Que Iker Muniain no es un futbolista cualquiera es algo que ya se sabía. Es el capitán que levantó la anhelada última Copa. El segundo jugador con más partidos de la historia del club, tan solo superado por el mítico José Ángel Iribar. Muniain no es un futbolista más. Sus 15 temporadas en el primer equipo y 559 partidos como león lo demuestran. Pero es que desde hace tiempo para la afición del Athletic Muniain dejó de ser Muniain para ser Iker. Simple y naturalmente Iker. El chaval que llegó a Lezama siendo un niño y que se marchará siendo un hombre.
El que rio, lloró y maduró con la misma camiseta. El que se rompió las dos rodillas y levantó tres títulos. El que se inventó el hit de la primavera: “Este es el famoso Athletic, el famoso Athletic Club. Estos son los campeones. Aupa Athletic, txapeldun” y el que te crea un fiestón de una pequeña txaranga. Es el Iker que toda la parroquia rojiblanca aplaude, venera y agradece. Por eso este lunes más de 27.000 aficionados desafiaron a la lluvia para llegar a San Mamés y despedir por todo lo alto a su todavía capitán. A su famoso Iker.
Abrieron las Tribunas Norte, Principal y Este
Las Tribunas Norte se quedaron pequeñas para homenajearle y por eso tuvieron que abrirse también la Principal y la Este. Nada parecía suficiente para agradecerle al chaval de La Txantrea todo lo que ha hecho por el Athletic. Por eso, aunque el acto se alargó más de una hora, nadie se movió de su localidad. Ni siquiera cuando Muniain abandonó entre lágrimas el césped. A pesar de que toda la hora había aguantado estoico, haciendo amparo de su gran sentido del humor -llegó a decir que una de las cosas que más se arrepiente en su trayectoria es de no haberse puesto crema en la gabarra- Iker rompió a llorar escoltado por sus actuales compañeros.
Esos que le acompañaron durante todo el acto portando camisetas con su dorsal. Con ellas no dudaron en hacerle pasillo al comienzo del homenaje y con ella Iñaki Williams -más conocido por La Catedral como Iñaki Iñaki Williams, lolololo- cogió el micrófono para agradecerle todo lo vivido, “aunque no quiero quitarte protagonismo, hermano”, le dijo.
¿Un trabajo en 8 apellidos argentinos?
No pudo hacerlo porque es que Iker es tan grande que incluso tiene su propia canción, de género urbano. Se la compuso su amigo Baby G al conocer su marcha del Athletic y no dudó en cantarla delante de un San Mamés que prometió aprendérsela. También el influencer Iker Ruiz intentó “resumir en un insuficiente minuto 20 años de vida”. Después fue el turno de Julián López, monologuista que a pesar de haber tenido la mala suerte de nacer en Castilla-La Mancha es del Athletic -fue embajador del 125 aniversario del club-.
Y, aunque dijo ser su amigo, no tuvo piedad con Iker: se metió con sus estilismos, su forma de jugar al FIFA e incluso se atrevió a ofrecer un trabajo en 8 apellidos argentinos. Más comedido estuvo Joaquín Caparrós, aunque Iker recogió esa guasa andaluza y recordó una anécdota con el entrenador que le hizo debutar en el primer equipo con 16 años: “Una vez nos dio el día libre, a todos mis compañeros les dijo que se lo pasaran bien menos a mí, que me dijo: Usted, vasito de leche y a dormir”.
Orbaiz, Gurpegi, Etxebe...
En este acto se demostró que decir Athletic es decir familia. Primero lo exhibió el presidente Jon Uriarte, que le abrió las puertas de San Mamés para siempre. Y después lo evidenció Don José Ángel Iribar. El Txopo. El único jugador que supera a Muniain en encuentros con el Athletic vibró como el que más con el homenaje a Iker y no dudo en participar en él haciéndole entrega de una placa conmemorativa.
Quince años en el primer equipo dan para mucho: muchos compañeros, muchos entrenadores y hasta muchos presidentes... Y la mayoría quisieron estar al lado del capitán en su despedida. Así, además de por su familia, Iker estuvo acompañado por Pablo Orbaiz, Joseba Etxeberria, Carlos Gurpegi, Gorka Iraizoz y Markel Susaeta. También por extécnicos como Gaizka Garitano y Marcelino García Toral, que participaron en la distancia, y por otrora presidentes como Fernando García Macua y Aitor Elizegi (estos sí desde San Mamés).
Todos permanecieron en sus asientos mientras el homenaje perecía, aunque los presentes intentaron alargarlo con un aplauso eterno. Porque nada pareció suficiente para despedir al capitán. Al famoso Iker Muniain.