El paso de los años parece no pasarle factura a Pacho Maturana (Quibdó, Colombia, 1949). Presente en Bilbao con motivo del Thinking Football Film Festival y el largometraje Colombia: Camino a la gloria, en la entrevista hace un repaso de su exitosa carrera como entrenador y, cómo no, habla sobre la tragedia que rodeó a la selección colombiana tras su paso por el Mundial de USA 94.

En la película, varios futbolistas a los que entrenó dicen de usted que es el padre del fútbol colombiano. No es una mala carta de presentación.

Yo no diría del fútbol como tal, sino de los seres humanos que juegan a fútbol. Cuando pasan los años, uno va entendiendo... Al principio, la felicidad está en X o Y, en conseguir determinados logros, pero llega un momento donde uno entiende que la felicidad es cuando los hijos están bien. Y yo me siento feliz por el caminar de los hijos que el fútbol me dio.

Dicen también que usted era un adelantado a su tiempo.

Bueno… no es que lo tome así, sino que uno se pone a ver cosas que hoy parecen la novedad y resulta que eso ya lo hacíamos nosotros hace 20 y pico de años. Entonces, no sé, yo no diría que tampoco fue un invento mío, sino que yo he sido y soy un aprendiz permanente. Yo aprendo de todo lo que me pasa todos los días. Y yo en este tema del fútbol tuve la posibilidad de encontrar un momento histórico. Me abrieron los brazos gente de la calidad de Menotti, de Bilardo, de Rinus Michels, de Johan Cruyff... De toda esta gente aprendí yo. También de Arrigo Sacchi, con el que confrontamos nuestra manera de interpretar el fútbol y yo iba aprendiendo. Yo preguntaba y él me decía por qué hacía tales cosas. Y eso me habilitaba a mí para seguir el camino.

Una de sus máximas para con sus futbolistas era decirles que se divirtieran en el campo, pero con responsabilidad.

Es que creo que es parte de la vida. En la vida, más allá de que uno debe mantener la humildad siempre, tiene que disfrutar de lo que hace. Disfrutar del día a día. Nosotros disfrutábamos del entrenamiento, pero también disfrutábamos de los partidos con responsabilidad. Porque la idea es ganar. Pero ganar sufriendo… no tiene sentido. Vamos a divertirnos toda la semana para el domingo e ir a expresar esa alegría. Cuando veía a un entrenador caminando de aquí para allá, moviéndose, gritando, yo decía, bueno, ese es un entrenador del domingo. Nosotros éramos entrenadores de la semana. Nosotros entrenábamos toda la semana y el domingo íbamos a ver nuestra obra. Que había que hacer modificaciones, sí; pero cuando había que hacer un cambio era una frustración, porque parecía que no habías terminado de hacer bien las cosas. Y ahora pareciera que es imperativo hacer cinco cambios.

“Beckenbauer me decía: ‘Pacho, ustedes no tienen historia’. Y yo me preguntaba cómo podía ser, si llevábamos como 30 partidos sin perder”

Ese estilo atrevido le ayudó a clasificar a Colombia al Mundial de 1990 tras 28 años de ausencia y cuatro años después jugaron también el de Estados Unidos. Allí, incluso, Pelé les dio como favoritos al triunfo. Palabras mayores, supongo.

Eso es parte del entusiasmo que el fútbol genera a veces. Aquella selección jugaba bien, tenía unos principios y al mismo tiempo entendía que defender era una cuestión de todos. Había orden para defender y desorden para atacar. Pero ya lo decían los argentinos: Colombia no tiene historia. Y la historia pesa. Yo nunca escuché a un jugador colombiano, a un técnico colombiano, o a un dirigente colombiano decir que eran favoritos para el Mundial. Porque es que el Mundial tiene una cosa simpática. Hay como 200 y pico Federaciones y solo ocho han sido campeonas. Es la generosidad en la manera de jugar que hacía que a Colombia se le diera ese protagonismo. Pero no, el Mundial es totalmente diferente. A mí me lo decía Beckenbauer: Pacho, ustedes no tienen historia. Y yo me preguntaba cómo podía ser, si llevábamos como 30 partidos sin perder. Eso pensaba yo, pero después me he dado cuenta que eso no es la historia. La historia es esa cosa que hace que uno en el momento justo sea mejor. Y él me decía: ¿A quién vio jugar Higuita un Mundial? ¿A quién vio jugar Valderrama un Mundial? En cambio, los brasileros tienen un tío que jugó un Mundial, o un primo que jugó un Mundial, o un vecino que jugó un Mundial. Y eso no pasa en Colombia.

¿Pero pensaban de manera interna que podían ganar aquel Mundial?

No. Nosotros queríamos ganar todos los partidos. La posibilidad de perder en el fútbol siempre está. Eso lo entendíamos nosotros. Pero que no fuera hoy. Nosotros disfrutábamos de cada partido que jugábamos. Y fuera de eso, mostrábamos una imagen distinta de Colombia. Porque esa selección mostraba respeto, mostraba fantasía. Porque teníamos eso. Colombia tiene fantasía. Tiene muchas cosas de las que sentirse orgullosa. Teníamos amistad, unión. Respetábamos la diferencia, porque todos eran diferentes.

Pero nada funcionó en el Mundial…

En el Mundial hay una cosa que es para ponerlo a pensar a uno. Creo que debe haber mucha gente que aprende de las cosas que pasan todos los días. Porque el que cree que no aprende está listo. Nosotros cuando clasificamos por primera vez al Mundial yo anduve averiguando. Porque eso para mí era nuevo. Y para nosotros era nuevo. La mayoría coincidía en que blindáramos el entorno. Antes del Mundial de Italia el presidente de la Federación buscó un lugar propicio. Los periodistas tenían la entrada a casi a dos kilómetros de distancia. Estábamos nosotros solos, teníamos nuestra privacidad.

En Estados Unidos, tal y como se ve en el largometraje, sucedió todo lo contrario.

No teníamos ese entorno de Italia, ese blindaje que me enseñaron. Perdimos el primer partido y no hicimos el duelo. Los jugadores no salían, porque la prensa estaba por allí. Pero de pronto, cuando uno salía, la prensa de Cali le decía al jugador caleño que tenía que jugar él, porque era mejor que el de Medellín, por ejemplo. Entonces, el grupo se prostituyó. Ya de pronto uno no podía mirar al compañero a la cara.

“Amenazaron a Bolillo, mi segundo, con matar a su familia si ponía a su hermano Barragán a jugar. Me sentí perdedor”

Y luego llegaron las amenazas. Su segundo, Bolillo, recibió un mensaje durísimo en la previa de jugar ante Estados Unidos el segundo partido del Mundial del 94. Le amenazaron con matar a toda su familia si alineaban a Barrabás, que era su hermano...

Ese día vino Bolillo y me dijo que había un mensaje en el teléfono diciendo que si pongo a Barrabás, mataban a no sé quién. En ese momento el país estaba complicado. Entonces yo le dije: Bolillo, no le paremos bola a eso. Que el que te va a hacer algo no te amenaza. Dejémonos de bobadas. Y entonces después me dijo: Pacho, pero mira, lee bien. Ahí dice la familia mía, no la tuya. Tenía toda la razón, yo no podía exponer a toda su familia. Entonces Barrabás no juega y juega este. Yo sentía que me habían ganado esa pulseada porque estaban buscando eso. En vez de poner al que pedían puse a otro. Pero el ambiente ahí empezó a estar mal. En ese momento yo me sentía un técnico del domingo. Si yo toda la semana trabajé con esto, ¿por qué mañana que es el día del partido tengo que poner otro? Sentí que me habían ganado. Me dolió muchísimo. Me sentí perdedor; ahí perdí.

Para colmo, en aquel partido Andrés Escobar se marcó un gol en propia y días después fue asesinado en Medellín. Usted ya les dijo a sus jugadores que tuvieran cuidado antes de regresar a casa…

Muchos tenían a la familia en Estados Unidos. Incluso la familia de Andrés Escobar estaba allí. Cuando nos despedimos, les solté un versito de una salsa de Héctor Lavoe que dice: “Muchachos, la calle está dura”. Tengan cuidado. Andrés dijo que venía con nosotros, que tenía que dar la cara. Cuando volvimos, su familia aún seguía en Estados Unidos. Estuvo dando vueltas por ahí… Al día siguiente nos íbamos con él a una finca. Pero por la noche me llamó Bolillo diciendo que habían matado a Andrés.

¿Cree que los cárteles tuvieron algo que ver? Se habló de grandes sumas de dinero perdidas en apuestas...

Yo lo que siempre he pensado es que no fue algo hecho a propósito. No creo que nadie ideara un plan para matarle por haberse hecho un autogol. ¿Qué pasaba? Esa noche que mataron a Andrés nadie supo cuántos médicos mataron, cuántos policías mataron, cuántos abogados mataron... sino que mataron a Andrés. Era una época en la que en Colombia no había forma de dialogar, sino que primero sacaba… ese era el diálogo. Entonces, Andrés estuvo en el lugar equivocado a la hora equivocada. No tenía por qué estar ahí. Pero de pronto lo mataron. Llamó a su novia para quedar con ella, pero llegó tarde y ella le dijo que ya no salía. Entonces él siguió para otro lado, se fue para una discoteca, hubo un altercado, alguien la recordó algo y, como te decía, aquello se resolvía con bala.