Gregorio Blasco, histórico portero de los años 30, ha recibido este martes un homenaje póstumo de sus vecinos de Mundaka, un viejo anhelo de su peña en la localidad costera que, junto a familiares, amigos y componentes de la Peña del Athletic en México DF, descubrieron una placa con su nombre en una de las calles de su pueblo natal, frente al polideportivo Isla Kale. Fue la guinda a un acto que también ha incluido una visita por la casa donde nació y que quiere homenajear de este modo a una de las figuras y personalidades más destacadas que vieron la luz en la anteiglesia costera.

La familia Blasco se desplazó hasta Mundaka, entre ellos el nieto, uno de los promotores de la iniciativa y actual presidente de la Peña de México, labor esta que con anterioridad realizaron su abuelo Goyo Blasco y su padre. El acto también contó con representación institucional por parte del club y con la figura de José Angel Iribar. Estuvieron también otros exmetas rojiblancos como Juan Antonio Zaldua y Peio Agirreoa, así como Ibon Ispizua, portero del Bilbao Athletic, biznieto de José Luis Ispizua, que fue suplente de Goyo Blasco, y la meta Ziara Vega, una joven del pueblo en el tercer equipo femenino del Athletic. Precisamente, Ibon Ispizua bailó un aurresku en su honor.

Nacido en la anteiglesia costera en 1909, fue el portero del primer encuentro de liga del Athletic en toda su historia (en 1929, frente a la Real Sociedad). Su palmarés es envidiable con la camiseta rojiblanca: 4 ligas (1930, 1931, 1933 y 1935), 4 Copas consecutivas (1930, 1931, 1932 y 1933) y 8 Campeonatos Regionales.

La vida de Blasco se apagó en 1983, si bien dejó una huella imborrable allí por donde pasó. Primero en el Athletic -antes jugó en el Chávarri, Arenas y Acero de Olabeaga-, con el que debutó en 1927 para enlazar diez temporadas que la contienda bélica paró en seco; después en la selección de Euzkadi que recorrió medio mundo en favor de la causa vasca durante la difícil etapa bélica, posteriormente en el España y el Atlante de México; y un periplo de un año en River Plate, en Argentina. Colgó las botas -y los guantes, aquellos por los que fue conocido como el Electricista en suelo argentino- en 1947.