No hay ningún motivo para poner en duda las palabras que Marcelino García Toral lanzó en la previa del enfrentamiento con el Levante, en las que apuntó que habían hecho "autocrítica responsable", puesto que era "lo que tocaba", tras la dolorosa derrota de dos semanas atrás ante el Cádiz.

Nadie, salvo los futbolistas, el propio entrenador y su cuerpo técnico, saben cómo ha sido esa labor, porque la caseta es hermética y hay asuntos que no deben salir de ella. Así, resultaría una temeridad dudar de las palabras del técnico. Otra cosa es que tanto él, como su staff y los futbolistas tomaran las decisiones correctas tras caer frente al conjunto andaluz. Visto el resultado, y no precisamente el numérico, que dejó el enésimo (séptimo) empate del Athletic en solo trece encuentros, de lo acontecido anoche en el Ciutat de València, se puede poner en duda la eficacia de esa "autocrítica responsable". La habría, si; pero lo que no hubo, y así resulta complicado ganar, fue fútbol.

Cierto es que hubo hasta tres cambios con respecto al encuentro frente al Cádiz: Iñigo Martínez, Unai Vencedor -sancionado e indispuesto, respectivamente, en la jornada anterior- y Raúl García reemplazaron a Unai Nuñez, Mikel Vesga y Oihan Sancet, pero otros jugadores que son una sombra de lo que han sido, se mantuvieron en el once. A día de hoy, resulta difícil de comprender que Nico Williams no haya adelantado en el orden de preferencias a un Alex Berenguer que no está y al que no le sale nada. Algo parecido a lo que sucede con Iñaki Williams, que como hiciera en el derbi de Anoeta, volvió a desaprovechar un mano a mano, un hecho que por desgracia no es nuevo y que tanto le penaliza. Entre los dos suman tres goles este curso en trece partidos, firmados todos ellos por el atacante bilbaino.

Marcelino, que es un genio ante el micrófono, parece haber sido poseído por ese espíritu que persigue a muchos entrenadores, a quienes les cuesta un mundo salir de su zona de confort y apostar decididamente por otros futbolistas que no son los de su plena confianza. Aquello de la meritocracia suena muy bien, pero en (muchas) ocasiones resulta complicado ponerlo en práctica. Para muestra, un botón. Por no hablar de su inamovible 4-4-2 y su reticencia a jugar con dos delanteros puros.

A la desastrosa primera mitad de los habituales le siguió un inicio de segundo tiempo de tanteo hasta la entrada de Nico Williams, Oihan Sancet y, en menor medida, Oier Zarraga. Los jóvenes, que piden a gritos más oportunidades de inicio, sacaron al Athletic de su letargo. Buscaron asociarse, lo que parecía una quimera hasta pasada la hora de juego, y el equipo mejoró. Sirva como resumen de lo expuesto, que el primer disparo a puerta de los bilbainos fue obra del pequeño de los Williams en el minuto 69. Poco después dejó una jugada excelente por banda izquierda a la que solo le falló la definición. El aguacero que cayó sobre Valencia, con mucha virulencia en el tramo final del choque, aguó las esperanzas del Athletic.

Un punto de seis

La igualada en el campo del Levante no hace sino tensar más el freno del conjunto rojiblanco, que si bien no se desengancha de la lucha europea, tampoco termina de meter la cabeza en ella. Punto a punto resulta muy complicado, cuando no imposible, y más si el Athletic no es capaz de ganar a los equipos que ocupan los puestos de descenso. Dos semanas atrás se intuía un calendario sencillo para los leones, que únicamente han sumado un punto de seis posibles frente a conjuntos de la parta baja de la tabla. Habrá habido autocrítica, nadie lo pone en duda; lo que hace falta es más fútbol.