De penalti y en el minuto 96 evitó el Athletic una derrota que se antojaba irremediable. En uno de los muchos envíos al área se produjo un barullo tras una disputa aérea de tres jugadores, la pelota quedó suelta, Raúl García empalmó un zurdazo de volea y Galarreta desvió con un brazo. El árbitro no dudó e Iñaki Williams tampoco. Engañó al portero con un tiro suave por el centro y certificó un empate con sabor a gloria, tal y como discurrió el encuentro. Y es que no se intuía la posibilidad de que el Athletic marcase, pero por pura insistencia, que no acierto, rescató un punto que puede ser valioso a la hora de hacer inventario. Fue a cuanto pudo aspirar en una tarde presidida por la ausencia de ideas, donde se dejó sorprender por un Mallorca reservón, que se activó a la vuelta del descanso, marcó y creyó tener asegurados los puntos que le garantizaban la permanencia.

Las urgencias que embargaron al equipo de Ernesto Valverde, que acudía a Son Moix para subsanar la derrota de la jornada previa y ofreció un perfil vulgar durante casi todo el encuentro, se tradujeron en un resultado al que por méritos no opositó. Prácticamente siempre tuvo el control del choque, excepto en la fase inicial de la segunda mitad, pero resultó un dominio estéril, carente de profundidad, un ejercicio de impotencia que a raíz del gol de Kang In Lee sugería que regresaría a casa de vacío. A Javier Aguirre todo parecía salirle a pedir de boca. Empleó 45 minutos en repeler y destruir y recuperó la disposición más conservadora una vez obtuvo la ventaja.

El Mallorca se salió del guion apenas diez minutos, que rentabilizó con tres llegadas a la contra y a la tercera fue la vencida, mientras el Athletic emitía claros síntomas de despiste. Una veloz salida de Agirrezabala a pies de Muriqi después de una malísima cesión de Vivian, un misil sin ángulo de Amath escupido por la escuadra izquierda del portero y para redondear la faena, una contra que nació y murió en la estrella coreana del Mallorca. Amath templó, Muriqi falló en el remate, pero se rehízo y cedió en corto para que Kang In Lee culminase. El intento de despeje en mala postura de Yeray pudo obstaculizar a Agirrezabala en su estirada.

Fue el único rato en que el Mallorca exhibió atrevimiento, pero enfrente no supieron sujetarle, como si les pillase desprevenidos. Desde luego, el estiramiento local cogió a contrapié a todo el mundo, pues todo lo anterior fue un monumento al aburrimiento. No era la hora de la siesta, pero ambos conjuntos invitaron, con su actitud, a echarse un sueñecito. El primer acto resultó de una monotonía exasperante, con una distribución de papeles que cabía imaginar de antemano. El anfitrión renunció sin disimulo a cargar con la iniciativa y el Athletic no supo cómo sacar provecho a la misma. Con su dibujo característico de tres centrales, cuatro medios y un punta definido, Muriqi, los isleños se replegaron en su terreno, sin mostrar el más mínimo interés por disputar la posesión al rival, que se hartó de coleccionar pases insulsos en una zona donde nadie le presionaba.

La cosa cambiaba en el último tercio del campo, donde aguardaba la totalidad de los integrantes del Mallorca, también su ariete. No halló el Athletic la manera de penetrar en una red que más bien funcionó como la pared de un frontón. Rígido, contundente y sin problemas para bascular de una banda a la otra porque le sobraban elementos para cerrar cualquier vía, el cuadro local estuvo muy cómodo en una disposición impropia de quien actúa ante su afición, pero es lo que Aguirre pide a su tropa y no le ha ido mal.

La tarde nació con noticia. La alta densidad del calendario sería el motivo básico, que no el único, para la pequeña revolución en el once acometida este lunes por Valverde. Al margen de la baja obligada de Sancet, faltaron de salida Simón, De Marcos, Dani García y Nico Williams, relevados por Raúl García, Agirrezabala, Paredes, Vesga y Berenguer. La mayor sorpresa estuvo en la portería y fue inevitable evocar algún error del titular, en especial el último, en la génesis del gol que supuso la derrota con el Sevilla. Javier Aguirre se apuntó asimismo a una profunda reestructuración que afectó a seis jugadores utilizados en la jornada previa.

El que mejor asimiló los cambios fue el Mallorca, pues Aguirre puso sobre el tapete la que cabe considerar su formación tipo. El empeño invertido por el Athletic por gobernar la contienda estuvo exento de precisión, velocidad y osadía. Mandó, pero como si no lo hiciera, habida cuenta la nula producción ofensiva. Podían haber estado tres días que no hubiese habido novedades que comentar. Uno y otro, pues el Mallorca ejecutó el catenaccio con tal fruición que no cabía imaginar que en algún momento fuese a variar de plan. Sin embargo, fue lo que hizo tras la charla del descanso. Lanzó las acometidas ya aludidas con la fortuna precisa, lo cual le puso en bandeja volver a lo del comienzo.

Si parapetado en torno a su área había reducido a la nada más absoluta la creatividad del Athletic, ahora con el 1-0 se le acumulaban las razones para perseverar en su afán por proteger a Rajkovic. Valverde fue refrescando filas para apretar al Mallorca, pero en vano. Nico Williams fue el mayor agitador y Raúl García cazó muy forzado un par de cabezazos flojos, pobres argumentos para agujerear la muralla isleña. Pero lo que el fútbol te quita en ocasiones, te lo acaba compensando. Y el último minuto de un partido es el contexto ideal para esta clase de imprevistos. Cuatro días antes perdió injustamente dos puntos frente al Sevilla y este lunes sumó uno a costa de un Mallorca que ya celebraba el triunfo.

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