fiesta les quedase ancha. Era el momento de apretar y sembrar alguna duda en las filas del anfitrión, pero este no dio ni la más mínima opción. En diez minutos fabricó tres oportunidades muy nítidas, tanto que aquello adoptó las trazas de un milagro. Era inviable resistir así, sin amasar posesión, perdiendo disputas y favoreciendo la verticalidad y las piernas de Rashica, Immobile, Muçi, todos ellos abastecidos por un Rafa Silva espectacular.

Una escapada de Nico Williams abortada por Gunuk en el mano a mano y  anulada además por fuera de juego, antecedió a la lógica: cuarto ataque desmelenado del Besiktas, Silva elude a un Agirrezabala vendido para ceder los honores a Rashica. Seguido del 2-1, Valverde efectuó dos cambios y aún contó Guruzeta con una pelota propicia, pero remató muy flojo. Tampoco un cabezazo en globo de Berenguer le complicó la vida al portero. Eran fuegos de artificio porque el adversario se sentía poderoso y con razón. No precisaba realizar grandes alardes para sacar a relucir la  inconsistencia de la estructura del Athletic, encima torpe e inofensivo en sus turnos con balón. 

Rashica y Silva intercambiaron los roles en el 3-1, nacido de un sencillo envío a la espalda de la zaga de Al Musrati. Otro uno contra uno ante el que Agirrezabala nada pudo oponer. Y a modo de remate de la función, Nico Serrano se afanó en corregir una pérdida propia en la zona ancha y cometió penalti cuando el partido moría. Joao Mario engañó al meta desde los once metros y la grada lo celebró como la conquista de un título. Hay que entender que llevaba tiempo sin ver a sus jugadores lucirse y golear. Regalo que un Athletic irreconocible le sirvió en bandeja.